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Jalisco, tierra de desaparición y colectivos de búsqueda

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En los años setenta se llevaron a unos jóvenes por difundir sus ideas; ahora son más de 15 mil personas desaparecidas en Jalisco a lo largo de la última década

Víctor Arias nació en Jocotán. Desde joven comenzó a trabajar como obrero en la fábrica de zapatos Canadá, en Guadalajara. Allí conoció a El Flaco, quien lo invitó a leer el Manifiesto Comunista y a participar en círculos de lectura, donde conoció a Alfonso. El Flaco pertenecía a la Liga Comunista 23 de septiembre, que buscaba concientizar al sector obrero a través de la publicación Madera. Víctor, Alfonso y otros amigos y familiares comenzaron a participar en la redacción, preparación e impresión de materiales para repartir en fábricas.

             Por difundir ideas, el Estado los desapareció en 1977. Los jóvenes provenían en su mayoría del barrio El Zapote, en Zapopan, Jalisco. Sus madres se conocían entre sí y en el camino de búsqueda conocieron a don Luciano Rentería y a otras familias que peleaban contra la represión desde 1973, con quienes se integraron como Comité Pro Defensa por los Presos, Exiliados, Perseguidos y Desaparecidos Políticos.

             De acuerdo con el historiador Camilo Vicente, las desapariciones de personas comenzaron antes de los años sesenta, pero fue hasta los setenta que se instaló la desaparición forzada como política de Estado1: mediante esta práctica, el gobierno de José López Portillo concretó la eliminación de las guerrillas.

             En sus tesis de doctorado, los historiadores Camilo Vicente2 y Adela Cedillo3 plantean que hubo una intersección entre la etapa contrainsurgente y la guerra contra el narco –llamada Operación Cóndor–, pues los perpetradores de la desaparición y las ejecuciones extrajudiciales fueron premiados con el negocio de las drogas.

Carteles y guerra contra las drogas

En este contexto surgió el cartel Guadalajara, en la capital jalisciense. De los años ochenta y noventa existe el imaginario de que no hubo desapariciones. Pero hay indicios que indican que tendríamos que investigar toda esa época: el 2 de diciembre de 1984 desaparecieron Benjamín, Pat, Dennis y Rose, estadounidenses que tocaban casa por casa para compartir sus creencias como testigos de Jehová. En enero de 1985, el periodista John Clay Walker y su amigo Albert G. Radelat, también estadounidenses, salieron a cenar. Los confundieron con agentes de la Administración para el Control de Drogas, los desaparecieron, los torturaron y seis meses después encontraron sus cuerpos4. Un mes después, desaparecieron al agente Enrique Camarena.

             En esta década y los años noventa se fortalecieron redes de poder político-criminales, en las que lo legal y lo ilegal son dos caras de la misma moneda.

             Con el inicio de la supuesta guerra contra las drogas, emprendida por el presidente Felipe Calderón en 2006, la violencia recrudeció, principalmente en el norte. En Jalisco el conflicto se sentía ajeno, hasta que en 2011 Guadalupe Aguilar salió a gritar a los cuatro puntos cardinales que buscaba a su hijo José Luis Arana Aguilar. El mismo año que se lo llevaron, ella acudió a marchas del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, y fue a gritarle a Calderón que le ayudara a encontrar a José Luis.

             Con ella comenzaron a caminar otras madres y crearon el colectivo Familias Unidas por Nuestros Desaparecidos Jalisco. Luego surgieron Por Amor a Ellos, Entre Cielo y Tierra y, en los últimos cinco años, más de diez colectivos en respuesta a la grave catástrofe de la desaparición.

Desaparecidos por sus ideas

Ante el contexto de represión contra las y los jóvenes que participaban en la lucha política, Luciano Rentería creó en 1973 un comité con otras madres para liberar a sus hijos encarcelados, y en 1977 se convirtieron en el Comité Pro Defensa de Presos, Perseguidos, Exiliados y Desaparecidos Políticos.

             La historia de desaparición de los años setenta en Jalisco tiene que ver con la estrategia nacional de desarticular la Liga Comunista 23 de septiembre.

             En 1976 ya había habido detenciones de muchos integrantes de la Liga y en esta se decidió que ya no podían trasladar propaganda, así que plantearon que en Guadalajara se armara una imprenta y que el periódico Madera se distribuyera en camiones y fábricas, para incorporar al sector obrero a la lucha.

             Ese año, Francisco Mercado, El Flaco, invitó a obreros a círculos de estudio. Acudieron jóvenes como Víctor Arias y Alfonso Guzmán Cervantes.

             Francisco fue detenido y posteriormente fue uno de los que escaparon durante la célebre fuga del Penal de Oblatos, en 19765. A Víctor Arias y a Alfonso Guzmán les pidieron restablecer el comité de impresión de Guadalajara.

