Scroll Top
Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.

José Gregorio Hernández: el santo de los venezolanos

jose-gregorio-hernandez-el-santo-de-los-venezolanos
Foto: Spencer Platt | Getty Images.

A propósito de los recientes avances en el proceso de beatificación del Dr. José Gregorio Hernández, compartimos con ustedes un dossier publicado en junio de 2019 en la Revista SIC 814, escrito por el P. Javier Duplá s.j, en el marco del centenario de la desaparición física de este loable cristiano y médico venezolano. 

Por Javier Duplá, s.j.

Este 29 de junio de 2019 se cumple un siglo de la trágica muerte de José Gregorio Hernández. No hay figura pública más reconocida en Venezuela, junto con el Libertador. Es reconocida por un triple motivo: por su magisterio científico, por su dedicación al ejercicio de la medicina y por su santidad. Fue el fundador de la medicina científica moderna en Venezuela, que él introdujo al iniciar las cátedras de Bacteriología, Histología Normal y Patológica, y Fisiología Experimental; además participó en la fundación de la Facultad Médica de la Universidad Central de Venezuela. Sus estudiantes le admiraban por la claridad y precisión de sus exposiciones, basadas no solo en su aprendizaje en Caracas y en París, sino en su ejercicio como médico. Era además inclinado a la investigación, para la que estaba muy dotado, pero no pudo dedicarle mucho tiempo por la atención a los pacientes y la dedicación a la enseñanza. Como lo resumió muy bien su colega y amigo, el doctor Luis Razetti, en un artículo publicado en El Universal el 1 de julio de 1919, al día siguiente de su muerte:

Fue médico y científico al estilo moderno: investigador penetrante en el laboratorio y clínico experto a la cabecera del enfermo; sabía manejar el microscopio y la probeta, pero también sabía dominar la muerte y vencerla. Fue médico profesional al estilo antiguo; creía que la medicina era un sacerdocio, el sacerdocio del dolor humano, y siempre tuvo una sonrisa cariñosa para la envidia y una caritativa tolerancia para el error. Fundó su reputación sobre el inconmovible pedestal de su ciencia, de su pericia, de su honradez y de su infinita abnegación.1

El santo de los venezolanos

Pero además fue:

… médico esclarecido, profesor universitario y maestro de excepción, el doctor Hernández adquirió desde el día que murió un nuevo título: el de un santo benefactor y protector, que ayuda a enfrentar el dolor que trae consigo la enfermedad y la muerte. El doctor Hernández es hoy en Venezuela la representación de un santo sanador, cuyo trasfondo es la fe inquebrantable y la creencia enraizada en lo más profundo de la cultura de un pueblo.2

La santidad de José Gregorio se fundamenta en su vida como excelente católico, en una época en que predominaba el positivismo anticlerical en las personas instruidas. Iba a misa y comulgaba todos los días, hacía un rato de oración diaria y leía la Imitación de Cristo. Quiso pertenecer a la Venerable Orden Terciaria Franciscana y a la Cofradía de Nuestra Señora del Carmen y fue fundador del Centro Católico. Trataba a todo el mundo con gran cercanía y actitud de servicio, especialmente a los enfermos que no podían pagarle, e incluso les regalaba las medicinas que él mismo les compraba. Fue reconocido por todos como “el médico de los pobres”. Desde joven se sintió atraído por el convento y, en 1908, abandonó las cátedras y su trabajo de médico para ingresar en la cartuja de Farnetta en Lucca, Italia. Después de varios meses el prior le dijo que no era esa su vocación y regresó a Caracas a sus ocupaciones como profesor universitario y como médico muy solicitado y querido. Hizo otros dos intentos para consagrarse a Dios: a su regreso de Italia quiso estudiar en el Seminario Metropolitano, pero sus alumnos insistieron en tenerlo como profesor y guía, y el arzobispo Juan Bautista Castro, su confesor y amigo, le dijo que su vocación era ser un laico ejemplar. Todavía hizo un último intento en 1913 y fue a estudiar al Pontificio Colegio Pío Latinoamericano de Roma, pero contrajo tuberculosis y tuvo que regresar de Europa a su pesar; por suerte, viajó de regreso desde Le Havre días antes de comenzar la Primera Guerra Mundial.

El 29 de junio de 1919, uno de los pocos carros que circulaban por Caracas lo atropelló en la esquina de Amadores, en La Pastora, cuando regresaba de comprar las medicinas que él mismo había recetado para una anciana enferma. Las manifestaciones de dolor por su muerte nunca se habían visto en Caracas: desde el presidente encargado de la República, pasando por los colegas médicos que le admiraban (como el doctor Luis Razetti), por el arzobispo de Caracas, el clero, los que habían sido sus colegas de enseñanza, y los miles de pacientes que él atendió en sus treinta años de ejercicio profesional… todos manifestaron de mil formas el dolor que sentían por su muerte inesperada. El Ávila se despobló de flores para componer los cientos de coronas que llevaron a su tumba en el cementerio del sur de la ciudad no solo el día de su entierro, sino durante años y años hasta el día de hoy.

