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Gimnasia para después de las elecciones

Beatriz García

Después de este relámpago contundente que ha significado la campaña electoral en Venezuela, vamos a necesitar ejercitar dos verbos esenciales para poder convivir en paz y tratar de avanzar hacia la superación de la polarización. Esos verbos son: reconocer y concertar.

La democracia y, por consiguiente las elecciones, trata, entre otras cosas, de que la mayoría decide lo que considera conveniente al país, y de que todos acatan la decisión de esa mayoría. Reconocer los resultados de la consulta supone respetar no solo el resultado, sino a sus partidarios. La mayoría no es ignorante, vende patria, golpista o cualquier calificativo ofensivo porque opte por una u otra alternativa. Justamente, en democracia, cada quien tiene la posibilidad de expresarse, de hacer ejercicio de su derecho y deber, por ello nadie bota el voto, todos votan con sentido; no existen unos que votan bien y otros mal. A todos nos toca entender que lo racional, inteligente, culto o adecuado, no es solo lo que pienso; en este juego de intereses, las razones del otro son también válidas. Por ello, aquí se trata de reconocer lo que quiere la mayoría, aunque no lo comparta, aceptar sin recriminaciones, ni sabotajes.

Pero también es necesario reconocer la minoría. Hay una parte del país que se verá desfavorecida con el resultado, que cree y seguirá creyendo en la alternativa contraria. La minoría, también identificada en aquellos que no logran ver en ninguna opción un camino convincente, los que no logran recuperar la confianza en ninguna propuesta o líder, esos “ni ni” queridos por nadie porque son una piedra en el zapato, o de aquellos que se mantienen al margen, pues no se sienten llamados a participar como ciudadanos en el espacio público. Reconocer la minoría diversa porque todos son sujeto de derecho. Todos somos “otro”, merecedores de respeto, hasta vendría bien simplemente contemplarnos en la diversidad para redescubrir que existimos.

Este es un verbo complejo, pero podemos practicar al menos algunas actitudes indicativas de su incorporación en nuestro itinerario de vida. Algo tan simple como reconocer al ganador; tan simple como no ofender ni hacerse eco de ofensas, de esas con las que se inundó el facebook el 8 de octubre de 2012; guardar silencio para comprender y escuchar al otro antes de ponerme a convencerlo de lo inapropiado de su opinión. Tan sencillo como respirar profundo y cargarnos de un poco de humildad para admitir equivocaciones y enmendar, esto sin duda ayudaría a generar confianza, esa palabra tan dura de recuperar cuando se pierde. Tan apropiado como desterrar la burla y el cinismo, o simplemente dejarlas que pasen sin afecciones.

Todos tenemos diferencias en nuestras percepciones de la realidad, pero también tenemos puntos de encuentro. Si nos ponemos a definir nuestro sueño de país, seguramente habrá rasgos que se aproximan. Es aquí cuando nos encontramos en condiciones para conjugar el otro verbo. Concertar supone poner en ejercicio la capacidad de ver lo que nos une, porque esos puntos de coincidencia que existen en los qué y los cómo construimos país, puede que estén allí más cerca que lejos. A menudo la oposición ha asumido una actitud de absoluto rechazo a las iniciativas y propuestas del gobierno, a menudo el gobierno ha reaccionado alérgicamente ante la diferencia. Podemos hacer el ejercicio de ver con positividad lo que puede ser conveniente para todos, sin que eso signifique una suerte de abandono de la opción política.

Lo radical en la democracia debe ser el acuerdo para poder convivir unos y otros sin abusos ni colonialismos. Concertar implica dialogar, necesitamos un llamado al diálogo a los distintos sectores del país con una agenda sobre los problemas neurálgicos que vivimos; un diálogo donde podamos valorar las iniciativas que se han adelantado en diversas materias y donde se pueda incorporar nuevas apreciaciones y aportes. Un diálogo incluyente que permita matizar, evitar el radicalismo y ese afán dañino de culpabilizar eternamente, cuyo interés supremo que mueva no sea el dinero, sino el bienestar de toda Venezuela.

El primero que debe convertir en acción este verbo es el líder vencedor y su equipo, ellos deben poner la pauta, es decir la mediación para lograr la concertación. Pero también están los líderes de la oposición, porque mal papel harían si se enquistan en la indisposición. Ambos deberían pensar en dar paso a líderes apropiados para negociar. Algo se gana y algo se pierde cuando se concerta entre radicales, eso no los desvirtúa, no los vacía de identidad. Si ambos no ven matices, y se mantienen en los extremos, entonces sería sumamente difícil convivir en sana paz. A los ciudadanos también nos toca poner en acción este diálogo, porque si no logramos hacerlo en lo pequeño, en el carrito por puesto, en la casa, en esa amalgama que es la cotidianidad, mal podríamos exigir o esperar que surja en lo grande. Reconocer y concertar, dos verbos, dos acciones, esa es la gimnasia para después de las elecciones.

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