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Jesús Piñero: “La UCV me formó en todos los sentidos, no solo profesionalmente”

5.1.1_Jesús Piñero retratado por Sergio González (@kuamachi)

Por Daniela Paola Aguilar*

En el marco de los 300 años de la máxima Casa de estudios de Venezuela, dedicamos este espacio para descubrir el rostro de un joven cuya voz ha hecho eco entre sus pasillos. Su trabajo ha llegado a las distintas esferas sociales y su experiencia habla del bien que se expande cuando se comunica de forma veraz y objetiva

Historiador y periodista de la UCV, donde también ha sido profesor, este joven caraqueño de 28 años nacido en la comunidad de Petare ha demostrado una pasión inefable por el país y su gente: su público predilecto. Con estudios profesionales en Edición e Historia Contemporánea de Venezuela, apuesta por la formación como clave para el desarrollo: la mayor parte de su tiempo se dedica a la investigación y formación de jóvenes. Su elocuencia trasciende las pantallas y su pluma es reconocida en portales como El Estímulo y Prodavinci. Para él, las palabras se escriben mejor con libertad y curiosidad.

Ser luz que vence la sombra, así describimos el ejemplo de este joven ucvista que con menos de 30 años está esperando la publicación de su tercer libro.

— En el marco de la celebración del tricentenario de la Universidad Central de Venezuela (UCV – 1721-2021), el profesor Alberto J. Navas Blanco ha publicado un libro dedicado a recordar los movimientos reformistas que tuvieron lugar en Hispanoamérica y favorecieron –entre otras cosas– la fundación de la primera universidad venezolana; un legado que abrió el camino a un nuevo tipo de modernidad en el país… ¿Cómo crees tú que la UCV ha influido en los procesos sociopolíticos y culturales venezolanos a lo largo de su historia?

—La influencia ha sido muchísima, por algo dicen que la Universidad Central de Venezuela es un reflejo del país. Por sus pasillos y sus aulas han pasado las grandes mentes venezolanas que han llevado las riendas de la nación por años. Esto no necesariamente ha sido positivo, pues basta ver la ideología de algunos estudiantes en la segunda mitad del siglo XX y la de quienes nos gobiernan actualmente. Pero eso da cuenta de que la UCV ha sido siempre un espacio democrático, un recinto en el que han convivido diferentes visiones y proyectos de país. Y de eso se trata la esencia universitaria, de la pluralidad de ideas y del pensamiento crítico.

Al profesor que comentas, Alberto Navas, tuve la oportunidad de editarle un libro llamado Presidentes ucevistas, que publicamos en la Asamblea Nacional en el año 2017, porque precisamente la mayoría de los presidentes de Venezuela que han contado con una formación universitaria han pasado por la UCV. Y eso demuestra que no necesariamente ha sido buena. Por un lado, en la UCV se formaron desde Cristóbal Mendoza, nuestro primer presidente civil, pasando por José María Vargas, hasta Rómulo Betancourt y Rafael Caldera, entre tantos otros demócratas; pero también estudiaron Antonio Guzmán Blanco o Victorino Márquez Bustillos, el primero como sabemos fue un megalómano y autoritario, y el segundo un funcionario al servicio de la dictadura más longeva. Eso hasta Delcy y Jorge Rodríguez quienes hoy detentan el poder junto a Nicolás Maduro. De manera que la influencia ha sido vasta y no siempre de aciertos, también de varios tropiezos.

Ahora que celebramos el tricentenario pudiéramos señalar que esa influencia histórica trasciende incluso los años republicanos, pues la UCV es más vieja que la República. Basta ver quiénes se formaron en sus aulas durante el siglo XVIII, hombres como Juan Germán Roscio o Francisco de Miranda, claves para nuestra independencia.

Entrevista
Crédito: Sergio González (@kuamachi)

Ser la tribuna de la educación plural en Venezuela, ha hecho a la UCV la sede de los principales debates políticos del país. El epicentro de las discusiones de nuestro pasado y presente. Siempre con miras al futuro, pensando en el porvenir. Esa presencia no ha sido pasiva nada más, sino también crucial para la historia. Lo podemos ver con la llamada Generación de 1928 o con el papel de los universitarios el 21 de noviembre de 1957. O, si nos vamos más atrás, revisemos cómo fue la batalla de La Victoria del 12 de febrero de 1814, con los estudiantes universitarios, los acompañantes de José Félix Ribas.

