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La “Guerra de los Doce Días” y sus consecuencias

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“La paz obtenida con la espada, no es paz, sino tregua (…)  Es título de gloria más grande matar la guerra con la palabra que los hombres con la espada, y procurar o bien mantener la paz con la paz, no con la guerra”.

San Agustín, Carta 229, párrafo 2.

 

En mayo de 2018, la Administración Trump I cometió el error estratégico –jalonada por el Primer Ministro de Israel, Benjamin Netanyahu– de retirar a EEUU del acuerdo nuclear entre el P5+1 (los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania) e Irán denominado “Plan de Acción Integral Conjunto” (JCPOA, por sus siglas en inglés) –alcanzado en julio de 2015 y que Teherán venía cumpliendo.

La esencia del JCPOA descansaba en un quid pro quo sencillo: Irán aceptaba limitar su programa nuclear, incluyendo un estricto régimen de verificación de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA); a cambio, las potencias levantaban las sanciones económicas. Esto proporcionaba certezas colectivas sobre el programa nuclear iraní; mientras que Teherán podría reintegrarse al comercio internacional y acceder a financiamiento. Indirectamente, todos obtenían ciertas garantías de seguridad, pero Netanyahu recelaba.

Así, la Administración Trump I adoptó la política de “máxima presión” que implicaba una amplia reimposición unilateral de sanciones; la cual fue desafiada con el ataque de milicias iraquíes apoyadas por Irán a la base aérea estadounidense en Kirkuk y la Embajada estadounidense en Bagdad en diciembre de 2019. A su vez, la Administración Trump I respondió con el asesinato del General Qasem Soleimani, Comandante de la Fuerza Quds –fuerzas especiales de la Guardia Revolucionaria de Irán–, en enero de 2020.

Además, Irán dejó de cumplir con el JCPOA en mayo de 2019, aumentando sus reservas de uranio enriquecido, elevando el nivel de enriquecimiento –pasando desde el 20% en 2018 hasta un nivel de 60% en 2025, con lo cual se acercó al nivel de 90% necesario para armas nucleares– y negando el acceso a los inspectores del AIEA. Como resultado, aumentó la incertidumbre.

Lamentablemente, la desconfianza del régimen iraní temiendo el regreso de Trump a la Casa Blanca, impidieron recuperar el JCPOA; a pesar de las negociaciones impulsadas por la Administración Biden, en especial durante 2022.

Irán ha seguido afirmando que su programa nuclear tiene fines pacíficos, pero ahora la posesión de uranio enriquecido al 60% resulta problemático. Por su parte, Netanyahu ha mantenido la denuncia de que Irán busca armas nucleares.

Sin embargo, las agencias de inteligencia estadounidenses indicaron en marzo de 2025, que Irán no había decidido construir armas nucleares:

“La comunidad de inteligencia continúa evaluando que Irán no está construyendo un arma nuclear y que el líder supremo Khamenei no ha autorizado el programa de armas nucleares que suspendió en 2003. Seguimos monitoreando de cerca si Teherán decide reautorizar su programa de armas nucleares. En el último año, hemos visto cómo se erosionó un tabú de décadas en Irán sobre hablar de armas nucleares en público, lo que probablemente envalentonó a los defensores de las armas nucleares dentro del aparato de toma de decisiones iraní. Las reservas de uranio enriquecido de Irán se encuentran en sus niveles más altos, algo sin precedentes para un Estado sin armas nucleares”[1].

Es decir, Irán avanzó en el rubro del enriquecimiento de uranio entre mayo de 2018 y marzo de 2025, alcanzando niveles superiores a los requeridos para usos pacíficos. También logró desarrollos en misiles y vectores de lanzamiento con tecnología propia. Estos son dos de los tres elementos clave necesarios para que un país pueda desarrollar un arsenal nuclear. Empero, en relación a la weaponization –la capacidad de miniaturizar y acoplar un dispositivo explosivo en una cabeza militar operativa–, Irán no había dado ningún paso.

En suma, Irán hizo progresos hacia el estatus de “Estado umbral” o de “latencia nuclear”; esto es, aquellos países que poseen la tecnología, el conocimiento e infraestructuras necesarias para desarrollar armas nucleares rápidamente si llegasen a decidirlo. Dicho de otra manera, se acercó aún más a la “opción” de poder desarrollar armas nucleares ante la ausencia de garantías de seguridad.

En otro orden de ideas, Irán impulsó un fortalecimiento del llamado “Eje de la Resistencia” –desde Hezbollah en El Líbano y Hamás en Gaza hasta Ansar Allah en Yemen– a partir de 2018, para aumentar su capacidad de influencia regional y de disuasión frente a Israel y su aliado EEUU.

En este contexto, se produjo el ataque terrorista sin precedentes de Hamás a Israel el 7 de octubre de 2023, el cual el grupo islámico buscó justificar indicando la ocupación israelí de los territorios palestinos y el trato injusto al pueblo palestino. Esto llevó al dramático aumento de la ayuda militar de la Administración Biden a Israel y el inicio de la Guerra de Gaza. Empero, si bien esta última inició como una campaña de legítima defensa, Netanyahu la ha prolongado por 21 meses, traspasando los límites fijados por la proporcionalidad y la recta intención. De hecho, ha reducido este territorio palestino a escombros y existen denuncias de violaciones a los derechos humanos y crímenes de guerra, por lo cual los jueces de la Corte Penal Internacional emitieron órdenes de arresto contra Netanyahu y su  Ex-Ministro de Defensa, Yoav Galant en noviembre de 2024; mientras que la Relatora de la ONU para los Territorios Palestinos, Francesca Albanesa, ha afirmado que existen indicios de “comisión de genocidio” en Gaza[2].

En paralelo, Netanyahu bombardeó el consulado iraní en Damasco en abril de 2024, matando al General Mohamed Reza Zahedi, Comandante de la Fuerza Quds. Esto llevó a dos episodios de ataques cruzados de misiles y drones entre Irán e Israel en abril y octubre de 2024.

En conclusión, lo que tenemos aquí, es un “dilema de seguridad” entre Irán e Israel –y por extensión su aliado EEUU. Es decir, una situación en la que las acciones adoptadas por un Estado para aumentar su propia seguridad provocan reacciones de otros, que a su vez conducen a una disminución, en lugar de un aumento, de la seguridad de aquel; lo cual genera una espiral de acciones y reacciones que llevan a la inseguridad de todos y la guerra:

“Dondequiera que haya existido una sociedad anárquica (…) ha surgido lo que podría llamarse el ‘dilema de seguridad’ de los hombres, grupos o sus líderes. Los grupos o individuos que viven en tal constelación deben estar, y generalmente lo están, preocupados por su seguridad ante ataques, sometimientos, dominios o aniquilación por otros grupos e individuos. En su afán por lograr seguridad ante tales ataques, se ven impulsados a adquirir cada vez más poder para escapar del impacto del poder ajeno. Esto, a su vez, aumenta la inseguridad de los demás y los obliga a prepararse para lo peor. Dado que nadie puede sentirse completamente seguro en un Mundo de unidades en competencia, se produce la competencia por el poder, y se inicia el círculo vicioso de seguridad y acumulación de poder” [3].

En este sentido, recordemos, que la apuesta del régimen iraní por el enriquecimiento de uranio nos retrotrae a 2002, cuando la Administración Bush le incluyó en el “Eje del Mal”, invadiendo al año siguiente a su vecino Irak con la promesa de acabar con un programa de armas de destrucción masiva inexistente e iniciar una remodelación del Medio Oriente. Ahora, con la llamada “Guerra de los Doce Días”, la Administración Trump II, nuevamente espoleada por Netanyahu, ha agravado la situación.

Los sueños peligrosos de Netanyahu

Netanyahu ha construido su carrera política a partir de la denuncia reiterada del programa nuclear iraní como “amenaza existencial” de Israel, lo cual ha estado vinculado a  convicciones ideológicas y cálculos geoestratégicos, así como, a sus maniobras políticas internas e incluso convicciones mesiánicas –como lo ha afirmado el Ex-Jefe del Estado Mayor israelí, Shaul Mofaz[4].

