José Manuel Rodríguez
Revista SIC 744
Dado que el país quema en combustible subsidiado unos 13 mil millones de dólares al año, ¿cómo se podría invertir ese dinero en materia educativa? El autor proyecta un plan de inversión para la sociedad del conocimiento que cabe en el papel, como los sueños.
Cuando me pidieron que pensara en qué se podría invertir el subsidio a la gasolina, una sola idea vino a mi mente: “Crear conocimiento”. A los venezolanos, por décadas nos han enseñado que vivimos en un país rico y ante la paradoja de ver nuestros cerros preñados de ranchos hacinados, en vez de cuestionarnos tal afirmación, la complementamos con otra que dice: “es que vivimos en un país rico pero dirigido por ladrones”.
Sinceramente, nunca creí mucho en este cuento y con el tiempo, he venido madurando la idea de que la riqueza realmente no está en los recursos naturales que tiene un país, sino en la capacidad de sus ciudadanos para ponerse de acuerdo y generar riqueza. Y como cada día que pasa, la competitividad de los países se asocia más y más al conocimiento, entonces el corolario de lo anterior sería, que la riqueza viene dada por la capacidad de sus ciudadanos de obtener y generar más conocimiento.
Esto nos lleva por todos los caminos a un único tema: la educación. De allí el título de este pequeño ensayo que viene a preguntarse: ¿qué pasaría en Venezuela si en vez de continuar con un subsidio regresivo e ineficiente como el de la gasolina dedicáramos estos recursos a la educación?
No sé si llegaríamos a ser una potencia, pero estoy convencido de que al menos iniciaríamos la senda hacia un mejor futuro. Para empezar, pudiéramos estimar de cuánto dinero estamos hablando. Bastante se ha escrito sobre el tema y entre todas los cálculos que he visto, con gusto me quedo con el que en esta misma edición realizan Oliveros y Sifontes, dos jóvenes y talentosos economistas venezolanos que estiman el monto del subsidio en casi US$ 13 mil millones anuales (cifra conservadora, dado que otras estimaciones casi duplican dicho monto).
¿Cómo podríamos invertir esta cantidad de dinero en la generación de conocimiento?
Lo resumiría en una visión…
En el 2020, Venezuela será un país con suficientes escuelas, modernas, dotadas y mejor gerenciadas; con docentes y científicos preparados, muy motivados -no solo por estar bien remunerados-, sino además por saber que cuentan con suficientes recursos para ejercer su profesión con excelencia; donde no hay un niño o joven que tenga que abandonar sus estudios por razones económicas; y en el que cada uno de ellos pueda acceder a una educación exigente, creativa y universal.
Esto es, encontrarme dentro de unos años con una sociedad que haya girado por completo y descubrir que el conocimiento se ha convertido en la prioridad número uno de la gran mayoría de nosotros.
La inversión educativa
Se estima que tenemos un déficit de 13 mil escuelas. Si asumimos que con un millón de dólares podemos construir una escuela mediana, construyendo 2 mil escuelas cada año, para el año 2020 habríamos acabado con el déficit. Inversión gubernamental estimada: apenas US$ 1.700 millones anuales.
Por supuesto, no basta con construir nuevas escuelas, hay que hacerle mantenimiento a las ya existentes. Invirtiendo un promedio de US$ 100 mil por escuela, pudiéramos reparar 2 mil escuelas cada año, con una inversión estimada de US$ 200 millones anuales. La construcción de nuevas escuelas y el mejoramiento de las actuales, beneficiaría directamente a más de 10 millones de estudiantes, y de paso, estimularía al sector construcción con una inversión anual equivalente a 0,7% del PIB.
Para asegurarse de que nuestras escuelas sean bien gerenciadas, podemos desarrollar un programa de formación gerencial y mejoramiento tecnológico para directivos de escuelas. Formar y dotar a 50 mil profesionales implica una inversión de US$ 100 millones anuales.
