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¡Gracias maestros!

lunes24_Luis Morillo

Por Luisa Pernalete

“Yo tengo la vocación docente en mi ADN, por eso, a pesar de los bajos salarios, me mantengo”. Me comentó Edward, Lic. en Educación, con mención en Lengua y un postgrado. Desde hace dos años Edward es subdirector de un colegio de Fe y Alegría al oeste de Barquisimeto. El, en realidad, subsidia poder seguir trabajando en educación, pues en la mañana va al colegio y, además de su labor como directivo, atiende alumnos de bachillerato porque hubo renuncias en su área, pero los chicos no se pueden quedar sin lecciones, según él. Por las tardes, va a una pizzería. Comenzó como ayudante de cocina y ahora es subgerente. Con ese “complemento”, ha podido seguir en las aulas, pocas palabras, subsidiando al Ministerio. ¿No es cómo para darle un premio? ¡Gracias Edward!

Y como él, hay muchos, no sólo en Fe y Alegría, pero yo comparto esas historias de mi “familia grande” porque son las que más conozco. Al celebrar la educación, lo mínimo que podemos hacer es reconocer ese trabajo, y dar las gracias públicamente.

Hoy, dada la situación de Emergencia Humanitaria Compleja que vive el país desde varios años, dados los salarios de los docentes que están muy lejos de garantizar el artículo 91 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, según el cual: “Todo trabajador o trabajadora deberá ganar un salario suficiente que le permita vivir con dignidad y cubrir para sí y su familia las necesidades básicas materiales, sociales e intelectuales”. Lo dice la Constitución, y deben saber ustedes que los docentes venezolanos ganan los salarios más bajos de toda América Latina, por debajo de lo que ganan en Haití y Cuba. Un par de datos: un docente I –de esos que tienen entre 1 y 5 años de servicio– gana, como todos los bonos y primas, unos 10 dólares mensuales; un docente V –el más alto del escalafón– con todos los bonos y primas, gana unos 22 dólares mensuales; un directivo, docente V, puede llegar a 26 o 27 dólares con toda la responsabilidad que tiene. Debemos recordarlo porque, precisamente por eso, uno admira y reconoce más a los que perseveran, a los que subsidian su vocación, y eso lo hacen por los estudiantes.

Esos son algunos de los casos que voy a compartir. Como es el del profesor Robinson, quien imparte clases en el Colegio San José Obrero de Fe y Alegría en Antímano. El profesor es del área de máquinas y herramientas, y tiene 4 años en el plantel. Ha estado muy enfermo y afectado por la ida de uno de sus hijos, también sus hermanos. Económicamente tiene una situación difícil; sin embargo, sigue en el colegio. Es muy cercano a los estudiantes y le aprecian mucho. ¡Gracias Robinson!

Vayámonos ahora a los Andes. Maribel es orientadora de la Escuela Técnica “José Vidal Chacón”, de San Joaquín de Navay. Comenta que nunca se imaginó que su trabajo en la escuela le iba a dar tantas satisfacciones y plantearle tantos retos a nivel profesional y personal. Maribel cuenta que uno de esos retos ha sido acompañar a una alumna adolescente, a la que le diagnosticaron una enfermedad crónica que le cambiaría la vida. ¡De eso también se preocupan nuestros educadores! Retos y más retos, y de paso agradecen la oportunidad de hacer el bien, incluso sabiendo que el salario no compensa la dedicación. ¡Gracias Maribel!

Ahora les comparto un par de historias de la escuela “María Luisa Tubores”, de Fe y Alegría en Nueva Esparta, la cual se encuentra ubicada en una comunidad muy pobre, pero con unos maestros extraordinarios. Luzmary es la maestra de 2do grado. Belkis, la directora, nos cuenta:

No sede dónde saca tiempo para cumplir con todo – cuenta Belkis, la directora– y lo más importante es que todo lo que hace siempre lo acompaña con alegría, jamás tiene mala cara. Cumple con todas sus obligaciones en la escuela, siempre a tiempo, y cuando llega a su casa ayuda a otros niños con sus tareas; los fines de semana vende dulces margariteños con su esposo, va por las calles vendiendo conservas, majarete… Siempre busca cómo ayudar a otros. En diciembre nos ayudó con las hallacas… ¡Es increíble!

Y sigue Belkis:

También está Eira, es la maestra de 6to grado. No vive en Juangriego –donde está la escuela– sino en Porlamar, muy lejos de la institución. Todos los días sale de su casa a las 4:30 A.M y debe tomar 2 autobuses. Antes de llegar al colegio, debe dejar sus hijos en casa de su mamá para que esta los lleve al colegio, y el más pequeño, quien es todavía un bebé, se queda en casa de su suegra. ¡Jamás llega tarde a la escuela y siempre sonriendo!

¡Gracias Luzmary y gracias Eira!

Y no quiero terminar estas líneas sin recordar a esas “maestras emergentes”, mujeres que, ante las renuncias de otros docentes, han aceptado el reto de asumir un aula. Como es el caso de María Gabriela. Hace 6 años le invitaron a hacer el curso de Madre Promotora de Paz, y quedó enganchada con la escuela, cooperando con las maestras, “ahijando” niños compañeros de sus hijos en ese colegio de Casalta 2, ubicado en Propatria. Hace tres años, le invitaron a hacerse cargo de un aula, ella daba clases dirigidas en su casa, y con la formación de MPP, tenía un adecuado manejo de grupo. Entonces decidió, al año siguiente, estudiar educación, y se inscribió el Instituto Universitario Jesús Obrero, de Fe y Alegría en Catia. Ya va por el tercer semestre. ¡Está feliz de educar!

El año pasado le asignaron 6to grado y ahora está en los “espacios amigables”, que es una especie de área complementaria para alumnos de diversos grados. “Hemos trabajo el tema de la violencia de género, habilidades para la vida, administración de las emociones”. Es decir, promoviendo la convivencia pacífica, en la escuela y en la comunidad. ¡Tendrían que escuchar el entusiasmo con el que habla de su tarea! ¡Muchas gracias María Gabriela!

Y así podríamos seguir: María Auxiliadora, por ejemplo, con más de 20 años de servicio en el colegio “San Ignacio”, de Fe y Alegría de Maracaibo, su hija abogada, con buen trabajo, le ha dicho que deje la escuela, donde gana tan poco, que con su sueldo la puede mantener, pero María Auxiliadora dice que los niños la necesitan. O Matías, ingeniero agrónomo, que dejó un trabajo en el área de producción para ser instructor de campo en la escuela agropecuaria de El Nula, en la frontera, desde 1966 y ahí sigue. ¡Gracias María Auxiliadora! ¡Gracias Matías!

¿No creen ustedes que es como decir Gracias con mayúscula? ¿No creen que es una obligación de la sociedad exigir al Gobierno salarios decentes para los educadores? Mientras tanto, agradezca usted a los educadores que tengan algo que ver con sus hijos o nietos.

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