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La Colombia de “los nadie y las nadie”

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Testigos de un viraje inédito

Testigos de un viraje inédito, los colombianos reciben –entre aplausos y expectativas– a Gustavo Petro como primer gobernante de izquierda en asumir la presidencia de la hermana República desde el pasado domingo 7 de agosto y durante los próximos cuatro años. Diversos analistas apuntan a la moderación como elemento clave para la creación de acuerdos de gobernabilidad en medio de una sociedad polarizada, marcada por la violencia y reconocida por sus altos niveles de desigualdad. Una aproximación a “la Colombia del cambio” es lo que sigue

Ingrid Jiménez*

“¿Puede llegar la izquierda al poder en Colombia? –No lo sé.”, así se expresaba el pasado mes de marzo Jorge Camacho, s.j. director de la revista Cien Días, perteneciente al Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep) de Colombia. Y es que hasta hace unos pocos meses la victoria de Gustavo Petro parecía muy poco probable en un país profundamente conservador y gobernado históricamente por la derecha.

Gustavo Petro, quien en su juventud fue guerrillero del Movimiento 19 de abril, conocido por su acrónimo M-19, fue senador, alcalde de Bogotá y dos veces candidato presidencial. Por su parte, la vicepresidenta Francia Márquez es una carismática líder ambientalista del Cauca, región destrozada por la minería ilegal y la explotación de las empresas trasnacionales.

Petro y Márquez ganaron en un país signado por la desigualdad socioeconómica, la pobreza creciente, la corrupción del sistema político y un marcado desencanto democrático de los ciudadanos, expresado en las violentas protestas que sacudieron al país en 2019 y 2021.

Durante la campaña Márquez popularizó la frase “el gobierno de los nadie y las nadie”, original de un poema de Eduardo Galeano, para referirse a los ciudadanos sin voz e invisibilizados por los intereses políticos y económicos de las élites.

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Crédito:

En su discurso y acción, Petro se ha desplazado del radicalismo a la moderación. Pasó de ser un fiel partidario del revolucionario Hugo Chávez a criticar abiertamente a Maduro. En 2020 explicó en una entrevista: “… nosotros no respondemos a la línea política que ellos ejercen, que en mi opinión es equivocada”. En su momento, aclaró que la última vez que tuvo contacto con el régimen venezolano fue durante los funerales de Hugo Chávez en 2013. No obstante, a pesar de su deslinde temprano de Maduro, su pasado radical despierta una justificada inquietud especialmente en los sectores financieros y económicos.

Los tres objetivos de su presidencia, esbozados en el Plan de Gobierno son: paz, justicia social y justicia ambiental, en el marco de un discurso en contra del modelo extractivista y las energías fósiles. No obstante, la realidad es muy diferente.

Colombia es un importante productor de petróleo y gas en la región. Según la Cámara Colombiana de Petróleo, Gas y Servicio, en 2022 los ingresos al país producto de las exportaciones petroleras serán 18 mil y 21 mil millones de dólares, por lo que una reducción de las exportaciones representaría aproximadamente una disminución del 3 % del PIB, en una economía debilitada por la pandemia.

Si a esto se suma la creciente demanda de energía fósil de Occidente, debido a la guerra que Rusia inició contra Ucrania, un incremento de la producción petrolera colombiana significaría un importante alivio a sus finanzas. Colombia no solo produce petróleo y gas, sino también oro, cobre, níquel, ferroníquel y carbón.

En una entrevista concedida al diario El País, el recién electo presidente explicó:

Ahora toca abandonar la economía de fósiles, desligarnos del petróleo, carbón, y gas y cimentar el desarrollo sobre la base de la producción y el conocimiento […] La economía fósil es la muerte. Hay que plantearse un nuevo modelo de desarrollo en América Latina.

Siendo la vicepresidenta una reconocida líder ambientalista, y con un discurso mucho más radical que el presidente, es de esperar que la agenda contra el extractivismo constituirá una de las prioridades del nuevo gobierno.

Petro acierta cuando pone en el centro de la discusión el modelo del desarrollo, que efectivamente está haciendo aguas en la región, independientemente si el gobierno es de la izquierda o derecha, porque las grandes mayorías continúan excluidas de las oportunidades de desarrollarse plenamente. Pero, una agenda demasiado ambiciosa en el marco de una recesión mundial, puede complicarle la presidencia a Petro, que ya de por sí ha generado grandes expectativas en los colombianos.

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Crédito: Prensa Gustavo Petro

El novel presidente tampoco goza de la mayoría en el cuerpo legislativo, por lo tanto, no le será fácil impulsar reformas radicales. Más bien su gobierno, por los temores que despierta, deberá desplegar la moderación en todos los frentes para evitar una temprana crisis de gobernabilidad.

La reactivación del proceso de paz con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), que se ha manifestado desde la victoria de Petro a favor de dialogar con el gobierno, constituye un punto pendiente que dejaron Juan Manuel Santos e Iván Duque, por lo que el inicio del proceso puede darle una victoria temprana al presidente Petro.

Venezuela: tensiones de larga data

En el plano internacional es importante destacar las implicaciones que tiene su victoria en la relación con Venezuela. Las tensiones diplomáticas entre ambos países son de larga data. En la década pasada, el entonces presidente Álvaro Uribe, culpó a Chávez de una supuesta protección a la guerrilla. Al tiempo que este acusaba a Uribe de resguardar a los paramilitares. Estos enfrentamientos deterioraron el intercambio económico binacional y la seguridad en la frontera.

