Por Francisco J Contreras M
Desde los últimos decenios del siglo pasado con el propósito de medición del estado de desarrollo económico surgieron formulaciones derivadas de indicadores de primer orden, entendiéndolos como aquellos que resultan de tomas directas de variables económicas o de encuestas de campo.
La idea de la utilización de mediciones diferentes a las puramente económicas para valorar el desarrollo y efectuar comparaciones internacionales, encuentra su justificación en las diversas concepciones teóricas que existen sobre el fenómeno en su propósito de permitir la comparabilidad de los estados de desarrollo entre los países.
Se comete un error al pretender utilizar ese tipo de herramienta para comparar estados de desarrollo que corresponden a diferentes períodos pues se crea un sesgo a favor de los referidos a tiempos más cercanos del actual y en contra de los lejanos. Por ejemplo, salud, educación y vivienda, por citar algunos.
Los indicadores compuestos con el propósito de una cuantificación del potencial económico, de las condiciones esenciales de la existencia y de las posibilidades de acceso a la formación de los ciudadanos de cada país, son relevantes para comparar situaciones en un mismo plano temporal. Los indicadores no compuestos como el producto nacional bruto per cápita, producto nacional bruto per cápita en PPA, y el índice de Gini pueden servir con relativa pertinencia para comparar diferentes épocas.
En el caso de otros indicadores como la esperanza de vida al nacer, la tasa de mortalidad infantil y el porcentaje de población con acceso al agua potable no lo son, es como comparar las condiciones del Imperio Romano con las de países potencia como EEUU y China de hoy en día. Igualmente ocurre con las tasas de matriculación, tasa de analfabetismo de adultos y el número de alumnos por maestro. Más aun el caso del índice de desarrollo humano.
Muchas de las mejoras inducidas por un programa tienen sus efectos más relevantes en el futuro, a título de ejemplo, como parte del “Programa de febrero de 1936”, el ministro de Sanidad y Asistencia Social, Santos Dominici lo designó director de Malariología a Arnoldo Gabaldón, la campaña anti malaria es referencia en los anales del mejoramiento de la salud mundial. El bienestar superior de Venezuela que refleja el IDH hoy tiene en su “ADN” en el “Programa de Febrero de 1936”, la salud como resultado es difícil que sirva para comparar diferentes períodos.
De modo que la pertinencia de los indicadores son los referidos de manera convencional en la Ciencia Económica de fuentes oficiales y en las recopiladas por Asdrúbal Baptista en su trabajo “Bases Cuantitativas de la Economía Venezolana: 1830-1989”.
Ahora no dudamos que indicadores de reciente data como “la alegría” de los ciudadanos sea relevante para hacer comparaciones, pero no pertinentes para comparar períodos diferentes.