En este sentido, Netanyahu ha repetido una y otra vez a lo largo de tres décadas, que una bomba nuclear iraní es cuestión de “un año”, lo cual luego reduciría a “meses”, siendo un férreo opositor del JCPOA[5]. También intentó convencer sin éxito a los Presidentes Bush (hijo) en 2008, Obama en 2010 y 2012, y Biden en 2024, que le ayudasen a bombardear las instalaciones nucleares iraníes.

Empero, el discurso de Netanyahu ha obviado convenientemente dos hechos clave: (1) Israel no es signatario del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) y, por tanto, nunca ha abierto sus instalaciones a inspecciones de la AIEA y no ha enfrentado ninguna presión internacional significativa al respecto, lo cual lleva a un doble rasero que ha afectado los esfuerzos diplomáticos con Irán; (2) Israel, más allá de su ambigüedad estratégica, posee al menos a 90 ojivas nucleares[6]; es decir, lo suficiente para disuadir cualquier ataque de otra potencia nuclear menor.

En cualquier caso, Netanyahu ha prolongado la Guerra de Gaza y ahora ha arrastrado a la Administración Trump II a la “Guerra de los Doce Días” para mantenerse en el poder[7]. A nivel interno, puede esquivar tanto los juicios por corrupción pendientes en tribunales israelíes como la rendición de cuentas por el fallo de seguridad que permitió el ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023, al tiempo que se presenta ante el público israelí como el hombre fuerte que garantiza la seguridad del país –habiendo quedado demostrado lo contrario. Mientras que, a nivel internacional, dada la polarización en los países democráticos respecto a Irán, Netanyahu ha buscado acallar con la “Guerra de los Doce Días”, los señalamientos internacionales por la Guerra de Gaza, así como abortar cualquier iniciativa de paz para el conflicto palestino-israelí sobre la base de la solución de los dos Estados –el estallido de la guerra hizo suspender una cumbre internacional al respecto en Nueva York, con el co-patrocinio de Francia y Arabia Saudita.

En conclusión, la política desmesurada de Netanyahu persigue dos ilusiones: (1) Mantenerse como figura indiscutible de la política israelí con el apoyo de grupos de extrema derecha y facciones religiosas ultra-ortodoxas, al erigirse como vengador de un ataque que su propia política de no paz con los palestinos sembró y que, en última instancia, permitió; (2) Creer que puede garantizar como mínimo la seguridad de Israel y como máximo convertirle –una nación con notables capacidades pero de apenas 10 millones de habitantes, rodeada de millones de árabes y 90 millones de persas, y dependiente de la ayuda militar de EEUU– en la potencia hegemónica de Medio Oriente, sólo degradando a sus adversarios externos en una guerra interminable, con lo cual olvida que una posición de liderazgo geopolítico semejante también requiere de la aceptación de sus vecinos.

El fracaso de la diplomacia coercitiva de Trump

Netanyahu comenzó a prepararse para atacar a Irán en diciembre de 2024, después de diezmar por separado a Hamás en Gaza y Hezbollah en El Líbano –con lo cual, degradó el llamado “Eje de la Resistencia” y la capacidad de retaliación de Irán–, y tras producirse la caída del régimen de Assad en Siria –con lo cual, quedaba abierto el espacio aéreo para una campaña aérea contra Irán–, y aún más importante, una vez conoció el triunfo de Donald Trump en las elecciones de EEUU que calificó exultante como: “el mayor regreso de la historia”.

El 4 de febrero de 2025, Netanyahu realizó la primera visita de un líder extranjero al Presidente Trump durante su segundo período en la Casa Blanca. Allí, le indicó que según la inteligencia israelí, Irán estaba haciendo esfuerzos cada vez más rápidos y rudimentarios para obtener armas nucleares; lo que, a su juicio, planteaba una paradoja: cuando el régimen iraní era más débil, más se acercaba a este objetivo contrario a la seguridad de Israel. Además, Netanyahu argumentó que si se quería que la diplomacia tuviera éxito, había que prepararse para un ataque militar: Si vis pacem, para bellum, siguiendo la máxima de Vegecio.

De manera asombrosa, aunque las agencias de inteligencia estadounidenses consideraron que la información presentada por Netanyahu no constituía nueva evidencia factual sobre el programa nuclear iraní, sino sólo nuevas estimaciones[8]; Trump asumió como buena esta evaluación y le reafirmó a Netanyahu que en ninguna circunstancia permitiría un Irán con armas nucleares. A partir de allí, Trump adoptó el ultimátum clásico como forma radical de diplomacia coercitiva:

“La diplomacia coercitiva, o persuasión contundente [forceful persuasion] como algunos prefieren llamarla, no es un concepto esotérico (…) La idea es respaldar la exigencia que se le plantea al adversario con una amenaza de castigo por incumplimiento que este considere lo suficientemente creíble y contundente como para persuadirlo de que cumpla con la exigencia. En consecuencia, la teoría abstracta de diplomacia coercitiva, no toma en consideración la posibilidad de percepción o cálculo erróneos o que la ‘racionalidad’ del oponente este afectada por variables psicológicas y por valores, cultura o tradición que podrían diferir de aquellos del Estado coercitivo”[9].

En concreto, el ultimátum de la Administración Trump II al régimen iraní tuvo cuatro componentes: (1) una demanda; en este caso, el desmantelamiento del programa nuclear iraní; (2) un tiempo límite o sentido de urgencia para el cumplimiento de la demanda; en este caso, 60 días; (3) una amenaza de castigo por el incumplimiento que es tanto creíble para el adversario como suficientemente potente para convencerlo que el cumplimiento es preferible; en este caso, un ataque israelí al cual podría sumarse EEUU; y, (4) una oferta de levantamiento de sanciones –que en principio reforzaba–, como incentivo condicional.

El problema es que el ultimátum clásico como variante radical de la diplomacia coercitiva –además de ser una amenaza ilegal conforme al Art. 2 (4) de la Carta de la ONU– depende de variables psicológicas y contextuales. Además, le resta flexibilidad a las negociaciones y puede llevar fácilmente a la escalada[10]. En consecuencia, resultaba previsible que conminar a Irán a ceder completamente en relación a su programa nuclear, indicándole que de no hacerlo se expondría a una guerra con Israel como su principal adversario, no podía dar resultado. Esto equivalía a darle a escoger al régimen iraní entre la humillación y la guerra.

Lo que siguió fue un dueto coordinado, pero disonante: Trump, ahora un veterano de la impredecibilidad, alternó entre amenazas y diplomacia; Netanyahu, en cambio, mantuvo la voz de alarma y hacía preparativos. Aunque las preferencias eran divergentes, el interés de desmantelar el programa nuclear iraní mantuvo la coordinación. En la práctica, fue una mala puesta en escena de la táctica del “policía bueno-policía malo” (good cop-bad cop) que no persuadió al régimen iraní.

Trump nombró a su compañero de golf y empresario inmobiliario, Steve Witkoff, como Enviado de EEUU para Medio Oriente y le dio la tarea de buscar un acuerdo nuclear con Irán que pudiese exhibir como una victoria diplomática. Al mismo tiempo –persuadido por Netanyahu–, pidió opciones militares creíbles, con lo cual conscientemente o no, estaba apostando por una futura guerra con Irán.