La escalada de tensiones vivió su punto más álgido en febrero de 2019 cuando el diputado Juan Guaidó, recién electo presidente de la Asamblea Nacional venezolana, se autoproclamó presidente interino de Venezuela, siendo reconocido de inmediato por numerosos países entre estos Colombia y Estados Unidos.

El presidente saliente, Iván Duque, no solo rompió relaciones con el gobierno de Maduro, sino que se convirtió hasta el fin de su mandato en un aliado irrestricto del interinato.

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Crédito: Fernando Vergara / AP_Shutterstock Editorial

El triunfo de Petro marcará un viraje en esta difícil relación, en tanto uno de sus primeros anuncios como presidente electo fue la reapertura de la frontera cerrada desde 2015, lo que apunta también a la normalización de las relaciones diplomáticas y comerciales entre ambos países.

Además de la seguridad y el comercio binacional, se encuentra la crisis migratoria iniciada en 2014. Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), el 80 % de los migrantes venezolanos se encuentra en América Latina, siendo Colombia el mayor receptor con un registro de casi 2. 5 millones de compatriotas en territorio colombiano.

Sin lugar a dudas, esta oleada de venezolanos ha generado una presión adicional sobre los servicios de identificación, salud, educación y seguridad del vecino país. A pesar de la presencia de la cooperación internacional en la frontera, los recursos son insuficientes para enfrentar el éxodo masivo de venezolanos, que no se detuvo ni siquiera durante la pandemia.

En la relación binacional, los Estados Unidos también constituyen un factor de peso. Biden y Petro comparten una genuina preocupación por el tema ambiental y el cambio climático, por lo que, sin duda, este será el primer puente de comunicación entre ambos países, que saben que se necesitan mutuamente, y es poco probable que se produzcan mayores cambios en esta relación.

Por otra parte, el proceso de negociación entre el Gobierno y la oposición venezolana iniciado con buenas expectativas en México el año pasado, se encuentra paralizado. Biden, fiel creyente en la negociación y el multilateralismo ha buscado las vías para reactivarlo. Además, los cambios geopolíticos que ha producido la guerra ruso-ucraniana, convierte de nuevo a Venezuela en un actor importante como productor de energía fósil que pueda proveer al mercado europeo.

Un Petro moderado bien puede jugar un rol fundamental en la reactivación de un proceso de negociación que beneficie a los venezolanos, y contribuya con aliviar los desequilibrios que el éxodo está produciendo en el vecino país.

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Crédito: Guillermo Legaria / Getty Images

Colombia continuará jugando un rol esencial en la crisis venezolana. Un gobierno de izquierda no necesariamente implica que tendrá una orientación de solidaridad automática con el Gobierno de Maduro, en tanto los cambios políticos que se han dado en la región en la última década no permiten establecer generalizaciones sobre los gobiernos de izquierda, tal es el caso del joven presidente Gabriel Boric en Chile o López Obrador en México.

La toma de posesión1

El pasado 7 de agosto, tras recordar décadas de gobiernos conservadores, Gustavo Pet

ro destacó –en su primer discurso como presidente de la República de Colombia–, lo que asegura será el inicio de “la Colombia de lo posible”, donde promete que habrá mayor inclusión social, equidad de derechos entre hombres y mujeres, protección de los recursos naturales, un cambio en las políticas contra el narcotráfico y diálogo con todos los actores armados para encontrar el cese de hostilidades.

Inmediatamente después de juramentarse solicitó traer a la emblemática Plaza de Bolívar, donde se realizó la ceremonia, la espada del libertador Simón Bolívar, un importante símbolo para el nuevo jefe de Estado y exmiembro de la guerrilla del M-19, organización que mantuvo esa arma en su poder durante diecisiete años. El movimiento la robó en 1974, tras la toma armada del Palacio de Justicia, y la devolvió tras su desmovilización en 1990.

“Este es el Gobierno de la vida, de la paz y así será recordado”, pronunció seguido de aplausos en una plaza en la que además de los jefes de Estado de diez países y el rey de España, Felipe VI, asistieron alrededor de 100 mil personas, luego de que Petro solicitara el ingreso a la emblemática Plaza de Bolívar, en Bogotá, de los ciudadanos del común y no únicamente de políticos y dignatarios como ocurrió en años anteriores.

Algunas conclusiones

En la actualidad las nuevas formas de autoritarismo no tienen etiquetas ideológicas, y están basadas en el pragmatismo, lo cual ha implicado, por el contrario, la generalización de procedimientos que buscan la demolición de las instituciones a través de procesos extralegales que les permitan a los presidentes gobernar sin contrapesos y eliminar la disidencia política.

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Crédito: Cancillería Colombia

El gobierno de “los nadie y las nadie” ha generado grandes expectativas de cambio en millones de ciudadanos, y no será fácil para Petro y Márquez realizar mejoras tangibles en la calidad de vida de la gente a corto plazo. No obstante, la izquierda tiene la oportunidad de deslastrarse de la ideología y la polarización para llevar adelante, en Colombia, un gobierno comprometido con la agenda social y el medioambiente.


Notas:

ARCINIEGAS, Y. (7 de agosto, 2022): “Gustavo Petro: ‘Hoy empieza el gobierno de la vida, de la paz’”. En: France 24. Disponible en: https://www.france24.com/es

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