Xabier Pikaza Ibarrondo
Pocos libros me emocionan ya en teología: Ojeo en librerías, consulto elencos bibliográficos, escribo recensiones de revistas, pero casi nunca digo “esto es nuevo”, aquí merece la pena detenerse. Pero éste lo ha logrado, es un “fuera de serie”.
No conozco personalmente a Pedro Trigo, aunque nos une el origen y la edad, él de Haro (Rioja alta), yo de Orozco (Bizkaia interior), él del 42, yo del 41… Ambos dedicados a temas de Iglesia y Teología.
Había seguido con interés su trayectoria (cf. //es.wikipedia.org/wiki/Pedro_Trigo), pero nunca había tenido ocasión de detenerme en ninguno de sus libros. Ahora sí, éste me ha impactado desde su primera línea: “No queremos hacer una cristología. No aspiramos a meter a Jesús en un sistema. No cabe en ninguno” (pag. 9).
Trigo ingresó de joven en la Compañía de Jesús, y a los 17 años fue enviado a cursar humanidades, filosofía y teología en América Latina (Ecuador), formando parte de una gran generación de “enviados” (entre ellos J. Sobrino, I. Ellacuría y J. L. Caravias) que se encarnaron en su nueva tierra y realizaron/realizan allí su labor de investigación y docencia, que ha contribuido de un modo eficaz al cambio de paradigma eclesial y teológico de los últimos decenios.
Trigo ha dirigido y dirige muchos y ha publicado muchas obras de gran valor (sobre todo, en editoriales hispanas como Mensajero y Sal Terrae), mereciendo el respeto y admiración de colegas y especialistas, siendo premiadas, incluso, con el Doctorado Honoris Causa en el Univ. Iberoamericana de México.
Pero ésta es, a mi juicio, la más significativa y valiosa de todas, no sólo por su forma de enfocar e interpretar el tema de Jesús, sino por hacerlo en diálogo con la mejor teología del momento actual, reinterpretando los orígenes cristianos, desde la perspectiva teológica y social de América Latina y desde la búsqueda más honda de las iglesias cristianas, que se identifican, cada vez más, con el retorno a la historia de Jesús (al Jesús de la historia).
Pedro Trigo pertenece a eso que pudiéramos llamar la “escuela del Papa Francisco”, con su amigo y compañero venezolano, el P. Sosa, General de la Compañía de Jesús; y es, en el momento actual, uno de los mejores analistas de la situación política y social de su país de adopción (Venezuela), uno de los pensadores más significativos de América Latina. Cf. como ejemplo:
División y despliegue. Siete parte
Esta obra, que es una culminación y compendio de la trayectoria teológica y humana de Pedro Trigo, podría presentarse como una Cristología (siendo, al mismo tiempo, una Eclesiología), pues se sitúa en el lugar de cruce y fecundación de la historia de Jesús y el surgimiento del cristianismo, allí donde la Iglesia vuelve a definirse, de un modo temático desde el principio del evangelio. Pero, con una modestia comprensible, aunque quizá exagerada, él ha querido presentarla y subtitularla Acercamientos orgánicos y situados a Jesús de Nazaret, bajo el título superior de Jesús nuestro hermano.
No es un tratado sistemático, pues a su juicio eso resulta en este momento imposible, por la complejidad del tema histórico y de la situación actual de la Iglesia, sino que consta de siete acercamientos, que abren un camino de búsqueda y comprensión de compromiso y utopía, sin ofrecer un estudio cerrado de los temas. Son, como dice el título, unos “acercamientos”, pero acercamientos orgánicos, es decir, vinculados entre sí y organizados de un modo ascendente, cómo un todo unitario, de manera que ofrecen una visión de conjunto de la historia y actualidad de Jesús de Nazaret.