En este sentido, a mediados de febrero de 2025, en coordinación con funcionarios de Israel, el General Michael Kurilla, Jefe del Comando Central de las Fuerzas Armadas de EEUU, desarrolló tres opciones principales. La primera opción consistía en el reabastecimiento de combustible y el apoyo de inteligencia estadounidense a una operación de ataque aéreo israelí a gran escala contra la defensa anti-aérea, las bases de misiles y el programa nuclear de Irán. La segunda opción, en un ataque aéreo conjunto a gran escala, pero separados en el tiempo, donde Israel degradaría y EEUU remataría el trabajo. La tercera opción, en una misión liderada por EEUU, con Israel como apoyo. En la segunda y tercera opción, EEUU tendría que utilizar aviones B-2 con bombas anti-bunker GBU-57 MOP, al ser las únicas que tenían alguna posibilidad de alcanzar las instalaciones nucleares subterráneas de Irán –aunque existían dudas al respecto, ya que algunas instalaciones de Fordow, Natanz e Isfahán estarían a una profundidad más allá de su alcance. También habría sido considerada una cuarta opción, rápidamente descartada –quizás por el recuerdo del desastre de la “Operación Garra de Águila” de la Administración Carter durante la crisis de los rehenes en 1980–, que incluía, además de una campaña aérea inicial, una incursión de un comando israelí con apoyo aéreo estadounidense para garantizar la destrucción de las instalaciones nucleares subterráneas[11].

El 7 de marzo de 2025, Trump anunció que había escrito una carta al Ayatollah Alí Khamenei, expresando su deseo de iniciar nuevas negociaciones tendientes al desmantelamiento del programa nuclear iraní. Advirtió que la no aceptación de la propuesta podría exponer a Irán a graves consecuencias militares, fijando un plazo de 60 días. A cambio, habría ofrecido el levantamiento de las sanciones.

A finales de marzo, el régimen iraní manifestó disposición a iniciar negociaciones. Al dejar correr tiempo, comunicaba a Trump que negociaría, pero no claudicaría.

Por otro lado, Netanyahu visitó nuevamente a Trump en la Casa Blanca el 7 de abril de 2025, mostrando impaciencia y recelo ante el inicio de unas negociaciones por las que realmente no apostaba.

Entre abril y mayo, se produjeron cinco rondas de negociaciones entre Mascate (Omán) y Roma. Un inexperto Witkoff intentaba concretar el acuerdo en el plazo de 60 días; sin embargo, este enfoque rápido y muy poco realista, encontró resistencia por parte del Canciller iraní Abbas Araghchi que enfatizaba la necesidad de tiempo para construir confianza y encontrar soluciones a varios puntos críticos.

El 16 de mayo, Trump envió a Irán una propuesta de acuerdo nuclear y advirtió que era necesario un progreso rápido para evitar consecuencias graves.

El 20 de mayo, CNN informó que la inteligencia estadounidense había obtenido información que “sugería” preparativos de Israel para atacar las instalaciones nucleares iraníes[12].

Mientras la Administración Trump II negociaba, Netanyahu avanzaba hacia la preparación militar. Por su parte, el régimen iraní denunciaba los mensajes mezclados, mostrando desconfianza y disposición a resistir.

Días después, Witkoff informó que estaba a punto de llegar a un nuevo acuerdo con Irán, cuyo proyecto –filtrado a la prensa– se parecía irónicamente en muchos aspectos al JCPOA que la Administración Trump I había abandonado[13], aunque con inspecciones aparentemente reforzadas. En contraste, Araghchi declaró que no estaba seguro de que un acuerdo fuese inminente.

El 9 de junio, el Ayatollah Khamenei, rechazó la propuesta de acuerdo nuclear de Trump, y el Canciller Araghchi indicó que presentaría una contrapropuesta. Los principales puntos de desacuerdo incluían: (1) el derecho de Irán a continuar con el enriquecimiento de uranio permitido por el Art. 4 del TNP; (2) el manejo de sus reservas de uranio altamente enriquecido –Irán pretendía mantenerlas y EEUU insistía que debía transferirlas a un tercer país–; (3) las condiciones para levantar las sanciones contra Irán; y, (4) las garantías a un incumplimiento del acuerdo por EEUU como ocurrió en 2018. Entonces, Trump sintió que los iraníes no se tomaban en serio las negociaciones, sin considerar la necesidad de cierta “paciencia estratégica” para superar la desconfianza que había sembrado.

El 12 de junio, la AIEA aprobó una resolución donde señaló que: (1) Irán no cooperaba plenamente con el organismo conforme exige el acuerdo de salvaguardias en relación con el TNP; (2) la AIEA no estaba en condiciones de “verificar que no se haya producido ninguna desviación de materiales nucleares”; (3) “el hecho que el Director General no pueda ofrecer garantías de que el programa nuclear de Irán es exclusivamente pacífico” –por la posesión de 408,6 kilogramos de uranio enriquecido al 60%, que sería un material que tras un mayor enriquecimiento podría utilizarse para 10 bombas atómicas– implicaba “cuestiones que son competencia” del Consejo de Seguridad de la ONU; y, (4) la AIEA apoyaba “una solución diplomática” ante los problemas que todo esto planteaba[14].

Entre tanto, el viernes 13 de junio, vencido el plazo de 60 días, Netanyahu tomó el silencio de Trump como “luz verde” y procedió a lanzar sorpresivamente la “Operación León Ascendente” contra Irán; mientras que Witkoff mantuvo los preparativos para reunirse nuevamente con Araghchi el 15 de junio en Mascate. Esto lució como un último ardid de la Administración Trump II para garantizar que el ataque de Israel tomase por sorpresa a Irán, al coste de afectar la imagen de la diplomacia estadounidense a largo plazo. En cualquier caso, el estallido de la guerra supuso una victoria para Netanyahu y un fracaso para Trump:

“…la diplomacia coercitiva se concibe abarcando únicamente amenazas y uso de la fuerza demostrativo, pero no el uso a gran escala: dondequiera que se trace la línea entre el uso de la fuerza limitado y el uso a gran escala, si quien coacciona tiene que cruzarla para lograr sus objetivos, entonces, por definición, la diplomacia coercitiva ha fracasado. En este caso, fue la guerra, no la diplomacia coercitiva, la que produjo el cambio. Cualquier empleo de la fuerza más allá de la amenaza, el uso ejemplar o el uso limitado señala el fracaso de la diplomacia coercitiva, aún cuando el uso posterior de la fuerza a gran escala pueda tener éxito en el logro de los objetivos originales”[15].

De la “Operación León Ascendente” a la “Operación Martillo de Medianoche”

La “Operación León Ascendente” consistió en oleadas de ataques aéreos de las Tzahal (Fuerzas de Defensa de Israel) junto con operaciones encubiertas del Mossad, asestando golpes simultáneos a las instalaciones nucleares, a los emplazamientos de misiles y al sistemas de defensa aéreo de Irán, y asesinando a varios de sus científicos nucleares, comandantes militares e incluso a un negociador nuclear. También dañó parcialmente la fase 14 del campo de gas South Pars y la planta de gas de Fajr Jam, así como la refinería Shahr Rey a las afueras de Teherán. Al tiempo, Netanyahu se dirigió en inglés al pueblo iraní, indicándole que había llegado el momento de levantarse contra un “régimen maligno y opresor”. En paralelo, el heredero del depuesto Sha de Irán, Reza Pahleví, llamó a la insurrección desde el exilio.

Todo esto implicó que la operación de Israel pretendía como mínimo, eliminar la amenaza del programa nuclear iraní y degradar su programa misilístico, mientras que como máximo buscaba generar condiciones para su caída, lo cual llevaría a una remodelación geopolítica del Medio Oriente.

La diplomacia israelí esgrimió la resolución que acababa de aprobar la AIEA como justificación. Por ello, el Director General de la AIEA, Rafael Grossi, tuvo que aclarar en una entrevista en CNN, que una cosa era la posesión de uranio altamente enriquecido al 60% –lo que ciertamente era preocupante–, y otra el desarrollo de armas nucleares que requiere de otros elementos: “No tenemos ninguna prueba de un esfuerzo sistemático de Irán para desarrollar armas nucleares (…) Ciertamente, no es una cuestión de mañana, quizás ni siquiera de años”[16]. Sin embargo, matizó que no estaba capacidad de “confirmar que todo se encuentra en orden” en Irán, denotando la necesidad de retomar las inspecciones.

