De lo online a lo offline
En cuestiones de paz, los jóvenes también son aliados. Dentro de ese esquema, jóvenes observados en una investigación etnográfica[1] trasladan el modo de ser y estar en comunidades digitales a los ámbitos comunitarios presenciales del barrio para reposicionarse y reposicionar a otros (Critchley, 2007; Di Felice, 2012).
En este movimiento, los jóvenes apelan a sus habilidades digitales vinculantes para desarrollar la educación para la paz, porque según ellos, lo que se debe buscar es tejer lazos entre agentes (Howe y Strauss, 2018; Taylor, 2014).
Los jóvenes construyen una imagen perfil, implican a otros a su comunidad, construyen normas de relación, desarrollan interacciones y acciones en el barrio como si estuviesen actuando en uno de sus medios digitales.
Fundamento – activador
Esos jóvenes encuentran en el mensaje cristiano de la religación el fundamento de su asociatividad presencial. Porque ese principio establece como absoluto el siempre estar vinculados a otros, por medio de relaciones sociales positivas que impulsen dinámicas colaborativas en función del bien común para todos.
Para los jóvenes la diversidad sociocultural posibilita mayores relaciones y manifiesta lo bello, bueno, divertido y excitante del mundo digital o presencial que hay que preservar y potenciar con acciones.
En consecuencia, a esos jóvenes les afecta, preocupa y moviliza la violencia, ya que es el problema social que del modo como se presente: polarización, fragmentación, violencia criminal, familiar, etc., acaba con toda posibilidad de vida en comunidad, porque rompe vínculos sociales, produce relaciones disruptivas entre los vecinos e impide el trabajo conjunto a favor del bien común de la diversidad que integra al barrio (Briceño-León, 2012).
La imagen que proyectan
Los jóvenes construyen una imagen de “chamos buenos, competentes y líderes” (Shunk, 2012), que hacen lo que la sociedad estipula regularmente para su edad. Pero esa imagen también visibiliza lo que hacen extraordinariamente por la comunidad producto de su identidad de líderes juveniles, que los impulsa a protagonizar acciones socio educativas en el espacio público.
El perfil social explicita todo ese ser y estar comunitario juvenil a través de una imagen que es un aparecer presencial que saca a los jóvenes del anonimato y los expone a plena cotidianidad del espacio público del barrio.
Esa representación juvenil está avalada por su forma de intervenir en la comunidad; es decir, es una imagen con contenido experiencial; la imagen puede ser relatada con acciones verificables y no mera representación vacía, que no tiene asidero fáctico ni discursivo en lo que los jóvenes son en el barrio.
Entonces, es una imagen juvenil honesta y genuina; que muestra la belleza, diversión, riesgo, diversidad y colorido de la gente del barrio. Por lo tanto, resulta llamativa y atractiva (Woolfolk, 1999). A la gente del barrio le gusta esa imagen que les ofrecen los jóvenes.
Ahora bien, esa imagen es incompleta, porque oculta la frustración y desánimo juvenil por las dificultades del trabajo en un barrio caraqueño. Esa faceta nunca la publican, sino en sus espacios privados grupales, cuando evalúan actividades en las que hubo baja participación comunitaria.
La aspiración a ser influencers
Con esa imagen de perfil que es un “nosotros” de rostros vulnerables los jóvenes quieren contar con apreciación, nombre y rol social (Yukl, 2013), que se les conozca, admire y sean punto de referencia en la vida del barrio (Shunk, 2012), que les posibilite estar en posición de respeto y autoridad para modelar tendencias en la dinámica comunitaria en cuanto a la transformación de flujos relacionales violentos, por otros más cristianos y ciudadanos.
Por tal motivo, con imagen atractiva quieren conectar a sí a la mayor cantidad de vecinos, para que se contagien con los mismos deseos y sueños de una “comunidad distinta, que sí puede vencer la violencia”.
Desean implantar dinámicas miméticas que se reproduzcan y contagien, tal cual un virus y transformen rasgos culturales violentos originando relaciones interpersonales fraternas y pacíficas.
![Jovenes 2](https://revistasic.org/wp-content/uploads/2025/02/IMG_5560-1024x787.jpg)
Interacciones desde la lógica del juego
Su influencia social la ejercen por medio de interacciones. Los jóvenes se relacionan de tú a tú, ¿chatean?, con personas diversas de la comunidad, principalmente, por medio de las actividades socioeducativas que realizan; lo que significa que se trata de grupos destinatarios reducidos a nivel cuantitativo.
En esos grupos pequeños, los jóvenes practican valores democráticos que han aprendido en su formación de liderazgo, que los llevan a ofrecer relaciones sociales caracterizadas por la inclusión, respeto, libertad de expresión, debate de ideas, trabajo cooperativo, etc.
Ese es el modo de relación que desean que lo imiten sus vecinos. Para ello crean situaciones de diversión, disfrute (Howe y Strauss, 2018), intensidad, riesgo, compartir comunitario, en el que todo el mundo está invitado a jugar a ser mejores vecinos y ciudadanos.