En el sentir popular la santidad de José Gregorio se manifiesta en las curaciones que hizo y sigue haciendo a los miles de devotos que se acogen a su intercesión. Este es un fenómeno nunca visto en Venezuela: la expresión de la veneración de la gente por José Gregorio se expresa en la vida corriente. Bodegas, ferreterías, expendios de licores, talleres mecánicos, abastos, autobuses, laboratorios, llevan su nombre y tienen una imagen de él grande o pequeña. Hay muchas capillas construidas a su nombre al borde de diversas carreteras en todo el país. Muchas familias tienen altares domésticos con su imagen pintada o de bulto. Hay muchos hombres que llevan su nombre porque las madres de ellos tuvieron dificultades de gestación o de alumbramiento y le encomendaron a él su criatura. La santidad de José Gregorio se expresa, por tanto, en sus continuos favores de curación, que suman miles y están recogidos en carpetas en la sede de su postulación como santo en la iglesia de la Candelaria donde reposan sus restos.

La Iglesia lo ha declarado Siervo de Dios desde el inicio del proceso de beatificación en 1949, reconociendo sus virtudes heroicas. En un segundo paso el papa Juan Pablo II lo declaró Venerable en 1986. Él quedó impactado cuando recibió un libro con cinco millones de firmas pidiendo su beatificación. Actualmente se está esperando que se cumplan las condiciones requeridas para reconocer como milagro la reciente curación de la niña que recibió en Apure un balazo en la cabeza cuando unos malandros querían robarle la moto al papá. La inexplicable curación fue llevada a Roma por el Cardenal Porras para que sea reconocida como milagro y así proceder a su beatificación. Hay otros casos de curaciones muy sonadas desde los tiempos en que comenzó el proceso, como la curación del niño Lange y de la niña María Elena, atropellados por un automóvil y destrozados por dentro, que se recuperaron muy pronto ante el asombro de los médicos que los atendieron. Pero la presencia salvadora de José Gregorio ocurre con frecuencia en numerosas personas que se han encomendado a él y han visto alivio a su enfermedad. Muy llamativo es el caso relativamente frecuente de niños de pocos años de edad que afirman haber visto mientras estaban en la cama cómo un señor vestido de bata blanca les sobaba la parte del cuerpo que les dolía y que a la mañana siguiente ya estaban curados. Algunos psicoanalistas han tratado de dar explicaciones que tienen que ver con alucinaciones o creaciones de la mente, pero eso es difícil de atribuirlo a niños de corta edad.

En resumen, todos sienten a José Gregorio como un hombre cercano al venezolano común: de origen andino humilde, su madre le enseñó a rezar desde pequeño y a respetar y obedecer a su padre; gracias a sus estudios se asentó en la escasa clase media de la Caracas de entonces por su esfuerzo, dedicación y talento. Fue un hombre laico y civil, no sacerdote, que manifestó su fe religiosa sin embarazo. Llevó una vida corriente y atendió con cortesía y atención a todo el que se le acercó. Esta es la base para considerarlo una persona cercana a todos, pero, además, fue un santo reconocido por el pueblo y eso sí que lo destaca por encima de todos.

Pero ¿por qué está tardando tanto el proceso de beatificación de José Gregorio, que comenzó hace setenta años, en 1949? Ese proceso ha tenido retardos e interrupciones en parte debido a problemas dentro de la jerarquía venezolana, como el enfrentamiento entre monseñor Eugenio Nicolás Navarro y el arzobispo Lucas Guillermo Castillo, pero, sobre todo, le falta el reconocimiento oficial de la Iglesia de un milagro logrado por su intercesión. Él ha hecho miles de favores y sigue haciéndolos, no solo en Venezuela, sino en Colombia, República Dominicana, Perú y España, pero el reconocimiento de un milagro exige un protocolo exigente y detallado que no se ha cumplido hasta ahora.


Para seguir leyendo este artículo les compartimos, a continuación, la versión impresa publicada en junio de 2019, en la Revista SIC 814: 

[pdf-embedder url=”http://revistasic.gumilla.org/wp-content/uploads/2020/06/814-junio-2019-web-21-32.pdf” title=”814 junio 2019 (web)-21-32″]

 

Fuente: Revista SIC 814.

Entradas relacionadas
Papa Pio XII

El 9 de diciembre, en el Instituto María Santísima Bambina, se celebró un acto con motivo del 80° aniversario del mensaje radiofónico de Navidad del Papa Pacelli en 1944. El evento fue presidido por el cardenal Mamberti y contó con la participación de oradores como Tornielli, director editorial del Dicasterio para la Comunicación, y Carboni, del Archivo Apostólico Vaticano. Este acto no solo conmemoró el mensaje del Papa, sino que también sirvió como un recordatorio de la relevancia de sus palabras en la actualidad.

diciembre 10, 2024
Nuestros Grupos