Desde el punto de vista táctico, el ataque israelí fue efectivo, aunque dejó un saldo de más de 1 mil muertos y casi 6 mil heridos. Irán respondió lanzando cientos de misiles y drones, los cuales fueron neutralizados en un 87% por el sistema de defensa aéreo israelí, integrado por la “Cúpula de Hierro” y los módulos complementarios “Honda de David” y “Arrow”. A pesar de la censura impuesta, ha trascendido que 5 instalaciones militares israelíes[17], la refinería de Haifa y zonas urbanas fueron alcanzadas, con un saldo de 30 muertos y 3 mil heridos.

No obstante, a pesar de la innegable superioridad militar exhibida por Israel frente a Irán logrando controlar su espacio aéreo, esto no le bastaba para alcanzar los objetivos propuestos. Aquí es donde Trump debía cumplir su parte, ya que intentar eliminar el programa nuclear iraní requería atacar las instalaciones subterráneas iraníes, utilizando bombas GBU-57 MOP que sólo tiene EEUU.

Inicialmente, la Administración Trump II se mantuvo cautelosa, con el Secretario de Estado, Marco Rubio, negando cualquier participación. Sin embargo, EEUU proporcionó reabastecimiento de combustible y apoyo de inteligencia satelital a la operación israelí,  además de la respectiva cobertura diplomática.

Empero, cuando Trump vio el resultado de la operación israelí sobre Irán quedó maravillado y no pudo resistir reivindicar parte del éxito como propio. Así colocó en sus redes sociales: “Le dije a la otra parte (Irán): ‘Tienen 60 días para llegar a un acuerdo’ (…) Hoy es, de hecho, el día 61, y fue un ataque [de Israel] muy exitoso (…) Deberían haber llegado a un acuerdo y todavía pueden hacerlo mientras les quede algo; todavía pueden”.

Por otra parte, Trump habría ordenado a Witkoff restablecer contactos con Irán para buscar un acuerdo in extremis; pero en medio de los ataques israelíes resultó imposible. En paralelo, a sabiendas que el conflicto entre Israel e Irán dividía a su movimiento Make America Great Again (MAGA), enfrentando a la facción neo-aislacionista que no quiere ver a EEUU involucrado en otra guerra en el Medio Oriente y la facción conservadora pro-israelí, optó por escuchar a todas las voces.

El jueves 19 de junio, Trump anunciaba que prefería una solución negociada y que se daría “dos semanas” para decidir si atacaba o no Irán, subrayando: “Nadie sabe lo que voy a hacer”. Empero, el viernes 20 de junio ordenó ejecutar la “Operación Martillo de Medianoche”. Así, en la madrugada del domingo 22 de junio, seis B-2 lanzaron 12 bombas GBU-57 MOP sobre las instalaciones de Fordow, y el séptimo B-2 lanzó otras 2 bombas GBU-57 MOP sobre Natanz. Además, un submarino estadounidense disparó 30 misiles Tomahawks contra Natanz e Isfahán.

Visto en retrospectiva, todo lo ocurrido encaja con la segunda opción presentada a Trump por el General Kurilla a mediados de febrero de 2025.

Irán respondió con un ataque de represalia moderado a las bases de EEUU en Irak y Qatar, el cual habría sido informado previamente a EEUU. Acto seguido, Trump declaró un cese al fuego inmediato entre las partes; mientras que el Canciller Araghchi afirmó que la guerra tendrá “consecuencias duraderas”. Procederemos entonces a analizarlas.

Consecuencias normativas: un nuevo ataque al orden liberal internacional

El ataque Israel contra Irán fue claramente ilegal: una violación de la prohibición del uso de la fuerza establecida en el Art. 2 (4) de la Carta de la ONU.

El único argumento viable de Israel para justificar el uso de la fuerza contra Irán es la legítima defensa “anticipada”, que no “preventiva”. Si bien tanto la “anticipación” (preemption) como la “prevención” (prevention) siguen la lógica de “mejor atacar ahora que después”, no son sinónimos. La anticipación se refiere al uso de la fuerza impulsado por la evidencia y el temor a un ataque “inminente”; por ejemplo, lanzar un ataque contra un adversario que está concentrando tropas en la frontera preparándose para una invasión. La prevención también se refiere al uso de la fuerza para detener un ataque futuro del oponente, pero que no es inminente ni está siendo planeado activamente. Por tanto, busca prevenir un cambio permanente en el equilibrio de poder que podría dejar al bando que ha decidido lanzar el ataque preventivo en desventaja e incluso vulnerable a la derrota en una guerra futura si no optara por atacar en el presente. Esto lleva, en última instancia, a “guerras de elección” que nacen en la percepción de que no hay alternativa.

Podría parecer una cuestión de semántica, incluso de introspección académica, preguntarnos si el ataque de Israel a Irán deberían etiquetarse como anticipatorio o preventivo. Empero, la distinción resulta importante para determinar la legalidad de los ataques israelíes, así como la asistencia inicial y posterior ataque de EEUU a Irán; ya que el Derecho Internacional permite la legítima defensa anticipada, pero no los ataques preventivos.

De manera que, tenemos que discutir si Israel tenía que actuar necesariamente con fuerza hoy, para detener un ataque nuclear inminente de Irán. El problema fundamental de la postura israelí es fáctico. Incluso con una interpretación muy flexible de la inminencia, no se puede argumentar, con base en la evidencia disponible, que Irán tuviese las intenciones de: (1) Construir un arma nuclear; y (2) Utilizarla contra Israel –en el caso hipotético de que llegase a desarrollarla.

Como hemos precisado, esto no significa que el programa nuclear iraní sea completamente “pacífico. Obviamente Irán no necesitaría las instalaciones que construyó ni la cantidad de uranio altamente enriquecido al 60% que posee sólo para un programa de energía nuclear pacífico. Lo que Irán claramente buscaba era avanzar hacia el estatus de latencia nuclear, una opción que estimaba esencial para preservar su seguridad. Empero, simplemente buscar esa opción, si bien representaba una amenaza potencial para Israel y para la región en su conjunto, no se traduce en un ataque armado inminente, ni siquiera desde una perspectiva más amplia y atemporal de inminencia.

Como ya indicamos, las agencias de inteligencia estadounidenses dejaron claro que Irán no tenía un programa nuclear militar a principios de 2025; y las agencias de inteligencias israelíes no lograron hacer cambiar la evaluación de aquellas. En este sentido, el manejo político de la inteligencia recuerda al caso de Irak en 2003.

Por otra parte, respecto a las dos intenciones atribuidas a Irán –construir un arma y usarla contra Israel– no hay pruebas suficientes ni siquiera de la primera, y mucho menos de la segunda. Que esa evaluación pueda cambiar, sobre todo en relación a la primera intención tras la “Guerra de los Doce Días”, es otra cuestión que abordaremos más adelante.

La justificación oficial de Israel para el uso de la fuerza contra Irán la encontramos en una Carta al Consejo de Seguridad de la ONU[18]:

  • Que la operación israelí era parte de un conflicto armado internacional en desarrollo entre Israel e Irán, lo que elimina la necesidad de cualquier análisis ius ad bellumadicional;
  • Que había un ataque armado en curso por parte de Irán contra Israel, y que el uso de la fuerza por parte de Israel fue una respuesta a ese ataque;
  • Que existía la amenaza de un ataque nuclear inminente por parte de Irán contra Israel, y que la respuesta militar era necesaria y proporcionada porque era la última ventana de oportunidad en la que Israel podía actuar.

Ninguno de estos argumentos resulta convincente. De hecho, fueron mezclados por la diplomacia israelí para intentar justificar el uso de la fuerza contra Irán, lo que suele ser un indicador fiable de que individualmente son débiles. Combinarlos no los fortaleció, como tampoco ocurrió en el caso de EEUU con la invasión de Irak en 2003 y en el caso de Rusia con la invasión de Ucrania en 2022.