La UCV ha crecido con Venezuela, ha madurado y vivido sus procesos claroscuros. Y aún en el presente, sigue siendo una protagonista de primer orden en nuestra historia.

—La capacidad de resistencia popular generalmente tiene repercusiones culturales, socioeconómicas y políticas que a simple vista son difíciles de visualizar, pero que a largo plazo inciden significativamente en un sistema social dado. En este sentido, el Movimiento Estudiantil en Venezuela ha sido un elemento clave para el análisis… ¿Por qué la Universidad venezolana ha sido clave en la gestación de nuevos liderazgos emergentes?

—Porque la autonomía lo ha permitido, porque la libertad académica y el hecho de ser la primera casa de estudios del país, le ha dado ese papel tutelar frente a otras universidades. Te decía lo de la Generación de 1928 precisamente por eso. Por esos años la Universidad Central pensó la democracia en medio de uno de los tiempos más oscuros de nuestra historia. Betancourt, Caldera y Leoni fueron hombres que se formaron dentro de la Universidad Central de Venezuela. Y ellos, como muchos otros, edificaron la democracia que pensaron en los salones ucevistas.

Eso ha sido clave porque la pluralidad, la discusión y el debate de ideas siempre han recorrido sus pasillos, incluso en medio del caos actual. De hecho, ahora más que nunca ese debate se produce, pese a la situación universitaria. Aunque la Universidad Central parezca una burbuja en el medio de Caracas, no se escapa de su realidad. Allí hay un contacto directo de todas las esferas: el pudiente que quiere egresar por el prestigio que continúa gozando la UCV está sentado en la misma aula junto al menos favorecido económicamente que, aparte de entrar por eso mismo, lo hizo posiblemente porque no puede costearse una universidad privada. A mi parecer, ese contraste la hace más que una institución, la convierte en un país en miniatura. Y en ese salón hay intercambios. Eso, sin duda, contribuye con la gestación de los nuevos liderazgos, porque muchas realidades que se desconocen terminan coincidiendo. Lo cual es esencial para la formación de un líder, que no necesariamente es político, también gerencial, comunitario… ¿Qué más democrático que ese contacto?

Aparte, la UCV es una escuela de políticos. La movilidad de las elecciones estudiantiles, las campañas de las planchas y el papel que juega la Federación de Centros Universitarios dentro de la política nacional ha sido un trampolín para muchos dirigentes, de todas las toldas. La UCV no es un colegio o una institución común y corriente, es un espacio de convivencia, donde el rico y el pobre cuentan con los mismos derechos y las mismas oportunidades.

—Tú eres ucevista y de formación humanista. Sabemos que egresaste de la Escuela de Historia (2012) y de la Escuela de Comunicación Social (2019) con honores, pero sobre todo con mucho sacrificio. Ahora, en el ejercicio profesional ¿A dónde te va llevando esta fusión en un país cuya historia se ha visto vulnerada por el discurso oficialista y el libre ejercicio del periodismo es una utopía?

Lejos. Me ha llevado lejos. Y esto te lo digo sin jactancia ni mucho menos: haber elegido estudiar ambas carreras de manera simultánea ha sido de las mejores decisiones que he tomado en mi vida. Entrar a la Escuela de Historia abrió mi mente y ya en el segundo semestre de la carrera supe que eso era lo que quería hacer el resto de mi vida, investigar. Comunicación Social seguía presente y como mi mamá siempre dice que el peor trámite es el que no se hace, solicité estudios simultáneos y me los aprobaron. Fue así como se fue dando todo. Cuando estudiaba las dos carreras me di cuenta de que la fusión era lo máximo, pues claro: la historia versa sobre el pasado y el periodismo sobre el presente. La historia me da profundidad y la rigurosidad del discurso, pero el periodismo la forma de contarlo ameno, cercano, diáfano y próximo con la gente, que es al final el público al que siempre he querido llegar. A mi modo de ver, de nada sirve escribir libros densos para el claustro, si no me lee la ciudadanía, que es la que toma decisiones en las urnas electorales. Esos libros densos, por supuesto, son necesarios dentro de la investigación académica, pero creo que la buena redacción del periodismo y la rigurosidad del método histórico ha sido una extraordinaria fusión que conseguí por azar. No estuvo en mis planes, solamente se dio y ya.

