Acompañar, servir y defender a las personas en situación de desplazamiento, y a las víctimas de la trata de personas es la misión del Servicio Jesuita a Refugiados. Un llamado a poner una mirada solidaria en la frontera colombo – venezolana hace el p. Jesús Rodriguez Villarruel SJ, quien, con ocho años de experiencia de trabajo en los Centros para Refugiados del lado venezolano habla de la situación actual:
“Una persona es refugiada cuando deja la tierra que lo vio nacer y tiene que ir a otras tierras para solicitar refugio, en países vecinos o no vecinos, que le puedan garantizar una vida digna, derecho a la vida, a la educación, a la salud, derechos que como seres humanos necesitamos”.
El SJR nace como respuesta para acompañar y servir a las personas que en el 2001 que huían del conflicto armado colombiano. Con quince años de presencia en la frontera, el SJR ve el cambio de la situación fronteriza, “de hecho la situación se ha invertido” explica el p. Rodriguez Villarruel. En este momento en el Alto Apure Venezolano, Táchira y Zulia, el SJR desarrolla un trabajo de acompañamiento a la población que necesita de la solidaridad, gestos y la palabra oportuna en el caminar hacia la protección humana.
“Cada vez que hablamos con una persona que huye del conflicto, de la violencia, es necesario tener la capacidad para poder entender el dolor y el sufrimiento que trae a cuestas esa persona”, “sin embargo – prosigue el p. Villarruel – esas personas que llegan buscando protección también traen la esperanza de que en el país que lo acoge van a poder vivir dignamente”.
La situación de emergencia
A partir del “estado de excepción” del 21 de agosto con la deportación de miles de colombianos hacia su territorio, muchos de los cuales con años de estadía en Venezuela,deportados “en modo arbitrario por el gobierno venezolano”, se ha creado una crisis humanitaria, una verdadera situación de emergencia: “los gobiernos tienen derecho a cerrar sus fronteras y a proteger la seguridad de su país”, dice el sacerdote venezolano “pero sabemos, que tras eso también hay violaciones de derechos humanos, arbitrariedades, situaciones difíciles”.
“Nuestro llamado al mundo es poner la mirada en esa frontera”, es a “acompañar al Servicio Jesuita a Refugiados que vive un momento muy difícil”, porque se encuentra entre la realidad que vive la gente y el estado de excepción. El SJR escucha de primera mano los testimonios de las personas: familias que han sido separadas, hijos que han quedado del lado venezolano y padres que han sido deportados hacia el lado colombiano.
Hablemos de cifras…
“Es muy difícil hablar de cifras, compartimos dos mil doscientos diecinueve kilómetros de frontera entre Colombia y Venezuela”, “compartimos años de vecindad, relaciones, compartimos una tierra”. “Hace seis – siete años existían cerca de cinco mil familias que habían realizado solicitud de refugio, pero también se hablaba de doscientos mil colombianos que vivían en esa franja fronteriza“, señala el p. Jesús, “por lo que es muy difícil distinguir quién es refugiado, quién es migrante, quién es un migrante económico”, porque “la relación, la hermandad, la vecindad siempre ha estado presente en la historia de los colombianos y de los venezolanos”.
El Servicio Jesuita a Refugiados en la frontera
Sobre el trabajo con el SJR del lado Colombiano, el religioso explica que “no sólo tienen comunicación directa”, sino que se trata de “un equipo binacional”. Hace cuatro años la Compañía de Jesús Colombiana decidió crear la RAIF (Región apostólica interprovincial en la frontera colombo-venezolana) y es así como el trabajo en la línea fronteriza de la Compañía de Jesús se realiza “en modo conjunto”.
Las necesidades de hoy
“En este momento el llamado es a ayudar al SJR en cosas concretas: agua, medicamentos, colchones, carpas”, es decir “ayudar a solventar una situación de crisis y emergencia que se vive en la frontera”. “Estos deportados, necesitan ayuda y protección”.