En cuanto al primer argumento, la opinión de la mayoría de los expertos es que el ius ad bellum  y el ius in bello son dos conjuntos jurídicos distintos, aunque interrelacionados, los cuales regulan el uso de la fuerza. No sugerimos que cada acción de una guerra deba evaluarse independientemente según los criterios de legítima defensa, lo cual sería inviable. De hecho, mientras las operaciones futuras sean razonablemente previsibles y las hostilidades hayan sido relativamente ininterrumpidas, existe un derecho continuo a la legítima defensa. Y la mera existencia de hostilidades puede reforzar el argumento a favor del cumplimiento de los criterios de legítima defensa. Empero, cuando se produce un cambio significativo en la naturaleza del conflicto, como es el caso del ataque a las instalaciones nucleares de Irán tras una relativa calma en los combates –los ataques directos más recientes entre ambos Estados fueron en octubre de 2024–, es apropiado reevaluar si existe una base para ese nuevo uso de la fuerza[19].

La Opinión Consultiva de la Corte Internacional de Justicia sobre la ocupación de los Territorios Palestinos y Jerusalén emitida en julio de 2024, apoya en gran medida la posición de que una evaluación de legítima defensa ad bellum es una evaluación continua, no una que se hace sólo en el momento en que surge un conflicto armado determinado entre actores internacionales[20].

En cuanto al segundo argumento, que Israel sufría una agresión en curso por parte de Irán en el sentido del Art. 51 de la Carta de la ONU y, por tanto, ejerció legítima defensa, sujeta a los criterios de inmediatez, necesidad y proporcionalidad, francamente desafía el sentido común. Por ejemplo, ni el 7 o el 12 de junio de 2025, Irán atacaba a Israel. Al contrario, fue Israel quien atacó a Irán el 13 de junio de 2025.

Por otra parte, debemos apuntar que la naturaleza y los objetivos declarados del uso de la fuerza por parte de Israel –dañar los programas nuclear y misilístico de Irán e impedir que desarrolle un arma nuclear que pueda utilizarse contra Israel– buscan explícitamente desviar un eventual futuro ataque armado de Irán contra Israel, es decir, un ataque que aún no se ha producido. En otras palabras, no se trata de una situación en la que Israel supuestamente esté respondiendo a un ataque iraní que se estaba produciendo en ese momento.

Esto nos deja con el tercer argumento. Dado que resulta jurídicamente insostenible afirmar que los Estados pueden actuar “preventivamente” contra amenazas consideradas “existenciales”, lo cual remite a la percepción subjetiva de una de las partes y desmantela por completo la prohibición de uso de la fuerza; sólo queda evaluar la alegación de Israel de que debía actuar de manera anticipada para evitar un ataque nuclear “inminente” de Irán.

La evaluación sobre la inminencia depende del contexto previo. Aquí se pueden hacer dos observaciones. La primera se relaciona con las diversas declaraciones hostiles de funcionarios iraníes contra Israel. En este caso, se argumenta que, declaraciones amenazantes de los líderes iraníes como la del Ayatollah Khamenei en 2015 diciendo “Israel como entidad sionista no existirá en 25 años”[21], es suficiente justificación, y que el riesgo de equivocarse debería recaer sobre la parte que realiza la declaración amenazante.

Esta postura es problemática por varias razones. En primer lugar, porque los funcionarios iraníes han dicho muchas cosas, incluyendo que no buscan un arma nuclear, y no queda claro, por qué sólo algunas de sus declaraciones prueban su verdadera intención. En segundo lugar, porque los funcionarios israelíes también han manifestado muchas cosas provocadoras; por ejemplo, ha trascendido que Netanyahu ha intentado bombardear Irán en el pasado[22], al tiempo que ha afirmado “que el régimen de Irán no es meramente un problema judío, así como el régimen nazi no lo fue”[23]; y más recientemente, un funcionario israelí afirmó: “Teherán arderá”[24]. Además, dado el historial de declaraciones israelíes sobre Gaza, vale la pena considerar si conviene a Israel adoptar un principio legal según el cual todas las declaraciones políticas deban tomarse literalmente.

Por último, y más importante, existen pruebas –más allá de las declaraciones–, que ayudan a probar la intención de un Estado. Israel ha demostrado en numerosas ocasiones que ha podido espiar eficazmente a los líderes iraníes; sin embargo, no ha logrado persuadir ni siquiera a las agencias de inteligencia estadounidenses de que Irán se ha comprometido a construir una bomba atómica, y mucho menos a usarla contra Israel. Israel citó la citada resolución de la AIEA como muestra del incumplimiento de Irán con el acuerdo de salvaguardias en relación con el TNP –del que Israel no es signatario–, pero obvió que esta resolución apostó por una solución diplomática y señaló competencias del Consejo de Seguridad de la ONU; luego, ni había amenaza inminente ni Israel tenía autoridad legal para lanzar un ataque unilateral.

En resumen, el tercer argumento se reduce a una inversión literal de la realidad que termina vaciando por completo la prohibición legal del uso unilateral de la fuerza en las relaciones internacionales, a través de una retórica preventiva. Cabe destacar que, si bien Israel tenía preocupaciones válidas por el programa nuclear iraní, debía buscar resolver el conflicto a través de medios pacíficos.

En conclusión, todos estos argumentos han buscado disfrazar la acción puramente preventiva de Netanyahu para convertirla en “legítima defensa”.

Aunque se ha generado debate a nivel internacional entre los expertos en Derecho Internacional, la mayoría estima que los ataques de Israel a Irán son ilegales[25]. Y cualquier ambigüedad aquí se debe enteramente a sesgos cognitivos por ideología, por simpatía/antipatía hacia los actores involucrados o intereses políticos, así como derivados de décadas de esfuerzos por parte de los Estados atacantes para generar una narrativa que genere la mayor flexibilidad posible en las normas existentes respecto a este caso. O, dicho de otro modo, algunos de los argumentos “legales” que se utilizan para justificar el ataque preventivo de Israel contra Irán son en realidad “políticos”.

En el caso de EEUU, el único argumento viable que puede esgrimir en este caso es la legítima defensa colectiva de Israel; ya que resulta difícil concebir que Washington pueda argumentar plausiblemente que Irán podría atacarle de forma inminente. Por lo tanto, la única afirmación posible es que Israel se estaba defendiendo y que EEUU le ayudó a hacerlo como aliado.

De hecho, este fue el argumento que la Representante Permanente de EEUU en la ONU presentó en la sesión de emergencia del Consejo de Seguridad el 22 de junio de 2022:

“Esta operación buscó eliminar una fuente de inseguridad global de larga data pero que aumenta rápidamente, y ayudar a nuestro aliado Israel en nuestro derecho inherente de legítima defensa colectiva, consistente con la Carta de la ONU”[26].

Empero, la validez de este argumento depende completamente de la alegación israelí de legítima defensa al amparo del Art. 51 de la Carta de la ONU. Si nos equivocamos, y los internacionalistas que justificaron las acciones de Israel tienen razón, al afirmar que Israel ejerció legítima defensa, EEUU tuvo derecho a ayudarlo. Sus acciones militares limitadas estrictamente al programa nuclear iraní, también cumplirían con los principios de necesidad y proporcionalidad.

Sin embargo, si tenemos razón al afirmar que Israel actuó ilegalmente, EEUU tampoco tuvo derecho a la legítima defensa colectiva, al igual que, por ejemplo, Corea del Norte no podrían invocar la legítima defensa colectiva para justificar su asistencia militar a Rusia contra Ucrania.

Más allá de todo lo expuesto, los ataques a instalaciones nucleares con fines pacíficos como el ataque israelí al reactor de agua pesada de Arak, son contrarios al Art. 56 del Protocolo I y el Art. 15 del Protocolo II de 1977 a la Convenciones de Ginebra de 1949. De hecho, en medio de los ataques israelíes, la AIEA recordó que varias de sus resoluciones, entre ellas, GC(XXVII)/RES/407 (1983), GC(XXIX)/RES/444 (1984) y GC(XXXIV)/RES/533 (1990), han establecido que “cualquier ataque armado o amenaza contra instalaciones nucleares dedicadas a fines pacíficos constituye una violación de los principios de la Carta de la ONU, el Derecho Internacional y el Estatuto del organismo”. También subrayó que “un ataque armado contra una instalación nuclear podría tener como resultado liberaciones de radiactividad con graves consecuencias dentro y fuera de las fronteras del Estado que haya sido atacado”[27].

