Jesús María Aguirre sj
Los jesuitas tienen fama de intelectuales, pero no precisamente de literatos, poetas o artistas. Vayan estos versos de Jorge Luis Borges, para referirse al jesuita más afamado en el campo literario en lengua castellana como Baltasar Gracián y vean cómo lo trata:
“Laberintos, retruécanos, emblemas,
helada y laboriosa nadería,
fue para este jesuita la poesía,
reducida por él a estratagemas”.
Confirmando lo dicho con otros periodos, salvado el excepcional siglo XVIII cuando floreció el llamado arte jesuítico en Europa e Hispanoamérica, hoy me atrevo a decir que no se están destacando en esos campos, ni en el mundo, ni en Latinoamérica, ni en Venezuela.
La capacidad de seducción atribuida por Baudrillard a los jesuitas está declinando.
Veamos el caso de las artes gráficas. La sobriedad, por no decir la sequedad, ha sido una marca de casi todas sus publicaciones impresas, al menos en nuestro país. Un ejemplo de esta parquedad artística se muestra en las artes gráficas. Si consideramos los 80 años de la Revista SIC, próximos a cumplirse, y, exceptuando las portadas, el color no ha entrado en sus páginas.
Me equivoco, solamente hace 50 años y con motivo del cuatricentenario de Caracas -año 1967-, cuando se inauguró el espectáculo Imagen de Caracas, hubo dos láminas a pleno color. Honor a quienes se atrevieron a introducir el cromatismo en ese imperio de letras grises por amor a Caracas, invocando en una la protección de su patrona la Inmaculada y en otra elogiando indirectamente el pincel del Cardenal José Humberto Quintero, pintor del retrato de Mons. Castro. ¡El 400 aniversario de Caracas bien merecía la pena y algunos se atrevieron a transgredir las rutinas grisáceas!