La ONG Trabajo y Persona ha formado desde el año 2009 a más de 1.500 jóvenes y mujeres venezolanas en oficios como: chocolatería, carpintería, mecánica y peluquería; brindando oportunidades de crecimiento a través del emprendimiento y la inserción laboral
María Andreina Pernalete*
Cuando a la ingeniera María Josefina Fernández, la despidieron de PDVSA en el año 2002, siendo una de los tantos trabajadores raspados de la empresa, no pensó que encontrar trabajo sería tan difícil. Su huelga, en aquel entonces, consistía en hacer valer los derechos de su esposo quien había sido despedido mientras se encontraba en terapia intensiva. Decidió unirse al paro sin pensar que sería el fin de su carrera. Quizás, como Providencia Divina, para encontrar su verdadera pasión: el chocolate.
Luego de su despido y con su esposo discapacitado, se dedicó a hacer trabajos a destajo: hizo tortas, y vendía pastas en los mercados cercanos a su casa. Por un tiempo trabajó en la construcción del ferrocarril de Valencia como gerente de coordinación y planificación de proyectos; sin embargo, el proyecto fue paralizado tras el referéndum.
Sus ganas de seguir adelante no disminuyeron y empezó un diplomado en pastelería en la Universidad Simón Bolívar, allí se enteró de Trabajo y Persona, la ONG que le brindaría la oportunidad de volver a comenzar, esta vez como Emprendedora del Chocolate.
“Nunca pensé que iba a crecer tanto”
Fernández egresó de la segunda cohorte de Emprendedoras del Chocolate realizada en Invecapi, en el año 2012: “En unos meses ya estaba haciendo chocolates y no podía creer lo que mis manos hacían”, comentó mientras recordaba sus inicios.
Una vez finalizada la cohorte, creó su marca Chocopeanut, ofreciendo bombones, barras de chocolates saborizadas de parchita, limón, naranja, coco, mandarina, sal, entre otros, y su línea de untables.
María no se quedó con sus conocimientos, los ha multiplicado enseñando a otros: ha sido instructora del oficio en las cohortes siguientes a la de ella. Evaluando su crecimiento, Trabajo y Persona la sugirió para dictar clases en La Escuela de Chocolatería del Alba; justo en ese momento decidió estudiar un componente docente. Más adelante la contrataría Nestlé para ofrecer clases en las comunidades cacaoteras de Venezuela en Paria, Mérida y Miranda.
“Ofrecerles conocimientos sobre chocolate a productores fue una de mis más grandes experiencias”, comparte; no solo porque pudo obtener con ese trabajo su primer molino y una refinadora, sino porque se dio cuenta que debía comenzar a hacer su propio chocolate. Así nació su sello como emprendedora: del cacao a la barra.
Ganó el premio al mejor bombón en el Chocco Venezuela 2014; además, fue una de las 5 becadas en 2015 por Trabajo y Persona y la Cámara Francesa para el Programa de Formación en Chocolatería y Pastelería facilitado por el maestro chocolatero francés, Pierre Mirgalet.
Ha estudiado el chocolate y lo seguirá haciendo: actualmente está estudiando el Diplomado de Ciencia y Tecnología de Cacao y Chocolate en la UCV, junto a 5 compañeras egresadas de la misma ONG.
Pese a sufrir de fibromialgia, enfermedad caracterizada por dolores musculares y fatiga, su emprendimiento le permitió seguir activa a sus 61 años; además, pudo incorporar a toda su familia en su trabajo: “Mi esposo es mi mano derecha en el empacado, su emprendimiento es hacer las cajas para mis bombones, y mis hijas lo distribuyen en sus lugares de trabajo”.
El trabajo para ella es su modo de vivir, aquello que le brindó una segunda oportunidad de volver a comenzar de la manera más dulce en una Venezuela tan amarga.
Educando protagonistas del bien común
Como a Fernández, Trabajo y Persona ha formado desde el año 2009 en Venezuela a más de 1.500 personas en situación de vulnerabilidad con sus programas: Emprendedores del Mueble, Emprendedoras de la Belleza, Emprendedoras del Chocolate y Emprendedores de la Mecánica (Conduciendo Tu Futuro), cada uno enfocado en la misión de educar a las personas para que a través del trabajo recuperen su dignidad.
De todos esos programas han salido hombres y mujeres con una concepción de trabajo distinta a la común, en la que se sienten protagonistas de su historia viendo el trabajo como la posibilidad de autorrealizarse y de dignificarse. No lo realizan simplemente para lucrarse, lo hacen como su deseo de aportar, de crecer y de hacer crecer a otros. Esta percepción del concepto del trabajo pretende recuperar la conexión de lo que se es como persona, de su deseo y de su actuar. Así, partiendo de la vida de uno, se pueden ir transformando las realidades de un hogar, de una comunidad y de un país.
