Jn 14,7-14
Alfredo Infante sj
Jesús no actúa en solitario, sus actos son personales, no individuales. Lo individual es lo que nos hace únicos e irrepetibles y lo personal es lo vinculante, lo que hace que eso único e irrepetible que somos se abra a la reciprocidad de dones, es en realidad, lo que nos hace crecer humanamente.
Lo individual y lo personal se necesitan entre sí, pero lo individual es de suyo ambiguo, porque así como se puede abrir solidariamente, tiende también, a cerrarse sobre sí. Si nos cerramos y somos meros individuos y no reconocemos nuestra religación con los demás, con la creación y con Dios, ponemos un techo muy bajo al desarrollo humano.
Jesús, como hijo único del Padre, tiene autoconciencia de su religación con el Padre, por eso dice: «si me conocierais a mí, conociérais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto». Al Padre nadie lo ha visto. Jesús es sacramento del Padre. Es decir, viéndolo y conociéndolo a él, vemos y conocemos al Padre. La relación de Jesús y su padre no es un gueto. Jesús abre su corazón para incluirnos en esa relación, en él somos hijos del Padre. La comunión de Jesús con su padre es abierta e incluyente, por eso su proyecto es la fraternidad universal.
San Francisco de Asís, experimentó este misterio relacional en su corazón y esta convicción espiritual le llevó a sustantivar sus relaciones tratando a todos como hermanos: hermano río, hermana luna, hermana madre tierra, hermano lobo, hermano enemigo etc.
Ahora, quiero detenerme en este trozo del discurso de Jesús: “«en verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores»”. Resalta aquí la confianza de Jesús en la fuerza interior de la humanidad. Está convencido de que con la fuerza de la fe podremos hacer las obras que él hace y aún mayores. ¿A qué obras se refiere? a las obras que están en el horizonte de la fraternidad. Las que él proclamó en su misión: «liberar, sanar, hacer justicia, fortalecer, dar esperanza, perdonar, reconciliar, ser buena noticia a los pobres».
En nuestro país muchos se están desmovilizando porque han perdido la confianza. Cuando perdemos la confianza nos cerramos en nosotros mismos como meros individuos y perdemos la perspectiva de la religación y la capacidad que tenemos de soñar y construir responsablemente un destino común.
El poder busca fragmentar, que actuemos como meros individuos anárquicos de un conjunto, sembrar la lógica relacional del sálvese quien pueda, de esta manera seremos presa fácil de la dominación. Jesús nos invita a tomar consciencia de nuestra religación, de caminar hacia la unidad en la diversidad, hacia la conciencia personal del nosotros, y, desde allí, hacer aún obras mayores al servicio de la vida.
Oremos: Señor, danos la gracia de tomar conciencia de nuestra más honda religación, y actuar no como meros individuos de un conjunto, sino como personas que apuestan por la construcción de un destino común, fraternal.
“Sagrado corazón de Jesús, en vos confío”
Parroquia San Alberto Hurtado. Parte Alta de La Vega.
Caracas. Venezuela.