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Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.

Historia

Fundador e historia

Un dato conmovedor de nuestra historia nos lleva a recordar que la Revista SIC nació en la Navidad de 1937, siendo su cuna el Seminario Interdiocesano de Caracas (SIC), además, uno de los referentes de las siglas que conforman su nombre “SIC”.

En aquellos años, las comunidades y obras jesuíticas tenían la buena costumbre de que hubiera alguien con la responsabilidad de llevar el diario de la casa. Tanto que en nuestros archivos se deja ver una breve referencia: “Hoy nos han entregado a algunos seminaristas el primer número de nuestra revista SIC”, dice el Diario del Seminario, en una nota del 25 de diciembre de 1937.

Así fue como la Revista SIC N° 01 de enero de 1938 estuvo lista desde la Navidad anterior, como decidido anticipo de la seriedad que iba a mostrar al no faltar a una sola de sus citas mensuales; una tradición sostenida en sus primeros 80 años.

Por estos tiempos el padre de la criatura, Manuel Aguirre Elorriaga, había regresado de Roma, apenas tres meses antes, después de culminar su doctorado en Historia. El joven y brillante historiador había excitado las apetencias de la Universidad Javeriana de Bogotá y de los jesuitas de Chile, con mucho más poder que las por entonces muy débiles Iglesia y Compañía de Jesús en Venezuela. Pero Manuel –para entonces ya enamorado de Venezuela después de su experiencia de tres años (1926-1929) de “maestrillo” en el recién nacido Colegio San Ignacio– tenía muy claro que lo suyo era Venezuela.

“SIC”, además de sigla del Seminario Interdiocesano de Caracas, en latín significa “¡así es!”. Una afirmación de seguridad muy propia de la Iglesia de la Restauración, que se veía a sí misma con la seguridad de sentirse depositaria de la verdad de Dios en esos tiempos de confusión entre tantos “-ismos” como expresión de búsquedas filosóficas, sociales y políticas.

Fue así como Manuel Aguirre s.j, en su primer Editorial, deja plasmada esta expresión como un “lema de optimismo y una afirmación de seguridad”, técnicamente indiscutible. La fundación de la revista respondía tanto al momento institucional de los jesuitas en Venezuela como al momento sociopolítico del país.

Los primeros jesuitas habían llegado 22 años antes, llamados para atender a la formación de los sacerdotes en el Seminario. Eran ya, para 1938, 121 los jesuitas en Venezuela que atendían, además, al Seminario Menor de Coro, a los Colegios San Ignacio (Caracas) y San José (Mérida) y a las Residencias San Francisco (Caracas) y San Felipe (Maracaibo). Y había otros 14 jóvenes jesuitas de Venezuela formándose en Europa… ¡Necesitaban ya un órgano de expresión y de diálogo con la sociedad! 

De hecho, se habían tenido ya dos reuniones de jesuitas en Caracas sobre las características que debía tener la nueva y necesaria revista. Por su parte, el padre Manuel discutía la idea con jóvenes jesuitas venezolanos que se estaban formando en Europa, quienes sugerían posibles colaboradores, como el mismo Pedro Arrupe; y laicos venezolanos como Caracciolo Parra-Pérez, Briceño Iragorri, Rafael Caldera, Alfonzo Ravard, Pepe Izquierdo… entre otras reconocidas figuras.

Venezuela, por otra parte, a dos años de la muerte de Gómez, era un hervidero de búsquedas y posicionamientos. Los antiguos alumnos no se habían encerrado en piadosas capillas. Se habían incorporado al torbellino de la Federación de Estudiantes de Venezuela (FEV); pero, al no poder sumarse a la solicitud del movimiento estudiantil de la expulsión de los jesuitas de Venezuela, se habían constituido en Unión Nacional de Estudiantes (UNE, 1936), que diez años después se iban a llamar Partido Social Cristiano COPEI. En ese contexto, también Venezuela clamaba la palabra orientadora de los jesuitas.

El padre Manuel asumió la revista no precisamente como iniciativa de desempleado: daba clases a los seminaristas en cinco asignaturas claves (Historia Eclesiástica, Pastoral, Historia Patria, Historia de la Filosofía y Ciencias Sociales). Y, además de hacerse cargo de la Dirección de SIC, fundó la Escuela San Francisco Javier, anexa al Seminario y, sobre todo, inició el movimiento de los Círculos Obreros, de los que fueron naciendo los sindicatos de Codesa (llegaron a agrupar 5 federaciones con 60 sindicatos y 80 ligas campesinas); como necesidad del nuevo movimiento sindical, fundó también  el Instituto Nacional de Estudios Sociales INES (para la formación de militantes obreros) y FUDASC (Fraternal Unión de Dirigentes de Acción Social Católica, para la formación integral de sus dirigentes). Ese catolicismo social que él había promovido reforzó la autoridad de sus análisis y propuestas para Venezuela que presentaba en nuestra Revista SIC, pionera del análisis coyuntural de Venezuela.

En estos últimos 50 años, la revista SIC y el Centro Gumilla han acompañado apasionadamente a Venezuela no solo en sus búsquedas y logros, sino también en sus miserias. Tal vez, habrá que subrayar el servicio eclesial, sobre todo a la Iglesia que optó por el concilio desde su recepción latinoamericana de Medellín y Puebla, desde su adscripción a la Teología de la Liberación y su acompañamiento a la vida religiosa inserta y a las comunidades eclesiales de base y a los grupos que surgían de allí en procura de un mejoramiento en las condiciones de vida.

Finalmente, valdrá la pena recordar por estos tiempos un extracto de aquel primer Editorial de la Revista SIC, que circulaba en el mes de enero de 1938, el cual, haciendo referencia a la Venezuela vejada por la dictadura, afirmaba:

“En este momento de crisis patria el silencio es cobardía; y la inacción, pecado”.

 

Para conocer más sobre la historia de la Revista SIC les invitamos a consultar nuestra biblioteca digital.

A ustedes que nos leen fielmente,

¡Gracias por preferirnos!

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