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La cultura, remanso en tiempos de Covid-19

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Foto: France 24.

Por Albe Pérez Perazzo*

Las preocupantes y lamentables noticias de la crisis COVID-19 se hicieron de toda nuestra atención. Y es que era lo debido, entender la magnitud de la amenaza que nos acecha y actuar en consecuencia, o incluso en algunos casos, simplemente no actuar. Nos encontramos todos en la necesidad de respetar todas las sugerencias, que en materia de salud e higiene difundieron los especialistas. Nos cambiaron las rutinas, aquellas acciones cotidianas a las que estábamos acostumbrados, y en su lugar entraron la incertidumbre y el asombro para enfrentarnos, de la manera más disruptiva posible, con nuestras ideas y acciones emprendidas.

Comenzó así el confinamiento, una nueva forma de enfrentar el día. Ahora desde casa, en constante convivencia con nosotros mismos, con nuestros afectos, en ciertos casos, lejos de algunos que quisiéramos tener cerca. Una nueva forma de entender el tiempo, ya no tan veloz, tan escaso, ahora más bien generoso, lento, apacible y sin duda, enigmático.

Y de pronto, para alivio de todos, una vez más, como ha sucedido muchas veces en la historia de las crisis de la humanidad, la cultura surge como asidero. De forma intuitiva, hubo quien decidió desempolvar aquel instrumento viejo para tenerlo cerca a ver si un día se anima, otro aprovechó de sacudir los libros de su biblioteca y descubrió allí un tesoro olvidado o una materia pendiente por leer. Alguien recordó que en alguna gaveta hay un montoncito de creyones y lápices; otro, se puso a buscar aquel recetario de cocina de la abuela. Los más, se pasan buena parte del día cantando o tarareando alguna melodía; después de todo, la música ha sido y será uno de los rasgos que nos caracteriza como venezolanos. Igual nos acompaña para arrullar a un bebé que para freír unas tajadas, en el momento que debemos concentrarnos en algún trabajo o cuando queremos agradecer profundamente a Dios por su guía y compañía. Siempre la música.

En muchos hogares se formalizaron e incluso comenzaron a surgir nuevos lectores, músicos aficionados, cantantes desafinados, pequeños pintores, fotógrafos desde el móvil, y así. Cada quien ha ido encontrando su espacio para crear, pero también para estar a buen resguardo por un rato, un remanso personalísimo en tiempos de confinamiento.

Más allá de esos muy fértiles terrenos personales que han comenzado a florecer, nos encontramos en un espectro mayor, con la mayor muestra de solidaridad que desde la cultura se puede ofrecer. Instituciones públicas y privadas, museos, teatros, centros culturales, galerías, librerías, artistas, músicos, escritores, han puesto al alcance de todos aquellos que tienen acceso a las plataformas digitales, un repertorio casi inagotable de contenidos que van desde presentaciones musicales, recitales literarios, obras de teatro, ópera, conciertos, pasando por visitas virtuales a un gran número de museos y galerías de arte, hasta llegar a plataformas donde gratuitamente se pueden descargar cursos de formación, obras literarias y de cine, grandes clásicos y novedades que migraron del formato físico al digital a raíz de la situación actual.

Ahora bien, es necesario tener claro que lamentablemente son muchas las pérdidas económicas que supone la crisis del COVID-19 para el sector cultural, miles de millones que se pierden por la suspensión de conciertos y presentaciones en vivo, el cierre de museos e instituciones que se mantienen de los ingresos generados por las visitas, la industria editorial y las imprentas, los cines, la industria textil, el sector gastronómico… Y aunque podemos convenir que no es igual la sensación de ir a un concierto o un teatro, el olor del telón al subir, la sensación de ver una pintura original, lo imponente de las obras arquitectónicas patrimoniales, el sonido de los aplausos que celebran la creatividad; lo cierto es que esta nueva forma de disfrutar de la cultura y el arte, más que mejor o peor, debe servir para enriquecer lo vivencial y potenciar la gratificante experiencia artística, llegando a más personas en el mundo, esta vez y por ahora, en formato digital.

Después de todo, queda claro que la mejor manera que combatir la barbarie es a través de la cultura, pues la cultura humaniza, sensibiliza, ofrece la posibilidad de construir sólidos puentes de entendimiento, puentes que permiten entender la diferencias que nos separan y valorar los rasgos comunes que nos unen. Finalmente, la cultura permite a cada individuo, forjar criterios y argumentos propios para transitar las incertidumbres del tiempo que vivimos.

Lo comentó el filósofo español Fernando Savater, en una entrevista concedida al diario ABC a comienzos del mes de abril. Las personas que están cerca de la cultura, tienen la posibilidad de crecer hacia adentro, ampliar y amoblar esos cuartos internos, para luego poder pasearse libremente por ellos.

Si en esos amplios espacios internos, por fortuna convergen la cultura y la espiritualidad, de seguro estaremos entonces hablando de individuos plenos, sensibles, solidarios y comprometidos con los cambios que demanda el momento que vivimos, capaces de comprender las necesidades del prójimo.

Ahora, nos queda una asignatura pendiente; pasado el confinamiento toca actuar seriamente en este sentido, y es acercar el arte, la cultura y la creatividad a los menos favorecidos, a los niños y jóvenes excluidos del sistema formal educativo, a aquellos que no tienen acceso a las plataformas digitales, a los ancianos y a los enfermos.

Es un desafío por demás retador, lograr que ese fenómeno tan inclusivo y democrático que vivimos en nuestras casas hoy, impacte también a los que menos oportunidades tienen de hacer crecer sus espacios interiores.

Son muchas las referencias que hay en esta materia, experiencias ya comprobadas que dejan ver el profundo cambio que supone percibir el mundo, cuando una persona es tocada por el poder transformador de la cultura. Solo el hecho de saberse capaz de crear, hace que un individuo recupere la confianza en sí mismo y, por ende, en su entorno directo.

Es cuestión de revisar aquellas experiencias pasadas, pensar en propuestas innovadoras y reunir la voluntad necesaria para tener en la creatividad y la cultura un punto de apoyo importante al momento de desarrollar programas y acciones inclusivos, que convoquen e impacten a todos por igual.

Será una experiencia al menos inolvidable, cuando podamos disfrutar nuevamente de la cultura en vivo, en las calles, en la ciudad; y aún más inolvidable será sabernos testigos de la comunión entre el hecho creativo tangible y el formato digital. Viviremos el momento en el que la creatividad logre el equilibrio entre ambos mundos, y eso es ya un motivo esperanzador.

En días pasados conversaba con un querido amigo a propósito de estos temas, dejo aquí la conclusión de esa buena conversa y quedo a la orden para pensar nuevas rutas: “La cultura nunca pierde, y esta vez no será distinto”.

*Gerente cultural | @albeperez.

Fuente: Revista SIC 824

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