Por Carlos Torrealba
Muy preocupante lo que expuso el economista y asesor financiero Lenardo Buniak en el Programa “A Tiempo” del periodista Eduardo Rodríguez Giolitti respecto a la muy difícil situación de la banca venezolana, particularmente de su cartera de crédito.
Según datos suministrados por Leonardo Buniak, la cartera de crédito total de la banca en 2009 era, aproximadamente, 45.000 mil millones de dólares. En ese momento Venezuela tenía la cuarta banca más grande de América Latina después de Brasil, México y Argentina. Al cierre del 2017, la cartera cae a 12.000 millones de dólares. Un año después, al cierre de 2018, vuelve a caer a 720 millones de dólares. Si esto fuera poco, al 15 de octubre de 2019, la banca publica nuevamente balance y la cartera de crédito cierra en 259 millones de dólares.
Para comprender mejor el significado de esta situación, vale la comparación. Nicaragua, por ejemplo, tiene uno de los sistemas financieros más pequeños de la región; su cartera de crédito actual es de 23.000 millones de dólares. En los casos de Colombia y Chile, sus carteras de créditos son aproximadamente 200 veces mayor que la de la banca venezolana.
La dramática caída en el tamaño de la banca expresa un proceso de implosión financiera prácticamente imparable que está conduciendo a la casi extinción del sistema financiero venezolano vía cartera de crédito.
Por otra parte, el actual fenómeno de “desapalancamiento financiero” que vive la banca en Venezuela impacta fuertemente a la economía en la medida que, al no poder ofertar créditos, no puede ser entonces un factor de crecimiento de la actividad productiva y de creación de riqueza.
La banca venezolana se ha vuelto mucho más pequeña respecto al tamaño que tenía en 2009, ahora subsiste con grandes dificultades y de no haber correctivos estará eventualmente al borde del abismo dado que está impedida de crecer con los créditos, en el entendido de que la intermediación financiera es su función principal.