Por Juan Salvador Pérez*
En medio de la pandemia que tiene al mundo de cabeza, la economía ha sido uno de los sectores más afectados. En este contexto, los empresarios de todo el planeta y, en especial los venezolanos, que no solo deben sortear los retos de la Covid-19, sino también los de una sociedad en emergencia humanitaria compleja, buscan respuestas ante los grandes retos que plantea este nuevo escenario, hasta ahora desconocido.
Por eso, desde la Revista SIC, quisimos extender este seriado de entrevistas especiales a empresarios para conocer sus opiniones acerca de cuatro temas que creemos son fundamentales – ahora más que nunca- en esta nueva realidad mundial: la solidaridad, el trabajo, la pobreza y la paciencia.
En esta oportunidad contamos con los aportes de Juan Francisco Mejía Betancourt, licenciado en Ciencias Administrativas Banca Finanzas de la UNIMET (Venezuela) y magíster en Gerencia de la Escuela de Negocios ESADE en Barcelona-España. Cuenta con una amplia experiencia en el sector empresarial e importantes responsabilidades en gremios y asociaciones nacionales y regionales. Ha trabajado en múltiples programas como consultor internacional de Organismos Multilaterales como: la CAF, PNUD, UE, BID-FOMIN. En la actualidad es presidente fundador – director de la firma WOKI Consulting Europa radicada en Madrid, España. Director de la Cámara de Comercio de Caracas desde el año 2010, de la Cámara Venezolana de Franquicias y del Circuito de la Excelencia.
Solidaridad. Alguna vez, leí una frase de José Antonio Marina que decía: “En el mundo de los hombres, Dios actúa a través de los hombres”, es decir, el llamado que nos hace Dios es a estar presentes en el mundo y actuar. La palabra solidaridad, tan de moda, tan en uso, es un derivado del adjetivo latino solidus (sólido, firme, compacto). ¿Cuál es hoy el llamado a la solidaridad para un empresario en términos concretos?
Hay un valor que define a un buen empresario, la ética. La ética, en cómo se preocupa por el bienestar y crecimiento de sus colaboradores y sus familias, ofreciéndoles las mejores condiciones posibles, la ética entregando el mejor servicio o producto al consumidor, la ética asumiendo la responsabilidad ante la sociedad que lo rodea y la ética respondiendo ante sus accionistas, para que sigan creyendo en la empresa. Ser solidario como empresario no significa “ayuda humanitaria”, es hacer su trabajo con rectitud, sin mezquindad y pensando en el colectivo que le rodea, actuando como un buen maestro y guía.
Solidaridad es estar cerca, es reconocer que existe una desigualdad que es inadmisible, es no solo pensar en lo individual sino en lo colectivo, es abrir las puertas de la empresa al desarrollo del talento de cada uno, es poner al servicio de la sociedad nuestro acervo de conocimiento, es ponerse codo a codo con los colaboradores para mejorar sus competencias y su autoestima.
El noventa y nueve por ciento de las empresas de América Latina son pequeñas y medianas, son organizaciones humanas, con dificultades y sentimientos, no son máquinas y estructuras solamente. En esa misma dimensión, su posibilidad de tener un impacto significativo en la sociedad es limitado, por ello, la unión y redes de colaboración entre empresas es fundamental. Un grupo de empresas actuando juntas son potentes, la asociatividad es virtuosa y allí empiezan a surgir espacios para la actuación en aspectos relativos a la articulación entre la sociedad y las empresas.
En este sentido, la promoción de estructuras que promuevan la educación, la recreación, la calidad de vida, la asistencia técnica, de nuestros colaboradores y su entorno cercano, son acciones posibles en un ambiente de cooperación entre empresas.
Trabajo. Enrique Shaw, empresario que actualmente se encuentra en proceso de beatificación, decía que los empresarios debían: “Crear trabajo… y cuanto más eficiente sea nuestra labor, más recursos tendrá la Providencia para repartir entre los pobres y necesitados”. ¿Qué significa para usted crear trabajo?
Crear trabajo no es una estadística. Crear trabajo significa generar ilusión en la persona, en tu colaborador, ofrecerle oportunidades para que pueda crecer en lo personal y lo profesional, que tenga incentivos para sacar adelante su familia y pueda verlos a la cara con orgullo por lo que hace. Crear trabajo implica apostar por la dignidad humana y el potencial que cada persona tiene, crear trabajo implica formar para mejorar capacidades y competencias.
