Estamos a punto de reducir la paz con las Farc a simple tema de campaña presidencial, por sexta vez consecutiva. Para dejar de nuevo sin resolver la guerra y continuar sumidos en la barbarie
Francisco de Roux
En las últimas semanas estamos aprendiendo a vivir en la incertidumbre. Tenemos que llegar a un consenso nacional, pero no sabemos cuándo ni cómo. Sabemos, sí, que debemos perseverar. Porque nuestra dignidad y nuestra confesión de fe cristiana no significan nada si no detenemos la locura de más de 250.000 civiles asesinados y más de 60.000 desaparecidos por los actores de todos los lados en el conflicto político armado.
No fuimos capaces, ni antes ni después del plebiscito, de lograr entre nosotros un liderazgo espiritual unido, desde nuestra tradición humanista, cristiana y católica. Un liderazgo audaz, informado y libre de presiones políticas, capaz de discernir en la incertidumbre y convocar a todos. Que debería haber dicho al pueblo colombiano: lo que nos importa es el ser humano; va a ser difícil, pero no duden, no tengan miedo; quienes tenemos una responsabilidad espiritual estamos con ustedes en el corazón del proceso, para que no volvamos a la guerra, para que se diga toda la verdad, se repare a todas las víctimas, se acepten todas las responsabilidades, se mejoren y se cumplan todos los acuerdos, no haya impunidad y seamos capaces de perdonarnos.
Ante el vacío de este liderazgo, la paz dejó de ser causa espiritual y quedó en manos de la política, centrada en el poder público e incapaz de generar los grandes valores suprapolíticos que dan sentido a la comunidad nacional. Y esa causa, en lugar de unirnos, se convirtió en motivo de odios, divisiones y rupturas.
Hoy, cuando la paz está en manos del Congreso, el vacío de liderazgo espiritual vuelve a sentirse. El Senado, con retiro del Centro Democrático, aprobó por unanimidad la refrendación política del nuevo acuerdo con las Farc, después de un debate serio en argumentos a favor y en contra, y que pudimos ver por televisión. Semejante el proceso de la Cámara. ¿De dónde llegará, en estas circunstancias, una palabra espiritual unida, creíble, independiente, gratuita y convocante, capaz de un análisis sereno de la complejidad de la situación? ¿Cómo lograr sobre el Congreso y sobre el país una autoridad moral que toque el alma del pueblo, más allá de la política, y con suficiente carácter para contrarrestar la polarización que puede ahondarse? ¿Quién traerá el mensaje claro que ayude a poner en marcha un consenso incipiente, basado en razones morales fundamentales, que permita pasar a la implementación que hace de la paz una realidad enriquecida por el aporte de todos los lados?
Si esto no se logra, estamos a punto de reducir la paz con las Farc a simple tema de campaña presidencial, por sexta vez consecutiva. Para dejar de nuevo sin resolver la guerra y continuar sumidos en la barbarie. Muestra de que esto puede pasar es el que comienza a desaparecer la tranquilidad lograda en el campo durante los meses en que se creyó que sí era posible, y vuelven a crecer los asesinatos de líderes sociales.
En medio de esta realidad cae la tragedia del accidente del equipo Chapecoense. Mi solidaridad en el silencio y la esperanza para los familiares y amigos. Y para nosotros, la llamada a comprender que la incertidumbre es parte de la historia humana. Que lo único cierto sigue siendo la muerte, que nos iguala. Y la seguridad de que nada nos llevaremos ese día, excepto el amor gratuito que hayamos prodigado y la compasión, la alegría y el perdón; y la lucha por la justicia y la reconciliación en que nos hayamos entregado; y el cuidado por las generaciones futuras y por la Tierra. Porque para los creyentes estas cosas son el acontecer entre nosotros del misterio del Amor más fuerte que la muerte; y para los no creyentes, las acciones que llenan de valor la existencia humana.
Fuente:
http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/incertidumbres-francisco-de-roux-columna-el-tiempo/16762942