             Alfonso trabajaba en una cigarrera. Lo desaparecieron el 27 de febrero de 1977.

             A Víctor lo desaparecieron el 28 de febrero de 1977. Ese mismo día se llevaron a Jorge Salvador Carrasco Gutiérrez.

“Las doñas”

Gracias a la investigación de Vanessa Martínez Carvajal (†)6 sobre el Comité Eureka en Jalisco, tenemos acceso a testimonios de María Luisa Gutiérrez, mamá de Jorge Carrasco; doña Felícitas, mamá de Alfonso Guzmán y abuela de Guillermo Bautista Andalón; y de Isabel, esposa de José Reyes Mayoral.

             María Luisa narra que se enteró por el diario El Occidental que su hijo había sido detenido en la localidad de La Purísima. Lo buscó en una y otra dependencia, hasta que en las instalaciones de la Procuraduría en Guadalajara le dijeron: “Ya se los han de haber llevado a la Ciudad de México”. Un poco antes, su esposo fue torturado y desaparecido para que confesara dónde estaba su hijo.

             Felícitas también se enteró días después de la desaparición de su hijo por una nota en los medios. “Mi sobrina me enseñó el periódico, que agarraron a Alfonso, sentí casi que me dieron un golpe en el cerebro”7. Acudió al Hospital Civil, luego al Penal de Oblatos, y en este último lugar le confirmaron que se lo habían llevado a la Ciudad de México.

             Dos meses después, desde la casa de la hija de Felícitas, María Elena, se llevaron al hijo de esta última, de 17 años: Guillermo Bautista Andalón.

             En junio de 1977 se llevaron a José Reyes Mayoral Jáuregui. Ese día había llegado su hijo Rubén, quien era docente e integrante de las Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo. Este alcanzó a escapar por la azotea y horas después se llevaron a José Reyes.

             En todos los casos hay testimonios de que elementos municipales, estatales o federales se llevaron a personas que en Jalisco eran acusadas de repartir el periódico Madera.

Treinta años y 15 mil desaparecidos después

Con la lucha política de Guadalupe Aguilar se abrió el camino para hacer ver lo que estaba ocurriendo y que había que resignificar la figura del detenido-desaparecido, porque la técnica se utilizaba ya contra toda la población.

             Actualmente hay alrededor de veinte colectivos de búsqueda y la diversificación del uso de la desaparición es atroz.

             Las buscadoras son las que tienen el pulso de lo que ocurre. Las madres que acompañan a otras saben que existen desapariciones para eliminar personas (que luego encuentran en fosas clandestinas), a través de despliegues que el crimen organizado nombra como “limpias”. Una estrategia territorial similar a la que hubo en los setenta en El Zapote: hacen listas de personas “eliminables” por cuadrantes, barrios o pueblos. En segundo lugar, está el reclutamiento forzado, la leva o nuevas formas de esclavitud, es decir, se llevan a personas para incorporarlas en labores que requiere la estructura criminal. También están las desapariciones forzadas de luchadores políticos, ambientales o periodistas; y, desafortunadamente, ante la prevalencia de la impunidad, se ha utilizado la práctica de la desaparición en conflictos que serían comunes.

             Y, por supuesto, hay casos como el de Ayotzinapa, donde toda la evidencia nos confirma una y otra vez que fue el Estado el responsable de la desaparición de los 43 estudiantes normalistas en Iguala, Guerrero, el 26 de septiembre de 2014. Quién sabe qué encontremos cuando logremos investigar otros casos de desaparición. Esa lectura es clave en el horizonte organizativo para detener la catástrofe.

Fuente: este artículo es un extracto del original enviado por revista Magis, ITESO, Universidad Jesuita de Guadalajara, México.

Notas:

  1. https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2448- 65312022000400966
  2. OVALLE, Camilo Vicente (2018): Estado y represión en México. Una historia de la desaparición forzada, 1950-1980. Tesis del programa de Maestría y Doctorado en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de México.
  3. CEDILLO, Adela (2021): Intersección entre la Guerra Sucia y la Guerra contra las Drogas. Tesis para obtener el grado de doctorado por la Universidad de Wisconsin-Madison.
  4. https://diario.mx/Nacional/2013-08-17_a10849d3/iban-de-puerta- en-puerta- y-desaparecieron/
  5. https://magis.iteso.mx/nota/desaparecidos-la-memoria-de-la-busqueda-mas-do- lorosa/
  6. MARTÍNEZ CARVAJAL, Vanessa (2003): Ellas son fuerza: las mujeres del Comité Eureka-Jalisco. Trabajo para obtener título de Licenciada en Sociología por la Universidad de Guadalajara.
  7. La señora Felícitas fue entrevistada el 5 de mayo de 2002 por Vanessa Carvajal; en paz descansen ambas.
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