Por F. Javier Duplá sj.
Ya han transcurrido 158 años desde que naciera en Isnotú (entonces llamado Libertad) el santo José Gregorio Hernández (JGH), pero parece que todavía estuviera vivo. ¡Y lo está realmente! Como se puede ver en los constantes favores que sigue haciendo a quienes le piden su ayuda. Para que alguno de estos favores sea declarado como milagro, tiene que cumplir una serie de requisitos nada fáciles de completar, como los testimonios escritos de los médicos tratantes, que refieran la situación muy grave del enfermo y luego su curación rápida e inexplicable médicamente.
Si usted, amable lector, le quisiera pedir a José Gregorio un gran favor, ¿qué le pediría? ¿Algo referente a su persona, a su familia, a algún amigo, a Venezuela? Si pensamos en nuestro país lo primero que se viene a la mente es el retroceso evidente en la salud de la mayoría y no solo por la pandemia del COVID-19. Han vuelto a aparecer la tuberculosis, la malaria, la disentería y el tifus por grave descuido de las condiciones habitacionales y la falta de medicinas. Ahí tenemos un campo propicio para la actuación de nuestro querido José Gregorio.
La educación está en ruinas. Muchos planteles públicos han sido abandonados y saqueados por los delincuentes, muchos de ellos jóvenes que abandonaron los estudios y no encontraron trabajo. Se ha retrocedido tanto que más de la mitad de los estudiantes de primaria y bachillerato no saben expresarse bien ni hablando ni por escrito. José Gregorio: ¡tienes mucho que hacer y mejorar en tu querida patria!
Pensemos en grande e incluyamos la cruel guerra que “el nuevo Hitler” ha declarado a Ucrania. O el éxodo masivo de tantos que sufren pobreza extrema, amenazas, violencias de todo tipo y por eso huyen de su país. Según la estimación más reciente de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en 2020 había en el mundo aproximadamente 281 millones de migrantes internacionales, una cifra equivalente al 3,6 % de la población mundial.
No hemos aprendido a convivir unos con otros como raza humana, no aceptamos diferencias en cuanto a modelos políticos, religiosos o estilos de vida. La Tierra está en grave peligro de cambio destructivo de la especie humana, pero eso no importa a los que pueden detenerlo… No sigo en esa línea, sino que cambio de registro para pedirle a José Gregorio que se asome a tanto desastre. ¿Qué puedes hacer para cambiar este mundo, para mejorarlo, aunque sea un poco? Ese poco salvaría la vida de millones, esparciría paz entre las naciones enfrentadas, frenaría las ansias de poder y de riqueza de tantos irresponsables. Podríamos rezar así, como tal vez José Gregorio rezó:
Aumenta Señor mi fe en ti, en ese rostro duro y violento que parece estar muy lejos de ti, en esas manos que se alzan con violencia porque nadie les ha enseñado a perdonar y acariciar; en esas mentes que solo piensan en intereses y dividendos, que solo buscan su propio placer y ventaja. Enséñame a verte en ellas también, en tratarlas como el negativo que puede dar realidad a una figura luminosa y hermosa.
José Gregorio es el médico de los pobres, que curaba a enfermos que no le podían pagar. Lo que le pido en el párrafo anterior nadie lo puede pagar, es un milagro grandioso de transformación del ser humano violento y poderoso, egoísta al máximo, irresponsable con las generaciones que vienen. ¿No es pedirle demasiado a nuestro santo? No, si lo hacemos muchos, muchísimos, con constancia y perseverancia, no solo este 26 de octubre, sino todos los días de nuestra vida.