Son, al mismo, unos acercamientos “situados”, tanto en la perspectiva histórica de Jesús de Nazaret (a quien descubren y estudian en su contexto político-social y religioso), como en la realidad actual de la Iglesia, mirada especialmente desde América Latina, una iglesia encarnada en el pasado de su tradición y en el futuro de su tarea mesiánica. En un primer momento, sus siete capítulos o partes pueden parecer desordenados, pero que después, a medida que se van leyendo, ofrecen una visión rigurosa de la “actualidad” de la palabra y obra de Jesús, en un contexto venezolana (latino-americano), abierto a la iglesia universal, de manera que los “acercamientos” se convierten en tratados sistemáticos del estudio y actualidad de Jesús, en nuestra sociedad (desde una perspectiva básicamente eclesial). Éstos son sus títulos y temas:
- Discernimientos de Jesús.
Tras este título de fondo jesuítico se esconde un tratado casi completo de la identidad de Jesús y de su impacto mesiánico, desde la perspectiva de historia, rigurosamente estudiada, con la ayuda de los mejores especialistas (especialmente hispanos) de los últimos decenios. P. Trigo no es historiador ni exegeta bíblico, en el sentido académico del término, pero ha sabido discernir y organizar los elementos y tareas de la búsqueda y estudio de Jesús, para formularlos en una serie de proposiciones ejemplares.
Ésta es la mayor tarea de la Iglesia y del cristianismo actual: Discernir los aspectos fundamentales del proyecto y compromiso de Jesús, desde su propia situación antigua, para nuestro tiempo. Se trata de volver a Jesús, pero no al Jesús ontológico de una cristología posterior, ni el Jesús “señor” de una Iglesia establecida en línea de poder, sino al Jesús histórico, mensajero e iniciador del Reino de Dios.
- La misión prepascual,
mirada en un primer momento desde Venezuela, pero abierta en el fondo no sólo hacia América Latina, sino a la Iglesia universal. Del “discernimiento” (esto es, del “ver y juzgar”) nos lleva Trigo al actuar cristiano, que se funda y define en la misión histórica de Jesús. Ciertamente, él asume la revelación e interpretación pascual de Jesús, pero no para quedarse allí, sino para volver creadoramente a la historia de Jesús, sabiendo que la Iglesia cristiana se funda en ella, pues la “misión prepascual” marca la Identidad de la Iglesia, que no nace tras la muerte de Jesús (en línea más paulina), ni con los grandes concilios del siglo IV o V, como se ha venido suponiendo muchas veces, sino en la misma historia de Jesús.
Esta recuperación de la “identidad” pre-pascual de la misión y vida de la Iglesia (sin negar nunca a Pablo, con su teología, pero yendo más al fondo que el mismo Pablo) constituye a mi juicio la aportación básica del proyecto de P. Trigo. No es que él haya “inventado” esa aproximación, pero es quizá quien mejor la ha tematizado a lo largo de los últimos decenios, de un modo más callado, más sobrio, pero muy profundo. No se trata, pues, de volver a Calcedonia o Nicea, para quedarse allí, sino de recuperar la historia viva de Jesús.
- La revelación a los insignificantes.
Desde esa perspectiva prepascual, P. Trigo recupera la identidad “jesuana” de la iglesia, invirtiendo la tendencia jerárquica y sacral de tiempos posteriores. Ciertamente, él no niega la necesidad de los grandes ministerios eclesiales (que en un momento dado se concibieron como jerárquicos, al estilo de la sociedad de su tiempo, en el siglo III-V), pero en la base de esos ministerios (y por encima de ellos) sitúa el descubrimiento y despliegue mesiánico de Dios en los pequeños, según el texto clave de Mt 11, 25-27 par.
Este retorno a los que parecen (y en un sentido son) los insignificantes define la nueva perspectiva y tarea de la iglesia, viniendo a presentarse como la mayor revolución y tarea de la modernidad cristiana, entendida como inversión de un proyecto de poder (de conquista, de dominación cósmica) que está poniendo a los hombres al borde de la destrucción social y ecológica.
- Tu fe te ha salvado.