En esos espacios de interacción democrática y lúdica lo legal, -Constitución Nacional y Derechos Humanos Universales-, es superado por lo ético cristiano. Porque los valores cristianos y democráticos son los que privan en la relación pedagógica y no tanto artículos legales que no conocen; pero cumpliendo tales valores, los jóvenes obedecen también el mandato constitucional.
Entonces, se trata de una ciudadanía comunitaria confesional que interactúa apegada al Estado de Derechos y no meramente personas creyentes que se relacionan religiosamente fuera de la Constitución.
Comunicación memética – “post”- para la ciudadanía
Los jóvenes no comunican sucesos violentos (la negatividad), porque eso ya es sabido por sus seguidores, tampoco reflexionan con la comunidad ni con organismos del Estado sobre ese problema social; sino que ofrecen mensajes éticos (capsulas) que pretenden capacitar a los vecinos para incrementar la convivencia democrática y disminuir los incidentes que rompen con lo significativo de ser comunidad.
No comunican historia, teorías, metodologías, leyes, ni dogmas sobre la convivencia pacífica, sino mensajes tipo memes (Dennett, 1992); quiere decir que son comunicaciones con información ética breve, comprensibles, contagiosos y cercanos a la vida cotidiana de la gente del barrio, para que los vecinos los incorporen y los practiquen en la cotidianidad del barrio.
A nivel digital, esos mensajes que reconfiguran interacciones podrían ser considerados como una especie de virus informático. Lo llamaríamos el “virus de la paz y la hermandad” que consiste en una serie de mensajes e instrucciones que orientan actitudes y comportamientos en las personas que los reciben motivándolos a establecer lazos sociales, desarrollar modos relacionales democráticos y trabajar en conjunto con los demás vecinos por el bienestar colectivo.
Con ese tipo de comunicación, que se difunde a través de estrategias lúdicas, espirituales y culturales, persiguen inscribir en lo profundo de cada vecino el mensaje de la paz y la hermandad, para que desde lo íntimo olvide la violencia, crea, sienta, imagine y practique fraternidad con todos los demás.
Es decir, los jóvenes quieren implantar en el cuerpo de los vecinos la enseñanza cristiana de la religación para que los impliquen en su totalidad de persona y actúen íntegramente en torno a la convivencia pacífica y sean ciudadanos comunitarios.
Los ciudadanos comunitarios –confesionales- son vecinos que reconocen el lazo social con los otros, asumidos como prójimos-hermanos-amigos; se relacionan democráticamente con todos y debido a su sentido comunitario trabajan colaborativamente por el bien de todos.
En un tiempo cuando se habla de “ciudadanía global” (Taylor, 2014; Tickell, 2016), los jóvenes enseñan más bien la ciudadanía localizada, enraizada en contextos locales donde el ciudadano existe y participa en beneficio de personas concretas, niños, jóvenes, mujeres y personas de la tercera edad (Serna, 1998), inspirados por el mensaje cristiano de la paz. En razón del lazo social asumido, esos ciudadanos locales actúan en vinculación con otros (Lederach, 2008).
Vinculación con otros y acciones ciudadanas en red
Los jóvenes utilizan lo atractivo de la imagen, de las relaciones democráticas y de proverbios éticos sencillos, para conectar a otros con su causa, sean personas, grupos, organizaciones o instituciones, internas o externas a la comunidad, lo que sugiere un enfoque participativo de cogestión, como lo define Sanjuán (2005) en coincidencia con el modelo local solidario de Borja (2011).
En efecto, desarrollan metodologías de trabajo participativas que crean oportunidades para que vecinos y agentes sociales diversos sumen esfuerzo en pro de la convivencia pacífica en el barrio.
Los jóvenes son el nodo articulador de todos, por lo cual construyen como una especie de acción ciudadana en red centralizada gracias a las actividades que impulsan (trabajo en red en función de eventos); todo depende de los jóvenes, quienes crean comisiones, asignan responsabilidades, distribuyen información, coordinan la ejecución y evaluación de las acciones (Lederach, 2011).
Se trata de una acción vinculante circunscrita a lo suburbano-urbano, offline. Se establece una relación más positiva en la que esos ámbitos de la sociedad se potencian recíprocamente. Lo urbano comparte sus recursos y aprende del barrio y viceversa. Eso convierte a los jóvenes en tejedores de lazos sociales e institucionales internos y externos a la comunidad.
Los jóvenes se muestran como líderes comunitarios inclusivos con capacidades y habilidades para articular afectivamente la diversidad social en función de causas urgentes, honestas y genuinas como la paz; esto los convierte en ciudadanos que deberían ser incentivados y apoyados por políticas públicas tendientes a construir convivencia pacífica en comunidades suburbanas polarizadas, fragmentadas y con cultura violenta. En síntesis, los jóvenes no son victimarios para encarcelar, sino aliados para apoyar.
¡Feliz día de la juventud!
Notas
[1] Extracto del trabajo de grado del autor del apartado para optar al título de Magister en Psicología Social, en la Universidad Central de Venezuela: Jóvenes, participación social y convivencia pacífica. Caso Asociación Civil Huellas, La Vega, Caracas. (2019).