Jesús Bastante
Francisco vuela en estos momentos de vuelta al Vaticano, tras un maratoniano viaje de cinco días a Corea del Sur que pasará a la historia por los llamamientos a la unidad de los dos estados enfrentados, la denuncia de los excesos del capitalismo y la reivindicación de una Iglesia cada vez más universal y que se ejemplifica en el Papa “del fin del mundo” que ha viajado hasta el otro extremo del globo para volver a dar testimonio de la fe en Cristo.
Minutos después de la una de la tarde (seis de la mañana en España), el avión de Korean Air despegaba de la base aérea de Seúl, muy cerca de la cual los mandos militares de Corea del Sur arrancaban hoy mismo ensayos militares, junto a tropas estadounidenses, cerca de la frontera con Pyong Yang. Y es que la paz es tan frágil en este rincón del mundo como lo parece en Tierra Santa, Centroáfrica o en esa treintena de conflictos olvidados.
Francisco, peregrino de la paz y del Evangelio de la Alegría, llegó a la base en helicóptero tras oficiar su última misa en la catedral de Seúl. El premier surcoreano, Chung Hong-won y el cardenal Andrew Yeom Soo-jung, junto a los obispos de las 16 diócesis de Corea del Sur, despidieron a Francisco en una breve ceremonia en el aeropuerto que puso fin al primer viaje a Asia del pontífice argentino.
Bergoglio, sonriente pero fatigado, portaba su ya clásica maletilla negra. En el avión, como prometió, mantendrá un encuentro-entrevista con los periodistas acreditados en el vuelo papal.
Corea despidió a Francisco con un día plomizo, pero con toda su fe. En el camino de regreso, el Papa volverá a pasar por once países, entre ellos China. El gigante asiático y la Santa Sede están condenados a entenderse.