Con esa palabra se entiende y despliega el poder de la fe como principio de salvación (es decir, de transformación humana), que no se expresa en unos sacramentos impartidos desde fuera (desde arriba), por unos ministros establecidos (y jerárquicos), sino en la misma vida de los creyentes, que aparecen, así como portadores de salvación (de curación) para sí mismos y para los otros.
La recuperación del Jesús histórico (y de la misión prepascual) implica un retorno al “poder de la fe”, entendida como encuentro radical con la realidad originaria (el poder de lo divino) y con los otros hombres. Ésta no es la fe entendida como aceptación intelectual de verdades supra-racionales, sino el descubrimiento y aceptación del poder de salvación de la Vida (tal como se expresa en Jesús) y se expresa en la relación básica entre los hombres (que se crean y crean unos a otros).
- El poder de Jesús.
Como buen “hispano-latino-americano”, P. Trigo está muy interesado en el tema de la “crítica” y reformulación del poder, entendido como mediación de libertad y de transformación humana, con los riesgos que ha conllevado y conlleva en nuestro tiempo, pero también con sus grandes valores, en la línea de la mejor ilustración. Ciertamente, él sabe bien que hay un poder que destruye…, pero un vacío de poder destruye más, pues deja a los hombres bajo la dinámica de fuerzas irracionales que terminan siendo dictatoriales.
En esa línea, él distingue cuidadosamente entre la Iglesia (que no puede tomar el poder político-económico, ni utilizarlo como medio de implantación religiosa) y la sociedad civil donde el uso de ese tipo poder ha de ser potenciado y “revisado” desde pautas de racionalidad humana y de servicio liberador. Se trata, en el fondo, de descubrir y cultivar un poder más alto de la gratuidad y de servicio humano (en una línea en la que P. Trigo vincula la mejor exégesis bíblica con una aproximación filosófica en cuyo fondo se advierte el influjo de grandes pensadores como X. Zubiri).
- La resurrección de Jesús.
Trigo ha recuperado el sentido originario de la resurrección de Jesús, en clave hermenéutica e histórica, volviendo para ello a la raíz del evangelio, superando así una pura visión apocalíptica (resurrección final de la muertos) o platónica (espiritualización de la esperanza, en línea intemporal y descarnada). De esa forma ha podido plantear el sentido de la resurrección como experiencia de transformación humana, en línea personal y social, histórica y escatológica, que no niega la historia, sino que la potencia, abriéndose al futuro de la reconciliación humana, superando así los fantasmas de una retribución mítica y de la condena moralista de la historia (en línea de infierno). Entendida así, la resurrección no es una negación o rechazo de la historia, sino una recuperación liberadora de la misma historia.
7. Jesús de Nazaret, paradigma absoluto de humanidad.
Jesús viene a presentarse finalmente como testimonio y principio de nueva creación (de humanidad reconciliada), superando desde una perspectiva bíblica y actual los extremos de la antigua cristología antioquena (con riesgo de división de las “naturalezas”, humana y divina) y alejandrina (con riesgo de negación de la humanidad histórica de Jesús). Al final, la auténtica cristología puede y debe presentarse como verdadera antropología
Aportaciones básicas, una visión general de la obra
Este libro ofrece, en conjunto, la mayor aportación cristológica “hispana” (=latino-americana) desde los años setenta del siglo pasado, cuando aparecieron las tres obras clásicas de G. Faus (La nueva humanidad), J. Sobrino (Cristología desde América Latina) y L. Boff (Jesucristo liberador). Lo que ha venido después han sido variaciones sobre el método y contenido de aquellas tres obras fundamentales (criticadas, con algunas otras, como una mía (Los Orígenes de Jesús), por J. Galot en un trabajo que hizo época por su rechazo indiferenciado: “La Filiation divine du Christ. Foi et interprétation”: Gregorianum 58 (1977) 239-275). Aquellas obras realizaron un gran servicio cultural y eclesial, pero con esta nueva obra de Trigo, puede iniciarse y se inicia una nueva “época cristológica”, fundada en una labor exegética (bíblica) más ceñida a los textos y en una interpretación más fiel de la realidad social y de la tarea de la Iglesia.