Por otra parte, Israel violó repetidamente el espacio aéreo iraquí para que sus aviones de combate pudieran alcanzar a Irán, e Irak protestó esta violación de su soberanía[28].

Asimismo, los llamados a un cambio de régimen en Irán de Netanyahu e incluso por Trump con el mensaje lanzado en redes de Make Iran Great Again (MIGA), estuvieron fuera de cualquier posible encuadramiento jurídico.

En consecuencia, los ataques de Israel y EEUU a Irán han representado un nuevo ataque al orden liberal internacional –“basado en normas”–, ya que al forzarse los límites de la legítima defensa, cualquier Estado puede justificar un ataque unilateral en el futuro siempre que afirme que percibe una amenaza existencial. Quizás a sabiendas de todo esto, el Canciller de Alemania, Friedrich Merz, al inicio de la “Operación León Ascendente”, prefirió optar por la cruda sinceridad: “Israel está haciendo el trabajo sucio por todos nosotros”.

Consecuencias políticas: una victoria táctica que puede tornarse en derrota estratégica

En días siguientes, Trump declaró que la operación había sido un “éxito espectacular” y que el programa nuclear iraní había sido “completamente destruido”; reivindicando además haber logrado el cese al fuego entre Israel e Irán. A esto, ha sumado llamados poco creíbles a reanudar las negociaciones en medio de la inseguridad y el resentimiento redoblados de Irán.

Empero, la evaluación sobre los daños reales a las instalaciones nucleares iraníes sigue siendo objeto de interpretaciones divergentes.

Un informe preliminar de la Dirección de Inteligencia del Departamento de Defensa de EEUU filtrado a la prensa el 25 de junio, indicó que los ataques apenas lograron retrasar el programa nuclear iraní entre tres y seis meses, ya que el uranio altamente enriquecido al 60% podría haber sido trasladado antes de los ataques. Además, buena parte de las centrifugadoras se encuentran intactas[29].

Por su parte, Netanyahu proclamó una “victoria histórica” y se pavoneó por las calles de Tel Aviv donde fue alabado de manera escandalosa por sus partidarios, quienes le llamaron “Rey de Israel”. No obstante, lo cierto es que ha conseguido lo que parece una victoria táctica a cambio de dañar la imagen y seguridad de Israel a largo plazo: ha debilitado el régimen iraní, pero ha profundizado su animosidad, mientras que su programa nuclear sólo ha sido degradado; y por si esto fuera poco, ha profundizado las críticas de amplios sectores democráticos en EEUU y Europa por su comportamiento desmesurado e ilegal, sobre todo, entre las nuevas generaciones.

Quedan entonces planteadas tres preguntas sin fácil respuesta: (1) ¿Fueron destruidos los programas nuclear y misilístico de Irán iraní a tal punto que Trump y Netanyahu puedan cantar victoria?; (2) ¿Cómo responderá Irán a largo plazo?; (3) ¿Existen posibilidades de un colapso del régimen iraní?

Respecto a la primera pregunta, informes israelíes han señalado que Fordow fue “dañado de manera significativa, pero no destruido”, agregando que el ataque habría retrasado el programa nuclear iraní “en uno o dos años”. Por otra parte, la mitad de la capacidad misilística de Irán habría sido degradada debido a la destrucción industrial, las pérdidas de misiles y los propios lanzamientos contra Israel. En este sentido, Israel habría “frenado considerablemente” el desarrollo de misiles de Irán, aunque se espera que se recupere con el tiempo[30].

Asimismo, una nueva evaluación inter-agencias de la Administración Trump II que fue filtrada a la prensa el 17 de julio, indicó que la instalación de Fordow habría sido “prácticamente destruida”, y que Irán tardaría al menos dos años en recuperarla. Sin embargo, las instalaciones subterráneas de Natanz e Isfahán habrían sido sólo degradadas, por lo que Irán podría reanudar el enriquecimiento de uranio en los próximos meses si así lo decide. Empero, en estas instalaciones algunas partes destinadas a procesos clave como la fabricación de centros metálicos de uranio enriquecido, habrían sido destruidas y su reconstrucción podría tardar años. Agregó que, con gran parte de las defensas anti-aéreas iraníes destruidas, EEUU o Israel podrían atacar de nuevo, deteniendo cualquier esfuerzo de reconstrucción. Por último, señaló que es muy probable que Irán aún conserve sus reservas de uranio altamente enriquecido al 60%, pero estima que están sepultadas bajo escombros; salvo una parte que se encuentra en Isfahán[31].

Mientras tanto, el Director General de la AIEA, Rafael Grossi, ha declarado que: “Nadie, ni siquiera la AIEA, está en capacidad de confirmar por ahora los daños en las instalaciones subterráneas iraníes”; afirmando luego que Irán podría reiniciar el enriquecimiento de uranio “en cuestión de meses”.

Por otra parte, imágenes satelitales del 19 de junio muestran una actividad significativa en Fordow, incluyendo 16 camiones estacionados frente a las entradas de los túneles subterráneos de la planta de centrifugación. Esta evidencia apunta a que Irán pudo haber puesto en marcha un plan de contingencia antes de los ataques, sellando las entradas de la instalación con rocas, y trasladando algunos equipos y el uranio altamente enriquecido[32]. Si Irán logró a poner a buen resguardo estos elementos, con el conocimiento que ya posee, puede reconstituir su programa nuclear rápidamente, quizás en un año.

Varios expertos también han cuestionado que las evaluaciones se centren en las grandes instalaciones de Fordow, Natanz e Isfahán, cuando las capacidades de Irán son mucho más extensas y sofisticadas, e incluyen muchos otros sitios.

Irán tiene buenas posibilidades de mantener seguro y en secreto el uranio altamente enriquecido al 60% del que dispone. Este material suele almacenarse en pequeños cilindros de aproximadamente el mismo tamaño y forma que los tanques de buceo. Rastrearlos será extremadamente difícil.

Además, es probable que el equipo necesario para enriquecer aún más este material siga a disposición de Irán. Incluso si los ataques de Israel y EEUU destruyeron todas las centrifugadoras iraníes –lo cual es incierto–, Irán posee una gran cantidad de componentes almacenados para construir nuevas centrifugadoras. La AIEA perdió la capacidad de monitorear estos componentes tras la retirada de EEUU del JCPOA. Estos componentes son pequeños, fáciles de transportar y difíciles de detectar.

Asimismo, se presume que la mayoría de sus científicos y técnicos cualificados de Irán –los cuales dominan el ciclo completo de combustible nuclear– han sobrevivido. Con uranio enriquecido al 60% y tan sólo 100 o 200 centrifugadoras en funcionamiento, estos científicos podrían producir suficiente uranio apto para un pequeño arsenal nuclear en poco tiempo.

Por otra parte, la instalación requerida para tales fines podría ser más pequeña que Fordow. Podría estar oculta a simple vista en una pequeña instalación industrial construida para otro propósito o enterrada en una montaña a mayor profundidad. Al respecto, debemos recordar el anuncio de Irán en vísperas de los ataques israelíes, de que ya habría construido una tercera planta de enriquecimiento de uranio en una ubicación desconocida[33]. Empero, si este último anuncio fue un farol, una instalación apropiada podría ser construida, tras la aprobación política, en un año. En cualquier caso, sin inspectores sobre el terreno, evaluar las capacidades nucleares de Irán tras la guerra será una tarea compleja.

Respecto a la segunda pregunta, resulta probable que Irán no reactive su programa nuclear de inmediato, ya que tratará de mantener su material, equipo y personal lo más seguros posible a corto plazo. No obstante, podría buscar reconstruir su programa nuclear en secreto a mediano plazo, al conservar material, conocimiento y experiencia suficientes. Después de invertir décadas y absorber millardos de dólares en pérdidas por sanciones internacionales para preservar su programa nuclear, resulta muy poco probable que el régimen iraní desista, incluso después de los costos sufridos con la “Guerra de los Doce Días”.