UCV
Crédito: Sergio González (@kuamachi)

Un dato curioso y que complementa esto es que a comienzos de este año gané el segundo lugar del Premio de Historia “Rafael María Baralt”, que otorga la Academia Nacional de la Historia y la Fundación Bancaribe, para la Ciencia y la Cultura. Y adivina… ¡Lo gané con mi trabajo de grado que hice para la Escuela de Comunicación Social! Es un premio para historiadores jóvenes que yo gané con una investigación histórica y periodística a la vez. La historia es lenta, el periodismo es rápido. La historia a veces tiene camisa de fuerza, el periodismo no necesariamente. Pero ahí está lo rico, una me mantiene enfocado y la otra me da libertad.

Ahora, eso no significa que siempre ande en modo “historiador y periodista”, a veces me toca ejercer cada función por separado. Y eso por supuesto ha tenido consecuencias para mí en un país donde se pretende hacer de la historia un dibujo libre y del periodismo mera propaganda. Pero hasta ahora sigo siendo libre y espero continuar siéndolo siempre ya que, por encima de cualquier oficio, me considero un ciudadano crítico, abierto siempre a la discusión. La crítica es fundamental, de ella dependen la pluralidad y la democracia.

—Si algo tiene para enseñarle la UCV a sus estudiantes son valores; cívicos y morales, fundamentalmente. En su apuesta histórica, que hoy celebra trescientos años, se ha enfocado en la formación de ciudadanos integrales con un sentido de pertenencia inefable por su país. Son muchos los que han sido preparados aquí para vencer la sombra… ¿Qué te ha dejado a ti la UCV aún en medio de tantas dificultades? ¿Cuál es tu mensaje para los jóvenes profesionales que como tú –y como yo– siguen apostando por Venezuela?

—La UCV me formó en todos los sentidos, no solo profesionalmente. Me enseñó a resolver, a ser resiliente y a entender que los grandes éxitos dependen de nosotros mismos. Que el esfuerzo siempre recompensa. Tal vez el hecho de que, a pesar de las adversidades, he demostrado que siempre se puede salir adelante si estás enfocado en lo que quieres y sabes trazar un plan para conseguirlo. Me enseñó a perseverar. Además, en la universidad conseguí a mis mejores amigos.

Hoy por hoy, mi aporte, humildemente, pudiera apuntar a eso: demostrar que no importa quién eres ni de dónde vienes, solo importa tener foco y moverse en función de lo que quieres. Y ese aprendizaje me lo dio la UCV, sin duda. Allí uno tiene que resolver por su cuenta muchas veces, conocer gente, caminar de aquí para allá, discutir, conversar… O sea, esa formación profesional ucevista creo que todos la recibimos en algún momento, algunos más que otros, pero resulta crucial para el desenvolvimiento profesional posterior. Ahí podría estar la clave de mi éxito: no me rindo.

Entiendo que vivimos en un país complejo donde las planificaciones no siempre salen como uno desea pero, al final, con disciplina, tesón y muchísima paciencia lo logramos. Poder contar mi historia, mostrar mi origen y lo poco que he hecho a esta edad es mi mensaje para todos aquellos que quieren seguir apostando por el país y por la Universidad, porque la formación humana que nos da la UCV es necesaria, aunque a veces sea muy dura.

Que sean muchos más forjando lumbreras que vencen la sombra…

¡Gracias, UCV!

*Internacionalista (UCV). Jefa de redacción de la revista SIC. Miembro de la segunda cohorte del Voluntariado Profesional de la Compañía de Jesús en Venezuela “Proyecto Javier”.

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