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Joe Biden y Venezuela

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Foto AP | Archivo

Por Pedro Pablo Fernández | @pedropablofr

Nunca antes los venezolanos habíamos prestado tanta atención a las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Nunca como ahora habíamos sentido que nuestra suerte tenía tanto que ver con la política norteamericana.

Algunos venezolanos veían a Trump como al salvador de Venezuela, como nuestra última esperanza, y para eso ha contribuido mucho la idea que se ha vendido de que Joe Biden es un instrumento del eje del mal, que quiere imponer al socialismo globalmente.

La verdad es que es muy poco lo que se puede especular sobre la visión política de Biden. El señor tiene más de 50 años de carrera política, fue senador desde 1973 hasta 2009 y vicepresidente durante los 8 años del presidente Obama. Es ridículo presentarlo como un socialista, porque en su muy larga trayectoria política ha sido reconocido siempre como un hombre de centro. Le tocó enfrentar y derrotar al ala socialista del Partido Demócrata representada por Bernie Sanders.

Biden fue vicepresidente de Obama y durante esa gestión la economía norteamericana creció, se crearon muchos empleos, se le dio un fuerte impulso al emprendimiento privado y hubo un respeto estricto a las instituciones democráticas y a la libertad de expresión.

Esa gestión se estrenó teniendo que enfrentar la crisis financiera más dura que ha vivido la economía norteamericana desde la Gran Depresión y logró superarla con mayor eficiencia que lo que preveían los pronósticos más optimistas. Si algo se le podría criticar a Obama de ese proceso es la inmensa cantidad de recursos que destinó a los multimillonarios agentes financieros que habían provocado la debacle del sistema.

Ni Biden es socialista, ni Venezuela está condenada a no superar la tragedia que vivimos.

Los EEUU en sus más de 200 años de experiencia han logrado construir un sistema democrático que se sustenta en instituciones y EEUU podrá ayudar a Venezuela si, y solo si, esas instituciones siguen funcionando.

Es el populismo el que destruyó la democracia en Venezuela y es el populismo el que amenaza a la democracia en todo el mundo.

Decía Martin Luther King, con mucha razón, que “una injusticia, en cualquier parte, es una amenaza a la justicia en todas partes”. Parafraseando a King podemos decir que los populistas que menosprecian las instituciones democráticas en cualquier país, son una amenaza a la democracia en todos los países.

El populismo es igual en todas partes. Los populistas buscan perpetuarse en el poder dividiendo y creando confrontaciones en la sociedad. Buscan dividir a los pueblos en buenos y malos, patriotas y antipatriotas para asumir la posición de salvadores de unos contra los otros.

Cuando el populismo es de izquierda, como es el caso de Venezuela, la división es entre pobres sufridos y explotados contra ricos avaros e insensibles; y cuando es de derecha, la división es entre buenos ciudadanos blancos y libres que se tienen que proteger de socialistas que quieren acabar con el sistema de libertades, acompañados de mexicanos violadores y negros delincuentes.

Los populistas de izquierda y de derecha son lo mismo. Promueven la confrontación y la división dentro de la sociedad para prevalecer en el poder. Son como imágenes frente al espejo. Uno levanta la mano derecha y en el espejo se ve la izquierda, pero hacen exactamente lo mismo.

Trump ganó su primera elección motivando a un segmento del país (blancos trabajadores de bajos recursos, de edad avanzada y poca instrucción académica) que no participaba políticamente. Los motivó creándoles un enemigo y presentándose como salvador. Su idea era que ese segmento, aun siendo minoritario, debidamente motivado por la preocupación de su propia subsistencia, le garantizara el poder a perpetuidad. Su estrategia, aunque perversa, fue exitosa, pero la sociedad americana se dio cuenta de la amenaza y salió a votar en estas elecciones como nunca antes en su historia.

El menosprecio que demostró Trump por las instituciones democráticas es exactamente igual al que mostró Chávez. Los populistas debilitan las instituciones porque las instituciones limitan su poder.

