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Izquierda y derecha

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Foto: Archivo Web

Por Edgar Benarroch

Hace más de dos siglos, en 1789, el rey de Francia le propuso a la Asamblea Nacional Constituyente surgida de la revolución, que le otorgaran la capacidad de veto absoluto a las leyes que surgieran de la futura Asamblea Legislativa. Vale decir, el rey quería tener la última y definitiva palabra en materia legislativa, él resolvería si una ley entra en vigencia total o parcialmente o sino.

Acá en Venezuela existe el veto presidencial. El Presidente de la República puede devolver una ley al Poder Legislativo nacional manifestando las razones para tal acto. El legislativo considera las observaciones, las toma o las deja y la reenvía al Presidente para su promulgación. Si éste no la hace el legislativo procede a promulgarla y entra en vigencia al aparecer en Gaceta Oficial o cuando ella transitoriamente lo indique.

Si el Presidente mantiene sus observaciones debe recurrir por ante el Tribunal Superior de Justicia para demandar su nulidad total o parcial. Lo determinado por el TSJ será “cosa juzgada” de obligatorio acatamiento y respeto.

Pero volvamos al inicio. La propuesta real provocó una gran discusión en el pueblo francés y particularmente en el seno de la Constituyente. Al momento de votar la proposición, los partidarios de ella, es decir quienes estaban de acuerdo que el rey dispusiera de veto absoluto, se ubicaron a la derecha del Presidente de la Constituyente y los que estaban en contra lo hicieron a la izquierda.

Estas posiciones continuaron siendo ocupadas en el desarrollo de la Constituyente y más tarde en la Asamblea Legislativa, a la derecha quienes estaban con el poder y amigos de pocos cambios y a la izquierda los rebeldes y contestatario. Así el término de izquierda quedó asociado a la opción que propugna cambios políticos, sociales y rebeldía, mientras que el de derecha a los que se oponen a dichos cambios.

Con el pasar de los años pensadores y estudiosos les han dado contenido ideológico a estas posturas. La autoridad, identidad nacional, orden, seguridad, tradición y conservadurismo están ligados a la derecha política, mientras que la igualdad social, la autonomía, insubordinación, rebeldía y reformismo está a la izquierda.

Hasta la Real Academia de la Lengua española admite la acepción política de los términos: Izquierdista son personas que profesan ideas reformistas y por lo tanto no conservadoras y derechista aquellas de principios y normas referente a la justicia y el orden. Coloquialmente se juega con los términos, el que desea orden es de derecha como si el de izquierda quisiera desorden, el de izquierda es rebelde como si el de derecha fuese estoico.

Entre izquierdas y derechas también se habla de posiciones internas y externas. Hay centro, centro izquierda y centro derecha. Hay extrema izquierda y extrema derecha. En los últimos cincuenta años ha habido una consideración de estas posiciones. En Francia, España, Italia y Portugal nació lo que se llamó “eurocomunismo” que fue un refrescamiento y revisión de los viejos planteamientos de la ortodoxia marxista. También modernamente se habla de “capitalismo humanizado”. Lo cierto es que todos estamos cuadriculados por los espacios ocupados por los constituyentistas franceses en París de 1789.

El mundo ha evolucionado mucho, la era digital nos atropella. Creo que si los de hoy hubiésemos estado en aquella Constituyente parisina nos ubicaríamos en el ala izquierda. No es tolerable que un pueblo admita un mandatario que tenga la última y definitiva palabra en las decisiones de todos los órganos del Poder Público.

Quien escribe es militante convencido de la Democracia Cristiana, que en este esquema se ubica en el centro izquierda con propensión  tangencial a la izquierda, como bien lo señaló hace más de cincuenta años el líder italiano democristiano Aldo Moro, en su estupendo mensaje ” Apertura a sinistra” en atención a resoluciones del prestigiado Instituto de estudios políticos Luigi Sturzo, que honra el nombre de este extraordinario sacerdote y político italiano nacido en 1871 y falleció en Roma en 1959 .

La Democracia Cristiana nace con una propuesta diferenciada y enfrentada al comunismo y al capitalismo (que eran los polos extremos del debate), ello la hace un tercer camino, una tercera vía en el quehacer público. Ella concibe la política como una actividad de exclusivo servicio a la sociedad y al hombre sujeta indisolublemente a la ética y a la moral con valores trascendentes y firmes principios de apostolado.

Estas posturas de izquierdas y derechas han sido tema de debate por lo menos en los últimos dos siglos y en muchas ocasiones ha estado carente de contenido principista. El debate lamentablemente se ha desenvuelto en torno a descalificaciones inaceptables: para los de derecha los de izquierda son terroristas, genocidas y criminales, para la izquierda los de derecha son apátridas, burgueses (en la peor acepción) y pro imperialistas.

En este torneo los camaradas han sido pioneros, con ellos se inicia la descalificación del disidente y los peores y ofensivos epítetos, al contrario. Se descalifica al mensajero sin atender el mensaje. Ellos son expertos en etiquetar a la gente y a las organizaciones. Son viejas técnicas marxistas sacralizar a los propios y descalificar a los contrarios, ellos son los buenos y los demás son vende patria. Por supuesto los de derecha también se las traen con su arsenal de improperios, infamias y desatinos,

Qué bueno sería que retomáramos el debate de altura y la discusión principista y doctrinaria, el estudio y análisis de los distintos proyectos históricos que la variedad de las corrientes del pensamiento presenta y en medio de la diversidad tener la capacidad de entendernos civilizadamente. Tuvimos tiempo, aunque muy corto, donde la política era de valores, principios e ideales.

Es nuestro deber luchar y mantener esperanza para que la actividad política sea lo que debe ser: servicio que raye en el apostolado. Para ello es fundamental y necesario que las organizaciones políticas se reencuentren con la actividad formativa que nunca han debido de abandonar, así tendremos militantes equipados, formados e inexcusables entendiendo la acción pública cargada de la fortificante pureza del servicio

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