Pedro Trigo se nutre, quizá sin desarrollarlo expresamente, en un tipo de exégesis que está más cerca de J. D. Crossan (el Nacimiento del Cristianismo, Sal Terrae, Sanander 2002) que de E. P. Sanders y J. P. Meier, por su forma de situarse ante el proyecto mesiánico de Jesús, en clave de compromiso radical por el hombre (que es presencia de Dios), superando un tipo de fideísmo intimista (E. P. Sanders) y de búsqueda de fidelidad histórica un poco descarnada (J. P. Meier).
A su juicio, no se trata tanto de “saber” cosas sobre Jesús, sino de saber discernir lo que de verdad constituye su novedad, en línea mesiánica, recuperando así (de un modo crítico) los elementos fundamentales del origen del Cristianismo, recuperando críticamente el “eslogan” de A. Loisy (L’Évangile et l’Église, 1902): Jesús anunció el Reino de Dios, pero vino la Iglesia. Habrá que ver qué Reino anunció Jesús… y que iglesia vino y debe venir.
En esa línea, significativamente, Trigo se apoya en lo mejor del pensamiento hispano (y de algunas obras traducidas al castellano), pero lo hace con independencia, con criterio propio, atreviéndose a fundar la iglesia en la historia de Jesús y lo hace bien. Se nota que no viene de una Universidad donde se comparan y valoran todas las obras sobre el tema, de manera que algún momento no cita quizá la bibliografía más ajustada (no parece fácil desde Venezuela…), aunque la que asume, discierne y valora es muy buena, incluidos autores como Senén Vidal, J. Castillo, M. Navarro, J. I. González Faus… que son para él autores de cabecera (teniendo en el fondo otros más académicos de Europa y América del Norte).
Pero quizá más que los autores que él cita importa el lugar desde donde los cita y la finalidad con que lo hace, en un país como Venezuela, en un continente como América Latina, donde el cristianismo “católico” está su verdad y su futuro. Mirada así, ésta es una obra “muy bien situada y escrita” desde el compromiso personal de fe y de reforma de la Iglesia, en un trasfondo de cristianismo que he de ser recreado. Tiene buen pensamiento de fondo (incluso buena filosofía), pero su interés básico no es de tipo académico (de discusión puramente científica, separada de la vida), sino de tipo pastoral, en el sentido profundo de la palabra (no de administración eclesial, sino de creación de Iglesia, desde la historia de Jesús).
En esa línea, por lo que yo sé de “política” de publicaciones “religiosas”, esta obra es “un libro insignia” para una editorial como Sal Terrae, por su compromiso cristiano “militante” y crítico, en la línea de una transformación de la Compañía de Jesús desde la vuelta al Jesús de la historia, como propone Ignacio de Loyola, Ejercicios espirituales, leídos desde la perspectiva de la Iglesia actual (P. Trigo es uno de los mayores especialistas actuales de los Ejercicios de Ignacio).
Esta obra se sitúa en la línea de una editorial donde se han publicado algunas obras fundamentales de J. Sobrino, L. Boff, y otros autores que se sitúan en la línea de una exégesis, cristología y eclesiología constructiva, no para criticar simplemente lo que hay, sino para recrear la experiencia cristiana, en una línea espiritual, confesional y liberadora.
Felicidades, Pedro Trigo. Si un día nos viéramos, en Haro, Bilbao o Salamanca (o en Venezuela), me gustaría darte gracias personalmente por esta obra. Y gracias a Sal-Terrae por atreverse a editar una obra como ésta, la obra de un fuera-serie como P. Trigo.
Fuente:
http://blogs.periodistadigital.com/xpikaza.php/2018/05/01/pedro-trigo-jesus-nuestro-hermano-un-lib