Por Alfredo Infante, s.j.*
Jesús, contempla el mundo y, en medio de un panorama desolador, adverso, donde la muchedumbre está hambrienta, enferma y desamparada «como oveja sin pastor», dice «la cosecha es mucha». La cosecha es fruto maduro, dispuesto, es paradójico, pero así es la mirada de Jesús: esperanzadora.
La evangelización, pues, es primeramente contemplación de los frutos del Espíritu en las entrañas de una historia herida. Ver la cosecha en el desierto, es la mística de ojos abiertos.
La auténtica evangelización no violenta la historia desde el poder, sino que discierne los signos de los tiempos, para captar las posibilidades más humanizadoras, desatarlas y encauzarlas para hacer más humana la humanidad.
¿Tenemos vista para ver la cosecha en medio de este panorama desolador en que vivimos?
Jesús, al mismo tiempo, contempla el corazón humano, y toma conciencia de la desproporción que existe entre la evidente cosecha y nuestra disposición a contemplarla, recogerla y sacar provecho «los trabajadores son pocos» dice.
Sí, así es, son pocos los trabajadores que sintonizan con la mirada contemplativa de Jesús. Muchas veces se observa y se analiza el mundo, pero pocas veces se contempla, por eso, cuesta ver la abundante cosecha en medio de tantas señales de muerte.
Se suele mirar el mundo desde la negatividad del mal, que es real, pero no absoluto y, esto hace que se nos extravíe la mirada y, no vemos lo que se va gestando como cosecha en el misterio oculto.
Pocas veces se ve el mundo como un campo de cosecha dispuesta, más aún en este tiempo, en el que la muerte toca a nuestra puerta.
¿Es la mirada de Jesús sobre la humanidad realista o ingenua? O, tal vez, ¿se trata de un realismo ingenuo?
El realismo ingenuo es aquel que, siendo consciente del poder del mal, es capaz de ver más allá y sintoniza con la verdad última, de fondo, que como el grano de trigo germina en el silencio oculto de la tierra. Lo que el filósofo y mártir Ignacio Ellacuría denominaba «la bondad de lo real», y, lo que algunos han llamado desde el punto de vista espiritual, «la segunda ingenuidad», que no es otra cosa, que una especie de mirada «resiliente» sobre el mundo y la vida. Una mirada que en la noche oscura capta el paisaje que hay detrás de una micro hendija, a la que nadie le apuesta, a la que nadie se asoma por insignificante y, racionalmente poco estratégica y, quien se acerca, lo hace por acto de fe, porque sabe que el paisaje es verdadero y su luz puede agrandar la hendija e iluminar la noche, venciéndola.
Lo propio del poder es hacer que se pierda la conciencia de la bondad, del bien, de la belleza y de la verdad, porque estos trascendentales movilizan y desatan en los espíritus una fuerza resiliente inconteniblemente creadora.
Por eso, la exhortación de Jesús: «pidan al dueño de la mies que envié más trabajadores». Trabajadores cuya mirada contemplativa trascienda los límites de nuestra finitud y labilidad, y sepan desentrañar la cosecha, el alimento de la esperanza. Mirar el paisaje por la hendija insignificante para el mundo, pero grande a los ojos de Dios.
Oremos para que en medio de esta hora adversa no se nos nuble la mirada y descubramos la cosecha que está madura y dispuesta.
«Sagrado corazón de Jesús en vos confío»
*Parroquia San Alberto Hurtado. Altos de la Vega. Caracas-Venezuela.