Por Rafael Viloria.
Crisis: “…situación difícil y tensa de cuyo fin depende la reanudación de la normalidad. Manifestación aguda de un trastorno físico o mental…”. “En ese orden, constituye el origen o principio de algo…”
En Venezuela, el tema de la existencia de una “crisis integral”: en lo social, económico y político, ha devorado todos los niveles de opinión que el país dispone. No obstante, se observa un evidente contraste que evidencia controversias, que lejos de unificar criterios de las causas, efectos y consecuencias de la “génesis” de la “crisis”; hace la situación cada vez más confusa.
Se da por contado que nadie está asumiendo ni responsabilidad ni corresponsabilidad de las consecuencias nefastas que “el flagelo” de la crisis le ha impuesto al sector más importante (el pueblo), que solo juega sin recurso alguno el papel de víctima.
Una cosa que hay que destacar es que la crisis no es nueva en su nacimiento genético. Para ello, hay que señalar algunos antecedentes históricos registrados: por ejemplo, para 1.956 (gobierno de Pérez Jiménez), en Venezuela, según su universo poblacional (6.420.000) se estimaba que 47% (3.000.000) de esa población estaban ubicados en los medios urbanos, mientras que un 53% (3.500.000) lo hacían en el medio rural, ya para entonces el oro negro había dado sus primeros pasos para sustituir su economía basada en el tabaco, café, cacao, agrícola y pecuario, madera, etc.; por una economía basada en la explotación y comercialización del petróleo.
Es a partir de allí donde el entonces doctor Arturo Uslar Pietri plantea lo que podía haberse constituido en una verdadera “revolución social y democrática”: “Hay que sembrar el petróleo…”, extrañamente, el país fue conducido a poner en práctica todo lo contrario en lo social, económico y político. Es allí donde se inició la génesis de la crisis que hoy, tal cual flagelo imponderable, azota al país.
Hoy, en 2020, somos aproximadamente 30 millones, descontando la diáspora de 5 millones. Es decir, que debiéramos ser 35 millones, ello indica un crecimiento poblacional en 63 años de 26 millones. La diferencia de la ubicación ecográfica de la Venezuela de 1.956 a la del año 2019, es que la población está ubicada: el 90% en los medios urbanos, mientras que en los medios rurales un 10%.
Que en 63 años hallamos crecido poblacionalmente, solo un 82%, indica una sola cosa: Venezuela ha tenido su propia diáspora, de 90% en el éxodo del campo a la ciudad; es decir, la crisis nació con papá y mamá, que no tuvieron la capacidad suficiente para garantizar el destino social, económico y político de un país que, en ausencia del conocimiento de gerencia pública, se dedicó a promover acciones de improvisación política.
En ausencia visionaria, Venezuela ahora se encuentra con una cruda realidad histórica, Pasó de ser un país que hace 208 años se planteó no solo lograr su libertad, sino también la de otros pueblos; ahora depende de actores intermedios que desde Noruega y Barbados (reinados), les repartan a los poderes enfrentados los bienes sociales, económicos y políticos de quienes no han mostrado capacidad para resolver la crisis que ellos mismos han creado a lo largo y ancho del país.
La crisis nos está comiendo vivos a todos, mientras que otros aprovechan para seguir improvisando sus quiméricos sueños de grandeza personal, que en nada resuelvan los verdaderos problemas de este país.
Nuestra patria cada día está siendo salvajemente hipotecada. No hay diferencia entre aquello que escribió Eduardo Galeano en “Las venas abiertas de América latina” y lo que ocurre en Venezuela en los actuales momentos. Sigo insistiendo en que hay que volver a Carabobo. Todo depende de que despertemos, reaccionemos y actuemos.
Hay que cruzar la calle y rescatar nuestro propio destino.