El artículo reflexiona sobre la convalecencia del papa Francisco en el Policlinico Gemelli, destacando la histórica relación entre los papas y el hospital, especialmente la de Juan Pablo II. Se menciona la devoción de los fieles que visitan su tumba, dejando notas conmovedoras que expresan sus anhelos
y súplicas
Mientras apuraba estas líneas para entregarlas a la imprenta, todos los católicos del mundo seguíamos pendientes de lo que acontece en una habitación de la décima planta del Policlínico Agostino Gemelli de Roma, en la que el papa Francisco convalece por una afección respiratoria desde hace varias semanas. Las últimas noticias invitaban a un cauteloso optimismo dentro de la complejidad del cuadro. La situación parece estable aunque, como declararon los médicos días atrás: la vida del Papa no corre peligro, pero tampoco está fuera de peligro, pues cualquier cosa puede desestabilizar un cuadro clínico en precario equilibrio. Dios mediante, todo será para bien.
Más allá de los partes médicos diarios, no sabemos lo que ocurre detrás de la plomiza fachada del Gemelli, pero sí hemos podido ser testigos de la diaria peregrinación de fieles que se acercan a orar, a llevar flores y encender velas en las afueras del hospital. Los vínculos entre los papas y el Policlínico comenzaron desde que Pío XI, en 1934, donara 37 hectáreas en la colina de Monte Mario para que allí se fundara la Facultad de Medicina de la Universidad Católica del Sagrado Corazón.

La Facultad de Medicina fue inaugurada en 1961 por San Juan XXIII. Tres años más tarde, el Policlinico acogió a sus primeros pacientes y fue inaugurado oficialmente el 10 de julio de 1964. Tanto Pablo VI como Benedicto XVI acudieron allí en diversas ocasiones (1).
Pero antes de Francisco, solo un Papa había sido internado por razones médicas, cuya historia está estrechamente ligada al Gemelli: Juan Pablo II. Llegó allí por primera vez en circunstancias dramáticas tras el atentado de la Plaza de San Pedro en 1981. Después lo visitaría en distintos momentos a lo largo de su pontificado: diez hospitalizaciones y tres visitas. “Agradezco a este ‘Vaticano número tres’, a este Policlínico Gemelli, todo lo bueno que he encontrado aquí, en los profesores, en los médicos, en las religiosas y en todo
el personal”. Se ha convertido en un “Vaticano número tres”, explicaba el papa Wojtyla después del Ángelus
del 13 de octubre de 1996, acuñando esta expresión mientras miraba desde la ventana de su habitación
del hospital, “porque el ‘Vaticano número uno’ es la Plaza de San Pedro” y “el número dos es Castel Gandolfo”.
Como testimonio de esa larga y estrecha relación, se erigió una vívida estatua suya en la plazoleta central
del hospital que se ha convertido en una especie de altar votivo al que acuden por estos días los fieles para
manifestar su cercanía y orar por la salud de Francisco. Ha querido esa estatua rodeada de velas –en la que resalta la férula forjada por Raffaele Scorzelli para San Pablo VI, que representa la imagen del Crucificado con el travesaño curvado hacia abajo, y que es todo un emblema del papado– recordarme que este 2 de abril se cumplen veinte años de la marcha al Padre del papa Wojtyla, y así he vuelto sobre algunos pasajes de su vida y su obra, en particular los recogidos en el buen libro Historia de mi vida, que compila y refunde numerosos testimonios y documentos bajo la cuidadosa edición del periodista Saverio Gaeta. Rescato unos fragmentos del entrañable texto del cardenal Angelo Comastri, arcipreste de la Basílica de San Pedro hasta 2021, que sirve de introducción al volumen, prologado además por el entonces cardenal Bergoglio.
Corría el mes de mayo de 1981. El miércoles 13 se celebraba la festividad de la Virgen de Fátima y Juan
Pablo II se desplazaba a encabezar la ceremonia en un vehículo descubierto, atravesando una abarrotada
Plaza de San Pedro. El asesino a sueldo turco Mehmet Ali Agca, camuflado entre los feligreses, disparó cuatro veces contra el papa a quemarropa con una pistola semiautomática Browning Hi-Power calibre 9mm. Tras una aparatosa evacuación el papa fue llevado al Palacio Apostólico para un primer diagnóstico. Tras comprobar que sufría una importante pérdida de sangre, fue trasladado de urgencia al Gemelli aquella fatídica primera vez, donde pasó por seis horas de cirugía intestinal de emergencia. Aunque mantendría algunas secuelas, pudo recuperarse con relativa rapidez. Algunos meses después, el 3 de noviembre, el papa quiso agradecer personalmente al personal de la clínica Gemelli: Estoy ante ustedes sin un papel escrito. Tengo que encontrar ese papel dentro de mí, porque todo lo que quiero y tengo que decir está escrito en mi corazón.
A propósito de papeles escritos, cuenta el cardenal Comastri, con la complicidad y satisfacción de quien
ha sido testigo y custodio de algo entrañable, que todos los días visitaban la tumba del papa Wojtyla en
las grutas vaticanas entre diez y doce mil personas, lo que es una demostración inequívoca del entusiasmo
CORTESÍA EFE / AP / GIUSSEPE LANI y fervor que sigue despertando su figura y ha convertido el lugar en
un pequeño santuario de peregrinación. Muchas de esas personas dejan notas sobre la lápida, algunas
en forma de diálogo. En esas notas, agrega Comastri, se encuentra todo el vocabulario de los sentimientos
humanos, correlacionados con el amplio abanico de los sentimientos expresados por San Juan Pablo II a lo
largo de su vida, en un camino que parece conducir misteriosamente a las profundidades de su corazón
grande y bondadoso.
Dicen, algunas de esas íntimas notas, cosas así: Querido papa Juan Pablo: tú que has amado tanto a la
familia, protege también a la mía; Juan Pablo, te encomiendo a mi hijo que está alejado de la fe, llévalo a
Dios; Juan Pablo, estoy esperando a una criatura, haz que todo vaya bien, te la confío desde este momento.
Recuerda Comastri especialmente la conmovedora carta de una niña que había oído hablar de la guerra
en el telediario: Juan Pablo, tú estás en el cielo y las bombas las lanzan desde el cielo. Páralas tú…
Referencias
[1] https://www.vaticannews.va/it/papa/news/2021-07/storia-papi-policlinico-gemelli