Por Víctor Manuel Álvarez Riccio
El lunes 20 de febrero se realizó una reunión de los integrantes del consejo de redacción de la revista Comunicación (publicación del Centro Gumilla), para conversar acerca del accidentado proceso de diálogo que el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición política agrupada en la Mesa de la Unidad Democrática han desarrollado desde el último trimestre de 2016.
Para contar con distintas perspectivas, al encuentro organizado en el Centro de Actualización Profesional de la Universidad Católica Andrés Bello (en Altamira), fueron invitados varios expertos: la internacionalista Elsa Cardozo, el periodista Alonso Moleiro, el sociólogo Ramón Piñango, el politólogo Francisco Alfaro y el historiador Tomás Straka.
¿Qué entendemos por diálogo? ¿Para qué sirve el diálogo en nuestro país? ¿Qué dificultades tienen los actores que participan en ese proceso para representar a las mayorías nacionales? Estas fueron algunas interrogantes que sirvieron para enfocar el intercambio de opiniones.
Cardozo dio inicio a la ronda de exposiciones. Advirtió que si bien no todas las transiciones a la democracia son pacíficas, eventualmente todas deben devenir en diálogo y encuentro en algún momento. Detalló que un diálogo puede incluir conversaciones preparatorias para una negociación política, la cual es un proceso más formal que supone hacer transacciones entre las partes.
En un conflicto como el venezolano, siempre existen transacciones que hacer. Entre los posibles convenios, Cardozo mencionó el reestablecimiento de libertades políticas, amnistías, arreglos constitucionales ad hoc, concesiones a quienes dejan el poder, etcétera.
Previno la internacionalista que si no hay diálogo primero dentro de las filas opositoras para robustecer su proyecto como opción de poder, no se conseguirá forzar al gobierno a una negociación que abra camino a la transición ni el apoyo necesario de la comunidad internacional para consolidar los cambios.
La dificultad que comparten tanto el gobierno como la oposición para dialogar es que las mayorías venezolanas, afectadas por la polarización política, ven el diálogo como una capitulación. Con esta idea empezó su intervención el periodista Alonso Moleiro.
De acuerdo con el comunicador, la gran falla de la Mesa de la Unidad Democrática ha sido reducir sus actuaciones a los procesos electorales, y mostrar diferencias de criterios y visiones cuando no hay comicios para hacer campaña. Moleiro señaló que, por otro lado, en el chavismo existe una visión más compacta entre sus representantes y una unidad de propósito más honda para permanecer en el poder.
Si la Mesa de la Unidad Democrática privilegia la construcción de un movimiento para salvar la democracia en Venezuela por encima de las campañas para cargos públicos como las gobernaciones (“chatarra administrativa” en la actualidad, según Moleiro), estará en mejores condiciones para hacerle frente al diálogo y a otros escenarios de confrontación con el gobierno, opinó el periodista.
El profesor Ramón Piñango se mostró de acuerdo con Moleiro en que la noción de diálogo ha caído en un enorme desprestigio en la sociedad venezolana. “Rescatar la noción de diálogo en una democracia, que es esencial, nos va a costar Dios y su ayuda”, dijo.
Piñango criticó que dentro de la oposición algunos actores prefieren que los ciudadanos no participen y también desean acallar las voces de otros líderes opositores. Con estas pugnas internas, ¿cómo podrá la Mesa de la Unidad Democrática hacer frente a tan formidable adversario que es el gobierno? Esto se preguntó el sociólogo. También reprochó que en la nueva estructura organizativa de la Unidad Democrática aumentó la burocracia, lo que puede entorpecer decisiones de urgencia en momentos claves.
Afirmó que las democracias son, por necesidad, desagradables porque todos los ciudadanos tienen la libertad de opinar, especialmente en esta época de redes sociales. Justamente ese derecho a la libre expresión es lo que debe defender la oposición en el diálogo y en cualquier escenario, para que los ciudadanos puedan manifestar la pluralidad social sin destruir al otro.
A propósito de las dificultades que tienen los cuadros opositores para dialogar entre sí, Francisco Alfaro argumentó que la sociedad venezolana en pleno no comprende que los problemas sociales como la escasez, la impunidad de los delitos y las fallas en los servicios se deben a la falta de entendimiento político.
Como otros invitados a este encuentro de la revista Comunicación, Alfaro, politólogo, aseveró que los venezolanos han satanizado el diálogo y que cuando ocurren intentos de hacerlo estos constituyen la excepción a la regla de que las agrupaciones políticas no se comunican entre sí.
Acerca de la participación del Vaticano en el diálogo venezolano, Alfaro dijo que el representante de la Santa Sede no tenía definido su rol (¿mediador, árbitro o acompañante?), lo que causó problemas en los encuentros.
El especialista en política recomendó al gobierno reconocer y dar valor a la memoria histórica de sus adversarios porque, de no hacerlo, esa exclusión puede perpetuar la forma agresiva de vivir y de hacer la política en el país. Los gobernantes actuales se arriesgan a acumular más deudas con la sociedad si no respetan la pluralidad de los relatos políticos: los agraviados de hoy pueden ser gobierno en el futuro y cobrar esas deudas.
El historiador Tomás Straka fue el último invitado que ofreció a los miembros de la revista Comunicación su parecer acerca del diálogo. Expresó que la mayoría de los venezolanos siente rabia por la precaria situación del país y que esa condición anímica es semejante a la de las poblaciones de los países que van a la guerra.
La complicada tarea que tienen los líderes políticos hoy en día en Venezuela es explicar a sus conciudadanos que solo el diálogo evitaría un conflicto mucho peor al actual.
Algunos asistentes hicieron preguntas adicionales después de que finalizaron las exposiciones. ¿Qué papel deben jugar los medios de información en el diálogo? ¿Qué interés tiene el gobierno en dialogar?
Sobre los medios, los invitados coincidieron en que deben informar con libertad sobre todo lo que hagan los representantes políticos, a pesar de que algunos líderes partidistas afirmen que los medios perturban el diálogo con sus noticias.
Con respecto al interés del gobierno por dialogar, los expertos explicaron que el gobierno tiene mucho que perder si sale del poder y por eso usa el diálogo como una estrategia para ganar tiempo, pero no tiene motivos de peso para pactar y negociar cambios con la oposición. Por lo anterior, la alternativa democrática debe aclarar su proyecto y profesionalizar todavía más sus locuciones públicas para comprometer al gobierno a cumplir lo que se acuerde en un potencial diálogo.