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Fronteras inclusivas, solidarias y hospitalarias

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Mensaje de los obispos de Ecuador y Perú, en el marco del XI Encuentro Binacional de Pastoral de Movilidad Humana Ecuador – Perú, sobre la movilidad humana, la trata y el tráfico de personas (Loja, Ecuador, Octubre 2 de 2015).

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Nosotros, Obispos católicos reunidos junto a sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos y laicas en este XI Encuentro Binacional de la Pastoral de Movilidad Humana Ecuador y Perú, hemos palpado la dura realidad que atraviesan aquellos hermanos, hermanas migrantes, víctimas de trata y tráfico de personas, que viven entre nosotros, al mismo tiempo que nos llena de esperanza la confianza que han depositado en la Iglesia por su capacidad de acogida y solidaridad.

A causa de la globalización y los numerosos conflictos presentes en nuestro mundo, la migración está creciendo día a día, actualmente, se contabilizan más de 232 millones de personas inmersas en el fenómeno migratorio. Dentro de este proceso, vemos con gran preocupación la trata de personas como la forma migratoria más violenta, que ha desplazado forzadamente a más de 21 millones de seres humanos a nivel mundial, la mayoría son mujeres, niños y niñas que sufren explotación sexual, laboral u otras formas de trabajo forzado. A esta realidad, se le suma el drama del tráfico ilícito de personas, mafias organizadas que se enriquecen a costa de los sueños y la búsqueda de un mejor futuro.

Ecuador se caracteriza tanto como país de origen, tránsito y destino para los migrantes. En la última década más de 250.000 personas, mayoritariamente de nacionalidad colombiana, han llegado a Ecuador; que registra la mayor cantidad de refugiados reconocidos en Latinoamérica; del mismo modo la realidad vivida por las victimas de trata entre nosotros es compleja, la mayoría de ellas son explotadas sexualmente, siendo los menores de edad los más vulnerables. Vemos con esperanza la Campaña “Ecuador País Hospitalario “, ya que consideramos que la promoción de los valores de la acogida y hospitalidad es el camino para la construcción de una sociedad más inclusiva y tolerante.

En Perú, se estima que existe un total de 3,5 millones de peruanos fuera del país, más de la mitad de ellos se encuentran en situación irregular en el país que les acoge, con la consiguiente vulneración en sus derechos laborales, sanitarios, imposibilidad de reunificación familiar, entre otras difíciles realidades. A este contexto migratorio se le suma el drama de la trata de personas, más de 2,000 mil casos registrados, principalmente víctimas ecuatorianas, y el tráfico ilícito de migrantes, principalmente de ciudadanos haitianos y colombianos.

A la luz de lo trabajado durante los tres días de encuentro: compartiendo dificultades, esperanzas, trabajos pastorales, testimonios de migrantes, oración conjunta; deseamos hacer nuestras las palabras del Papa Francisco en su Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2015: «Una Iglesia sin fronteras, madre de todos», donde nos recuerda que: “la Iglesia abre sus brazos para acoger a todos los pueblos, sin discriminaciones y sin límites, y para anunciar a todos que «Dios es amor» (1 Jn. 4,8.16).

Nos comprometemos a:

  • Ser una “Iglesia en salida”, de puertas abiertas, la cual pone en el centro de su atención pastoral, a la persona humana en su integralidad.
  • Promover y difundir la “Campaña por la Hospitalidad’, como un valioso instrumento para la construcción de la “cultura del encuentro”.
  • Animar a que cada Jurisdicción Eclesiástica asuma la movilidad humana, trata y tráfico de personas, como uno de sus ejes de trabajo; priorizando las zonas fronterizas.
  • Trabajar pastoral e integralmente la dimensión fronteriza: a nivel territorial, político y cultura.

Exhortamos a:

  • Las diversas realidades eclesiales, para que aúnen esfuerzos de trabajo hacia nuestros hermanos, hermanas migrantes, víctimas de trata y tráfico de personas haciendo realidad nuestro deseo de que nuestras fronteras e Iglesias sean espacios “inclusivos, solidarios y hospitalarios”, zonas de “vida y vida en abundancia” (Jn.10, 1 O).
  • Nuestros Estados, para que prioricen en su agenda política el tema de movilidad humana con un enfoque de derechos humanos, poniendo énfasis en la atención a los grupos más vulnerables: mujeres, niños y niñas; potenciando sus redes de atención y acogida.
  • Nuestras sociedades, a ser más acogedoras con las personas en situación de movilidad y tolerantes con las diversidades culturales que en ellas existen.
  • Las organizaciones de la sociedad civil, para que promuevan y fortalezcan un trabajo articulado con las diversas realidades eclesiales, teniendo como objetivo común el bienestar y plenitud de nuestras hermanos y hermanas.
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