Una empresa crea trabajo cuando le va bien y cuando lo hace con los principios éticos que mencionábamos anteriormente. Para que le vaya bien tienen que confluir un conjunto de factores internos que dependen de las capacidades de la propia empresa y externos que dependen principalmente de la calidad democrática y eficiencia en el manejo de los recursos públicos.
El trabajo, así como el capital, requieren de libertad. Necesitan un estado de justicia, no solo social, sino de unas reglas de convivencia mínima que nos den confianza y una vista larga.
Pobreza. La filósofa española Adela Cortina ha venido planteando que existe una suerte de rechazo cultural a la pobreza (aporofobia, fobia o temor al pobre, lo define ella) y nos hace una invitación a superar esta conducta excluyente y antidemocrática. ¿Cómo debemos actuar ante la pobreza? ¿Qué debemos hacer ante esta realidad?
En la primera pregunta, hablamos del compromiso de la empresa con la sociedad. Este pasa por preocuparse por lo que sucede en esa sociedad, y cómo un empresario puede involucrarse con ello. No solo se trata de aportar fondos a causas nobles, sino para aquellos que no tienen esa posibilidad porque su negocio no se lo permite o simplemente no da. Lo importante es conectarse, tratar de influir, liderar esfuerzos colectivos que permitan mejorar su entorno.
La primera línea de acción está en su propia gente y sus familias, con sus proveedores y clientes y con su comunidad más cercana, donde tenga posibilidades de actuar en todos esos ámbitos, en aspectos como la formación técnica y profesional, la capacitación en el trabajo, el desarrollo de mejores condiciones y oportunidades para que esas personas puedan promover su propio potencial.
Superar la pobreza crítica, aquella que es estructural, requiere de un esfuerzo consensuado de toda la sociedad, que permita destinar recursos para facilitar la salida de esa condición compleja, pero esta debe hacerse con la combinación de un estímulo público y con incentivos privados, a través de la promoción de oportunidades de trabajo. Este esfuerzo integrado es lo que permitiría a las personas rescatar su propia dignidad, y sentirse útiles y parte de la sociedad donde viven.
Paciencia. Hoy la humanidad atraviesa tiempos duros. Los tiempos duros demandan actitudes virtuosas, y entre esas virtudes se destaca la Paciencia. “Patientia” viene del latín “patis”, sufrir. Hoy la entendemos como la capacidad de soportar adversidades. ¿Qué nos exige ser pacientes en estas circunstancias actuales?
La paciencia viene aparejada a la esperanza, a la perspectiva de una vida distinta y mejor que la actual. La paciencia por sí sola no es positiva sino existe un sentido de creación y crecimiento, de proactividad constante, de búsqueda incesante de oportunidades, de trabajar con tu entorno en lo que es posible y está a tu alcance, paciencia a solas no, y por eso es por lo que, a veces, se agota.
Hemos perdido mucho, y no ha sido por falta de paciencia, ha sido por las inmensas adversidades a las que hemos estado sometidos todos los venezolanos. La paciencia no es quedarse paralizado, sino hacer lo posible porque las cosas cambien, desde la posición que uno pueda.
La empresa y el emprendimiento venezolano han demostrado mucha paciencia ante la compleja ruta que les ha tocado transitar, en muchos casos fuera del país. Una diáspora muy grande se ha ido porque la paciencia se les agotó, que no significa que los paralizó, por el contrario, los activó a buscar otras fronteras donde trabajar y prepararse para, una vez superados los problemas que nos aquejan, volver y poner encima de la mesa lo que han aprendido y asimilado.
Nadie quiere mártires, nadie quiere empresas cerradas, nadie quiere una sociedad sin esperanza y aspiraciones, nadie quiere ciudadanos sin voz, lo que se quiere entonces es un país con una paciencia activa y beligerante, que no le de descanso a la creatividad y a la innovación. Por ello, es tan importante devolverle a cada persona esa capacidad e impulso para salir adelante por sus propios pies, y allí está el empresario para darle una mano.
*Abogado. Magíster en Estudios Políticos y de Gobierno. Miembro del Consejo de Redacción SIC.