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Hagamos las paces, la Asamblea Nacional que sueño

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Luisa Pernalete

“Soñar no cuesta nada” es un dicho con el cual no estoy de acuerdo. Soñar tiene un gran valor, tanto que cuando usted deje de soñar es porque está medio muerto, preocúpese, porque tal vez perdió la esperanza, y eso dicen que “es lo último que pierde”. Puede estar sufriendo de una enfermedad en su etapa terminal.  Los sueños colocan metas, empujan a la acción. Tenemos razones urgentes para soñar, porque  entre otras cosas, hay muchos niños, niñas y adolescentes que tienen derecho a llegar a ser adultos en mejores condiciones que las que tienen hoy. Yo, hoy a pocos días del 6D, les invito a soñar con la Asamblea Nacional necesaria para el país. Esta podría ser una “tercera carta a los candidatos” y también “tercera carta a los electores”, puesto que somos nosotros, los electores, los que otorgaremos el poder a los que ganen con los votos el 6D.

Primero sueño con una AN compuesta por diputados y diputadas que tengan claro que sesionar no es sinónimo de “clase de gimnasia” a la cual se va a levantar la mano y bajarla como si fueran ejercicios de calentamiento. O sea, que sepan que ser diputados es un trabajo serio y es por eso que sueño también con ciudadanos que constantemente cumplan la función de recordatorio. En este primer punto, aunque parezca  obvio, sueño con una AN a la cual los diputados asistan, si, así de simple, quero verles las caras siempre. “¿Cómo es eso de que se pasa lista y hay reiteradas inasistencias?”.

En segundo lugar, sueño con una AN con agenda a corto, mediano y largo plazo conocida por los ciudadanos. Si no se tiene metas, puede  que no llegue a ninguna parte, y el país no está para carreras en círculo, como si fuera la Fórmula Uno, y de paso, de choque en choque como algunos choferes que conocemos.

Me gustaría que cada mes tuviésemos en la página web de la AN “el plan de vuelo”, cuáles leyes están introducidas, cuáles esperan su turno. A la REDHNNA le gustaría ver que algunos diputados proponen que se revisen decisiones anteriores, como la reforma penal de la LOPNNA; por ejemplo. (Nótese que les estamos ayudando a hacer su trabajo y no cobraremos honorarios profesionales)

En tercer lugar, sueño con una AN cuyos debates se rijan por un reglamento de debates conocido y  aceptado por todos y que ese reglamento se respete, como pasa en cualquier reunión seria, que no se insulte ni descalifique a los que pidan la palabra, que se tenga un cartelito como en los salones de clases de la primaria con las  normas del buen hablante y del buen oyente. “¿Sería mucho pedir?” ofrezco regalarles uno.

En cuarto lugar y no menos importante, sueño con unos diputados con orejas de elefante, o sea, con grandes orejas para que cuando salgan por ahí escuchen a los que le dieron el cargo: a los electores, a los ciudadanos y ciudadanas, que escuchen “el clamor del pueblo”. Nadie quita que la solidaridad latinoamericana incluso la internacional es importante, pero hay víctimas en nuestro país que nunca han tenido el derecho de palabra en la AN. “¿Alguna vez se ha presentado el tema de los niños y niñas que no llegan a la mayoría de edad porque las balas se los impide?” “¿Escuchan los diputados el llanto de los pequeños?” Ojalá también tengan ojos y cuello de jirafa, como sugirió el padre Nicolás s.j. en una reunión hace poco, para que puedan ver más allá de sus propios intereses.

En quinto lugar, sueño con una AN en donde los diputados sepan sumar y restar, que hayan tenido una buena primaria, y sepan sacar cuentas antes de aprobar, por ejemplo, más compras de aviones de guerra, antes de aprobar presupuestos sin saber de dónde saldrán los recursos. No pido doctores en matemáticas, pero si diputados con buena primaria.

Sueño con que los niños y niñas en vez de jugar a pranes, digan que quieren jugar a ser diputado, porque el ejemplo de trabajo, decencia, relaciones interpersonales, sea más atractivo que los jefes de las cárceles. Prometo que no los vamos a dejar solos, vamos a pedir cuentas de estos sueños.

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