La falsa idea de que Trump iba a mandar unos marines a liberar a Venezuela fue desmentida una y otra vez por el propio Trump y sus colaboradores más cercanos. Si en algo fue consistente el expresidente Trump fue en su decisión de no meter a EEUU en “aventuras militares”. El peligro que corríamos con Trump es que él no es un hombre de principios y mañana podía sentarse con Putin o con empresas petroleras norteamericanas a llegar a un acuerdo sobre la base de compartir la explotación de las riquezas naturales de Venezuela, y hasta ahí llegaba el esfuerzo por el cambio en nuestro país.

Venezuela necesita la cooperación de EEUU en su lucha por restaurar la democracia y por superar la terrible crisis económica que ha traído pobreza, tristeza y miseria a los venezolanos, pero para eso necesitamos una política bipartidista, seria y responsable en EEUU que responda a los valores democráticos que compartimos con esa gran nación.

Nosotros tenemos que sacar a Venezuela del debate interno de EEUU y que deje de ser utilizada, como lo ha sido en los últimos años, como tema de campaña para conquistar los votos cubanos en Florida.

Necesitamos demócratas y republicanos comprometidos con los valores y principios democráticos. Necesitamos las instituciones democráticas norteamericanas fuertes.

Con el triunfo de Biden regresó la decencia política. Decencia que no es patrimonio del Partido Demócrata. Decencia es lo que ha predominado en la cultura política estadounidense, y por eso tienen más de 200 años de experiencia democrática.

John MacCain, emblema republicano, héroe de guerra, senador por muchos años, la noche en la que fue derrotado por Obama en el 2008 dijo:

“Amigos míos, hemos llegado al final de un largo viaje. El pueblo ha hablado y ha hablado con claridad. Hace poco, tuve el honor de llamar al senador Barack Obama para felicitarlo por haber sido elegido el próximo presidente del país que ambos amamos. Esta noche, esta noche más que cualquier otra noche, no tengo en mi corazón nada más que amor por este país y por todos sus ciudadanos, ya sea que me hayan apoyado a mí o al senador Obama. Le deseo buena suerte al hombre que fue mi antiguo oponente y será mi presidente”.

MacCain fue uno de los líderes más importantes y queridos del Partido Republicano de los últimos tiempos. Él y Obama tenían enormes diferencias, pero por encima de ellas estaba el amor que los dos profesaban por su país.

Los políticos que aman a su país, los estadistas, ponen por encima de sus diferencias las cosas fundamentales que los unen.

MacCain, enfermo de cáncer y sabiendo que estaba próxima su partida, preparó en vida su funeral y tuvo el gesto de llamar al Presidente Obama para pedirle que pronunciara unas palabras en su funeral. Ahí, en presencia de la viuda y sus hijos y de los expresidentes Bill Clinton y George W. Bush dijo:

“Venimos a celebrar un extraordinario hombre, un guerrero, un estadista, un patriota. Un hombre que representa lo mejor de América. El presidente Bush y yo estamos entre los pocos privilegiados que nos tocó competir con John para la más alta posición. Él nos hizo mejores presidentes, así como hizo mejor al Senado. Así como hizo a este país mejor. Por eso el hecho de que John en vida haya pedido que yo hablara en su funeral es un honor que no tiene precio para mí.”

El discurso completo de Obama es una joya, un ejercicio de generosidad hermosísimo. Es el ejercicio de la Política con P mayúscula. Líderes así hacen grande a la política. Hacen que tenga sentido. Líderes que ven al poder, no como un fin, sino como un instrumento al servicio de la construcción de una sociedad mejor.

Los países progresan cuando sus líderes ponen los intereses del país por encima de sus diferencias y crean consensos. Por eso, los años de mayor progreso en Venezuela fueron los 40 años que vinieron después del Pacto de Punto Fijo.

Esta elección nos abre una oportunidad. Ahora tenemos la tarea lograr un apoyo bipartidista en EEUU para la causa democrática en Venezuela y el mayor consenso de la comunidad internacional comprometida con los valores democráticos, pero por encima de eso, necesitamos un liderazgo nacional que sea capaz de unir a los venezolanos alrededor de un objetivo superior que no es otro que recuperar la democracia y la libertad para desarrollar un plan de recuperación económica que de logre superar la tragedia que vivimos y le de oportunidades de progreso y bienestar a todos los venezolanos.

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