En Venezuela hay poco más de medio millón de docentes. Si se quiere hacer más atractiva la profesión y estimular su mejoramiento, se pueden crear diversos incentivos económicos relacionados a formación y productividad. Si estos estímulos adicionales fueran en promedio de US$ 10 mil anuales por cada docente, necesitaríamos US$ 5 mil millones anuales. Ser docente pasaría a ser una carrera bien remunerada, siempre y cuando se cultive la excelencia.
En Venezuela hay unos 7 mil investigadores con bajos sueldos y poco apoyo para su labor. Fuera del país se estima que hay el doble. Un programa más agresivo de apoyo económico a científicos, que incluya esquemas que atraigan a los que están en el exterior, pudiera implicar en promedio un apoyo de US$ 50 mil anuales por profesional. Si se apoya a 15 mil investigadores entre residentes en Venezuela y fuera del país, sería una inversión de US$ 750 millones anuales, y sólo este programa, implicaría mejorar la inversión en Ciencia en 0,25% PIB anual.
Ningún joven debería tener problemas económicos para educarse. Un sistema de créditos y becas podría beneficiar a 6 millones de estudiantes cada año, y para ello se podría desarrollar un fondo de financiamiento y apoyo educativo con una inversión de US$ 2 mil millones anuales. Las becas serían para premiar a aquellos que tienen necesidad pero también son excelentes, mientras que la gran mayoría de los beneficiarios se comprometerían solidariamente a retornar lo recibido, una vez que comiencen a tener ingresos propios. Todos juntos hacia el progreso.
En el 2020 no debería quedar ni un solo estudiante que no cuente con equipos informáticos propios (al menos una tableta). Esto pudiera requerir una inversión de unos US$ 500 millones anuales.
Para asegurarnos de brindar una educación universal -abierta a todas las culturas del mundo-, deberíamos estimular el intercambio estudiantil y docente. Conocer otras culturas es fundamental para valorar la propia y entender las mejores prácticas aplicadas en otros países. Movilizar medio millón de estudiantes por un trimestre a países de todo el mundo, podría requerir unos US$ 1.500 millones anuales. Y si con el apoyo de otros países, lográramos que fuera un proceso recíproco, ¿se imaginan el tremendo impacto que esto tendría en la industria turística nacional?
Complementando el punto anterior, dotar nuestras escuelas con mil laboratorios de idiomas cada año y promover el intercambio internacional de 10 mil docentes, podría representar una inversión de US$ 250 millones anuales.
Si suman todo lo anterior, verán que alcanza con lo que se subsidia en combustible y todavía pudiéramos disponer de casi US$ 1000 millones anuales. Algunas ideas adicionales sobre la inversión estos recursos:
● Realizar las pruebas anuales para evaluar el rendimiento de estudiantes y docentes.
● Duplicar el número de núcleos de orquestas infantiles y juveniles.
● Masificar programas de capacitación de personas con discapacidad.
● Desarrollar contenidos educativos (libros, aplicaciones móviles, sitios web, etc.).
● Llenar el país de centros de ciencia juveniles.
● Retomar programas para el desarrollo de la inteligencia.
● Incentivar la investigación docente.
● Promover concursos de arte y creatividad.
● Dotar laboratorios y bibliotecas.
● Crear mecanismos de integración Empresa-Universidad.
● Hacer una WikiUniversidad abierta al mundo.
Por supuesto que todo este ejercicio dista mucho de ser preciso y no deja de ser sino una mera aproximación, pero el objetivo del ensayo es mostrar cómo en Venezuela podemos aspirar algo mejor, si decidimos finalmente madurar como ciudadanos, dejamos de pedir que nos repartan una riqueza ficticia y nos ponemos de acuerdo en crear la verdadera.
En fin, dicen que soñar no cuesta nada y quizás algún día, hasta lleguemos a ser realmente ricos.