Javier Hernández.
Los flujos de capital se mueven en función de la mejor rentabilidad posible en el corto plazo y tienen una veloz capacidad de reacción en la búsqueda de espacios de maximización de beneficios. Sus movimientos no responden necesariamente al desempeño de los fundamentos económicos de los países receptores de tales flujos ni a la confianza en políticas económicas locales por parte de los estados nacionales. La salida de capitales sin embargo deja consecuencias en la economía real y variables sociales de los países en desarrollo, por lo que deben implantarse mecanismos que restrinjan la velocidad y magnitud del libre movimiento de capitales. Las cifras de balanza de pagos de 2014 de cuatro países de América Latina con políticas orientadas al mercado y manejo económico prudente, agrupados en la Alianza del Pacífico, confirman la tendencia estructural a la salida de capitales
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