De hecho, los ataques de Israel y EEUU podrían haber desencadenado la determinación de Irán de obtener armas nucleares con una lógica de disuasión evidente: nadie se atreverá a bombardear a un país con armas nucleares. Durante más de 20 años, Irán parece haber buscado capacidades suficientes como para desarrollar armas nucleares de ser necesario, pero no las armas nucleares en sí mismas. Antes de la guerra, la inteligencia estadounidense evaluó que atacar a Irán probablemente le induciría a tomar la decisión política de construir armas nucleares. Si toma ahora lo hace, necesitará aumentar el enriquecimiento de sus reservas de uranio al 90% y desarrollar la weaponization, lo cual puede hacer en paralelo. Existe desacuerdo sobre cuánto tiempo podría tomar todo esto. La estimación media de las agencias de inteligencia es de alrededor de un año.

El peor escenario es que Irán ya cuenta con una instalación secreta de enriquecimiento operativa, limitará aún más la cooperación con la AIEA, y buscará fabricar un pequeño número de armas nucleares rudimentarias en un año. O que buscará tratos en breve para adquirir algunas ojivas nucleares a Corea del Norte.

El mejor escenario, que dista mucho de ser el más probable, es que pueda alcanzarse un nuevo acuerdo nuclear más reforzado con un Irán muy debilitado a nivel interno y externo. Por segunda vez, los ataques sin precedentes de Israel y la Administración Trump II han mostrado al régimen iraní, que la diplomacia nuclear es reversible, frágil y vulnerable a los cambios de gobierno en Washington.

El escenario intermedio implica nuevas acciones militares que destruyan las reservas iraníes de uranio altamente enriquecido e instalaciones de enriquecimiento en el caso de que Irán decida reactivar su programa nuclear a mediano plazo, lo cual dista mucho de ser positivo. Esto promete nuevos capítulos de guerra e inestabilidad para el Medio Oriente a largo plazo.

En consecuencia, Trump y Netanyahu tienen poco que celebrar, sobre todo al comparar la situación actual con la que existía antes de que torpedearan el JCPOA en mayo de 2018. Recordemos que, de manera simplista, el JCPOA fue cuestionado porque imponía limitaciones a Irán en un horizonte de 10 o 15 años según las provisiones específicas; obviando convenientemente que este acuerdo proporcionaba ciertas garantías de seguridad para todos, que pudo haber sido renovado y pudo llevar a relaciones más constructivas a largo plazo.

Respecto a la tercera pregunta, resulta probable que el régimen iraní logre estabilizarse. Aunque es muy impopular debido a la represión interna, el estancamiento económico y el aislamiento externo, no se atisba ninguna posible transformación. Mediante el control del poder judicial y los servicios de seguridad, el régimen iraní ha garantizado que ninguna fuerza política, ni siquiera la facción reformista, pueda lograr cambios significativos. Por otro lado, las perspectivas de la oposición externa son poco prometedoras: los Muyahidines del Pueblo (MEK) o la familia Pahleví cuentan con una base de apoyo limitada, y existen denuncias de infiltración. Por otra parte, el régimen iraní ha intentado fomentar un efecto de “unión en torno a la bandera” similar al estallido de nacionalismo que le permitió no sólo sobrevivir a la invasión de Saddam Hussein en 1980, sino también consolidarse. Esa estrategia probablemente será menos efectiva ahora entre una población desilusionada y temerosa de la guerra; pero el régimen iraní ya ha comenzado a utilizar esta crisis para demonizar a los críticos como anti-patriotas y reprimir aún más a los disidentes. De manera que, para el pueblo iraní, esta guerra es sólo la última de una serie de desgracias. Incluso si llegase a producirse una cadena de eventos imprevistos que llevasen al colapso del régimen, nada garantiza que sea reemplazado por uno más favorable a EEUU e Israel, o que no se traduzca en caos y violencia sectaria y étnica en una región ya convulsa.

Epílogo

El 7 de julio, Netanyahu visitó la Casa Blanca por tercera vez este año. Consciente del narcicismo de su anfitrión, Netanyahu volvió a hacer gala de su astucia al regalarle a Trump una copia de la carta que ha enviado al Comité del Nobel de la Paz, en la que solicita el premio para el líder estadounidense. Empero, llamó la atención la menor euforia para cantar victoria. En lugar de ello, ambos volvieron a coincidir en que en ninguna circunstancia permitirán que Irán llegue a desarrollar o adquirir armas nucleares. Trump vuelve a apostar por lograr un nuevo acuerdo con Irán, mientras que Netanyahu reclama el derecho a volver a atacarle si percibe que está en condiciones de reactivar su programa nuclear. Empero, hay pocas razones para suponer que nuevos ataques serían más efectivos. En última instancia, la única opción militar que podría impedir permanentemente que Irán adquiera armas nucleares sería invadir y ocupar el país, con el riesgo de un caótico “nuevo Irak” de mayores dimensiones. Afortunadamente, ni Netanyahu lo está pidiendo, ni Trump estaría dispuesto dado el rechazo de su movimiento MAGA a las intervenciones en el extranjero.

El drama es que incluso tras la guerra, la manera menos costosa de lograr resultados eficaces sigue siendo la diplomacia. Intentar restablecer límites verificables a las actividades nucleares de Irán como hizo el JCPOA; y a partir de allí, trabajar por frenar “la lógica de prepotencia y venganza” y “elegir con determinación la vía del diálogo, la diplomacia y la paz” como ha exhortado el Papa León XIV. Empero, ahora dicha solución será más difícil de materializar. Incluso Irán ya ha aprobado una nueva ley que restringe la cooperación con la AIEA, acusando a su Director General de convertir al organismo en “un socio” de la “injusta guerra”. Ergo, lo que parece que han conseguido Netanyahu y Trump con la “Guerra de los Doce Días” es apenas una tregua con la punta de la espada.

En Venezuela, la “Guerra de los Doce Días” generó polarización y posiciones desmesuradas en la mayor parte de la clase política. Desde el poder, Maduro y otros funcionarios, rechazaron la agresión del “Estado sionista de Israel” manifestando un respaldo acrítico e imprudente a Irán, para luego hacer lo propio con el ataque de EEUU. Mientras que, en el campo democrático, hubo por lo general un respaldo desinformado y acrítico a Israel, e incluso algún intento imprudente de vincular aquel conflicto geopolítico con nuestro conflicto político interno. Al respeto, cabe destacar, que los sesgos ideológicos, el alineamiento geopolítico irrestricto y la reactancia son muy malas guías para proponer una nueva política exterior de Venezuela, sobre todo hacia una región tan compleja como el Medio Oriente y cuando esto implica abandonar –sin ningún beneficio tangible– las normas internacionales que son defendidas en foros multilaterales para propiciar un cambio político en paz en Venezuela

Referencias

[1] Testimonio de la Directora de Seguridad Nacional, Tulsi Gabbard, ante el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes en el marco de la audiencia sobre “Evaluación Anual de Amenazas 2025”, Washington, 26 de marzo de 2025. Disponible en: https://www.dni.gov/index.php/newsroom/congressional-testimonies/congressional-testimonies-2025/4061-ata-hpsci-opening-statement-as-delivered

[2] UN Human Rights Council,  Anatomy of genocide. Report of the Special Rapporteur on the situation of human rights in the Palestinian territories occupied since 1967, Francesca Albanese, A/HRC/55/73, Ginebra, 1 de julio de 2024, párrafo 7. Disponible en: https://docs.un.org/en/A/HRC/55/73

[3] John Herz, “Idealist Internationalism and Security Dilemma” en World Politics, vol. 2, nº 2, enero de 1950, p. 157.