En tiempos de crisis como la que atraviesa Venezuela, se abren dos escenarios: quedarnos de brazos cruzados o seguir trabajando. Ante esta situación, la ONG se plantea asumir una postura que demuestra que las dificultades pueden generar oportunidades, sobre todo si se piensa que la mejor forma de ayudar es aceptando la realidad y trabajando para que mejore.
Su metodología se basa en un modelo llamado Emprender 360, una visión innovadora de la formación en emprendimiento que incluye: capacitación técnica, emprendimiento, acompañamiento y desarrollo humano. Modelo que les permite a las personas no solo aprender un oficio sino la posibilidad de emprender en su propia idea de negocio en un proceso donde la ONG no deja de estar involucrada como forma de acompañamiento.
Trabajo y Persona no cuenta con un centro de formación propio, su misión se cumple a través del trabajo en equipo: cuenta con más de 60 aliados en todo el país entre empresas privadas, colegios, centros de capacitación, universidades y parroquias, quienes, al igual que ellos, apuestan por el trabajo en conjunto como forma de lograr un bien mayor.
Conducir el futuro
José Tigrero estudiaba Tecnología Automotriz en el Instituto Universitario de Tecnología Industrial (IUTI) cuando inició Conduciendo Tu Futuro, un programa de Ford Motor de Venezuela en alianza con Trabajo y Persona, y avalado por la Fundación Universidad de Carabobo (FundaUC); pero por los problemas graves de transporte y económicos que atraviesa la ciudad de Valencia, suspendió la carrera.
Al terminar la formación, ambas instituciones le dieron la oportunidad de realizar cursos referentes al área y lo guiaron en la planificación y ejecución de su sueño: “Yo quería montar mi propio taller mecánico”, dice emocionado. Y así fue. A sus 22 años logró tener su propio emprendimiento: Tiger Mecanic (Tigres de la Mecánica) y creó 3 fuentes de trabajo para sus compañeros del programa.
Al cabo de un tiempo y con su emprendimiento en crecimiento, los ayudó a crear sus propios talleres: “La verdad soy feliz ayudando a otros, si mis amigos están bien, yo estoy bien, soy feliz”.
Para él “el trabajo es responsabilidad, las cosas que se inician y se terminan, lo que te motiva a ser una mejor versión de ti”.
Ver las oportunidades en medio de la crisis
Jennifer Tovar tiene 43 años y vive en Los Valles del Tuy. Viaja a Caracas varias veces por semana para atender a sus clientes a domicilio, pero eso no le desagrada; ve en su trabajo el orgullo de quien ha salido adelante pese a tantas dificultades.
A los 16 años había dejado de estudiar y se encontraba ejerciendo el papel de madre soltera. “Tuve mi primer hijo siendo una niña”, comparte. Con los años llegaron 5 niños más.
Gran parte de su vida trabajó a destajo: fue comerciante informal y trabajó en fábricas de ensamblajes de teléfono. “Llegué a limpiar calles”, dijo; luego se dedicó a prestar servicios de manicure y pedicure a domicilio, pero al poco tiempo dejó de hacerlo porque “los productos eran incomprables”.
Una vecina en el año 2014 le contó sobre Trabajo y Persona. “Ella ya pertenecía al programa Emprendedoras de la Belleza. Me postulé y fui seleccionada”. Luego de las primeras clases, su motivación comenzó a crecer.
Al finalizar el programa retomó el trabajo: “Las clases de mercadeo y finanzas me ayudaron a administrar mejor mi capital”, comparte. Comenzó a trabajar en una peluquería como manicurista y seguía prestando servicios a domicilio a sus clientes fijos. Sin embargo, el robo total de su material y equipo de trabajo, y la pérdida física de 2 de sus hijos en el año 2015, la destrozaron.
Luego de un año paralizada y alejada de su trabajo, Jennifer volvió a la casa que una vez abrió sus puertas para ella. Así, nuevamente se reincorporó a su acompañamiento, a las clases de actualización profesional y al mundo laboral. “Yo me había quedado estancada, limitada. Trabajo y Persona me incentivó a seguir adelante”.
Jennifer entendió que todo lo que se vive es necesario para seguir creciendo: sueña con tener su propio local y poder brindar a sus clientes un servicio de mayor calidad. “Me gusta escucharlos; pienso que las peluqueras también somos una especie de consejeras. Las personas vienen a ti para dejar sus problemas, quizás, en un nuevo corte”, dice.
Y mientras sus sueños van tomando forma, Jennifer seguirá bajando cada semana a Caracas, equipada de esperanza y con poderosas razones, esas que no dañan, sino que cuidan, que dan belleza y vida a otros.
*Miembro del Consejo de Redacción de SIC