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Ingrid Betancourt: con el diccionario y el rosario a cuestas

Arturo Peraza s.j.

Es innegable el impacto de grandeza humana que genera la persona de Ingrid Betancourt al escucharla narrar sus vivencias como secuestrada y su posterior rescate. Pero de ellas quisiera centrarme en dos que me han llamado poderosamente la atención.

Un dato inicial es el constante agradecimiento a Dios que ha estado presente en Ingrid. Este agradecimiento que en la selva era una constante súplica a través de un rosario, con el cual rezó particularmente el día de su rescate a las 4 am. Por otro lado, ella cuenta que pidió a la FARC un diccionario que le fue dado. El mismo según ella pesaba una tonelada. Un guerrillero le obligó a dejar su bolsa con el diccionario fuera del helicóptero. La ex candidata presidencial se negó: “Estaba con mi equipito a cuestas. Y trataron de quitármelo y dije que no. Ese diccionario, esa bolsa, era mi dignidad”. Betancourt no soltó su diccionario pese a la angustia que arrastraba. Luego vendría la liberación.

En la selva donde, como dice Ingrid, al llegar la noche todos los miedos se desatan, que genera la imagen de lo no controlado, del caos, de lo inhumano del secuestro, Ingrid carga dos armas de dignidad: un rosario y un diccionario. La fe y la palabra.

Para salir del laberinto de la guerra en Colombia posiblemente esas sean dos armas vitales. Una de ellas es la fe que nos comunica con lo trascendente, pero a la vez nos abre a nuestros semejantes, aunque éstos sean nuestros captores y unos déspotas, como bien señala la misma Ingrid al referirse al jefe de la cuadrilla que la tenía secuestrada. A su vez, el medio por excelencia para esa apertura y que nos hace humanos es la palabra. Es la necesidad de comunicarse y buscar el entendimiento, aunque esto nos pese toneladas de dificultad.

Creo que esta mujer está dando una lección de vida. La fe y la palabra pueden ser el camino para reencontrar la ruta perdida en la selva de la violencia de una guerra que ya hace tiempo perdió su razón de ser. Nos queda pedir que Dios siga oyendo la suplica por la libertad y la paz en Colombia y que a su vez, a pesar de todas las dificultades, no nos cansemos de asomar la necesidad de dialogar.

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Crédito: François Gérard

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