Arturo Peraza s.j.*
Sorprendentemente no es la oposición quien está calentando la calle, sino grupos aparentemente vinculados al gobierno quienes han comenzado a realizar actos tendientes a desestabilizar el ambiente social, que ya de suyo está gravemente afectado por la situación de escasez de alimentos, inseguridad y otros problemas sociales.
Hechos como el uso de niples en diversos lugares, la toma del Palacio Arzobispal de Caracas y la amenaza a medios de comunicación (en este caso Globovisión), le agravan el escenario a un gobierno que parece no poder salir del marasmo en el que entro luego de las elecciones del 2 de diciembre.
La batalla interna dentro del PSUV parece agravarse y acciones de este tipo suenan a mensajes internos al partido y no mensajes a los supuestos opositores. Se trata de radicalizar como mecanismo de solución frente al marasmo, en vez de buscar acuerdos que sería la línea aparentemente impuesta desde el gobierno. Esta perspectiva de acuerdo con entes privados (industria y actores políticos diversos) es leída en los sectores más radicales del proceso como imposición de la derecha endógena, frente a la cual es necesario reaccionar generando situaciones de confrontación que obliguen al deslinde de posiciones.
Por ahora al Presidente no le ha gustado que miembros de su base le dicten la táctica a seguir, por lo que ha enviado una fuerte y clara señal de rechazo a dichos grupos. Por ahora en palabras del abogado Jimenez Loyo lo que queda es acatar al Presidente y guardar silencio. Pero no es más que el primer round de una larga pelea por el control del PSUV y esto lo ha percibido así Hugo Chávez Frías.