[4] “La République islamique d’Iran, ennemie intime de Nétanyahou depuis trente ans” en Le Monde, Paris, 13 de junio de 2025. Disponible en: https://www.lemonde.fr/international/article/2025/06/13/la-republique-islamique-d-iran-ennemie-intime-de-netanyahou-depuis-trente-ans_6612695_3210.html

[5] “The Islamic Republic of Iran, Netanyahu favorite enemy for 30 years” en Le Monde, Paris, 18 de junio de 2025. Disponible en: https://www.lemonde.fr/en/international/article/2025/06/13/the-islamic-republic-of-iran-netanyahu-s-favorite-enemy-for-30-years_6742320_4.html

[6] Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI). SIPRI Yearbook 2025. Armaments, Disarmament and International Security, Estocolmo, 16 de junio de 2025, p. 183. Disponible en: https://www.sipri.org/sites/default/files/YB25%2006%20World%20Nuclear%20Forces.pdf

[7] “How Netanyahu prolonged the War in Gaza to stay in power” en The New York Times Magazine, Nueva York, 11 de julio de 2025. Disponible en: https://www.nytimes.com/2025/07/11/magazine/benjamin-netanyahu-gaza-war.html

[8] “U.S. Spy Agencies assess Iran remains undecided on building a bomb” en The New York Times, 19 de junio de 2025. Disponible en: https://www.nytimes.com/2025/06/19/us/politics/iran-nuclear-weapons-assessment.html

[9] Alexander L.George. Forceful Persuasion. Coercive Diplomacy as an Alternative to War, United States Institute of Peace Press, Washington, 1991, p. 4.

[10] Ibidem, pp. 76-84.

[11] Esto ha sido recogido en el reportaje, “How Trump shifted on Iran under pressure of Israel” publicado en The New York Times, Nueva York, 17 de junio de 2025. Disponible en: https://www.nytimes.com/2025/06/17/us/politics/trump-iran-israel-nuclear-talks.html

[12] “New intelligence suggests Israel is preparing possible strike on Iranian nuclear facilities, US official say”  en CNN, Atlanta, 20 de mayo de 2025. Disponible en: https://edition.cnn.com/2025/05/20/politics/intelligence-israel-possible-strike-iran-nuclear-facilities

[13] “U.S. nuclear deal offer allows Iran to enrich uranium” en Axios, Washington, 2 de junio de 2025. Disponible en: https://www.axios.com/2025/06/02/iran-nuclear-deal-proposal-enrich-uranium

[14] Junta de Gobernadores de la AIEA, Resolución (GOV/2025/38) aprobada el 12 de junio de 2025. Disponible en: https://www.iaea.org/sites/default/files/25/06/gov2025-38_sp.pdf

[15] Robert J. Art, “Introduction” en Robert J. Art & Patrick M. Cronin (Eds.). The United States and Coercive Diplomacy, United States Institute of Peace Press, Washington, 2003, p. 10.

[16] La entrevista realizada por Christian Amanpour el 20 de junio de 2025. Disponible en: https://edition.cnn.com/2025/06/20/Tv/video/amanpour-rafael-grossi-israel-iran-nuclear-enrichment

[17] “Iran struck five Israeli military bases during 12-day war” en The Telegraph, Londres, 5 de julio de 2025. Disponible en: https://www.telegraph.co.uk/world-news/2025/07/05/iran-struck-five-israeli-military-bases-12-day-war/

[18] Carta del Ministro de Relaciones Exteriores de Israel, Gideon Sa’ar a la Representante Permanente de Guyana y Presidenta del Consejo de Seguridad de la ONU para el mes de junio de 2025, Carolyn Rodrigues-Birkett, 17 de junio de 2025. Disponible en: https://www.gov.il/BlobFolder/news/fm-sa-ar-s-letter-to-the-un-security-council-on-operation-rising-lion-17-june-2025/en/English_Swords_of_Iron_DOCUMENTS_Operation_Rising_Lion_FM_Saar_Letter_to_UN_Security_Council.pdf

[19] Christopher Greenwood, “The relationship between ius ad bellum and ius in bello” en Review of International Studies, nº 9, octubre de 1983, pp. 221-234.

[20] Corte Internacional de Justicia, Legal Consequences arising from the policies and practices of Israel in the occupied Palestinian territory, including East Jerusalem, Opinión Consultiva, 19 de julio de 2024, párrafo 251. Disponible en: https://www.icj-cij.org/sites/default/files/case-related/186/186-20240719-adv-01-00-en.pdf

[21] “Khamenei: Israel will no longer exist in 25 years” en Al Monitor, 9 de septiembre de 2015. Disponible en: https://web.archive.org/web/20210911091707/https://www.al-monitor.com/originals/2015/09/khamenei-negotiation-us.html

[22] “Barak: Netanyahu wanted to strike Iran in 2010 and 2011, but colleagues block him” en Times of Israel, 21 de agosto de 2015. Disponible en: https://www.timesofisrael.com/barak-netanyahu-wanted-to-strike-iran-in-2010-and-2011-but-colleagues-blocked-him/

[23] “Transcript of Netanyahu address to U.S. Congress” en The Washington Post, 3 de marzo de 2015. Disponible en: https://www.washingtonpost.com/news/post-politics/wp/2015/03/03/full-text-netanyahus-address-to-congress/

[24] “Katz: If Khamenei continues to fire missiles at the Israeli home front, Tehran will burn” en The Times of Israel, 14 de junio de 2025. Disponible en: https://www.timesofisrael.com/liveblog_entry/katz-if-khamenei-continues-to-fire-missiles-at-the-israeli-home-front-tehran-will-burn/

[25] Como ejemplos, podemos citar el pronunciamiento de juristas vinculados a la ONU, “UN experts condemn Israeli attack on Iran and urge end to hostilities”, 20 de junio de 2025, disponible en: https://www.ohchr.org/en/press-releases/2025/06/un-experts-condemn-israeli-attack-iran-and-urge-end-hostilities. También, el pronunciamiento de la Comisión Internacional de Juristas, “Israel’s attack on Iran violates International Law”, 13 de junio de 2025, disponible en: https://www.icj.org/israel-iran-israels-attack-on-iran-violates-international-law-threatening-peace-and-security/

[26] Observaciones de la Representante Permanente de EEUU en la sesión del Consejo de Seguridad de la ONU del 22 de junio de 2025. Disponible en: https://usun.usmission.gov/remarks-by-ambassador-dorothy-shea-at-a-unsc-briefing-on-threats-to-international-peace-and-security/

[27] “Actualización sobre los acontecimientos de Irán”, Viena, 20 de junio de 2025. Disponible en: https://www.iaea.org/es/newscenter/pressreleases/actualizacion-sobre-los-acontecimientos-en-el-iran

[28] Comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores de Irak informado haber remitido queja oficial al Consejo de Seguridad de la ONU, 13 de junio de 2025. Disponible en: https://mofa.gov.iq/2025/57652/

[29] “Early U.S. intelligence assessment suggests strikes on Iran did not destroy nuclear sites” en CNN, 25 de junio de 2025. Disponible en: https://edition.cnn.com/2025/06/24/politics/intel-assessment-us-strikes-iran-nuclear-sites

[30] Tamir Hayman, “Operation Rising Lion: Achievements, Open Questions, and Future Scenarios”, INSS, Tel Aviv, 9 de julio de 2025. Disponible en: https://www.inss.org.il/publication/rising-lion-analysis/

[31] “New Assessment finds site at focus of U.S. strikes in Iran badly damaged” en The New York Times, Nueva York, 17 de julio de 2025. Disponible en: https://www.nytimes.com/2025/07/17/us/politics/iran-nuclear-sites.html

[32] Joseph Rodgers, “What operation Midnight Hammer means for the future of Iran’s nuclear ambitions”, CSIS, Washington, 23 de junio de 2025. Disponible en: https://www.csis.org/analysis/what-operation-midnight-hammer-means-future-irans-nuclear-ambitions

[33] “Irán anuncia una tercera instalación de enriquecimiento de uranio tras cesura de la AIEA” en AP, Viena, 12 de junio de 2025. Disponible en: https://apnews.com/article/iran-nuclear-oiea-sanciones-cab2d00d5593f045f46aa3f51f0713c1

Leer también: Revista SIC 855

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