Antonio Pérez Esclarín
Fe y Alegría llegó a lo que hoy es el Municipio San Francisco hace ya casi 50 años. Había nacido en 1955 en lo que hoy es el 23 de Enero en Catia, Caracas, en un rancho que regaló el obrero Abrahán Reyes para que los niños y jóvenes del barrio pudieran tener una escuela. De allí, impulsada por la audacia y solidaridad de muchos, saltó a Petare, Altavista, La Charneca, a los barrios más pobres y olvidados de la capital.
Una vez consolidado en Caracas, este Movimiento de Educación Popular, fuertemente enraizado en los valores del evangelio, quiso extender por toda Venezuela sus banderas de educación de calidad para los más pobres, y empezó a sembrarse en los barrios y caseríos más olvidados, sin servicios, sin escuelas. Sus lemas de “la educación es compromiso de todos”, “un niño sin escuela es problema de todos”, “Fe y Alegría comienza donde termina el asfalto”, “la educación de los pobres no puede ser una pobre educación”, “trabajamos por la mejor educación para los que están en condición peor”… motivaron a muchas personas generosas a enrolarse bajo sus banderas. En 1960, llegó a Maracaibo y empezó a levantar una escuela en El Manzanillo, entonces un barrio de invasión en pleno crecimiento en el sur de la ciudad.
Como en aquellos tiempos educación católica, o de curas y monjas, equivalía a educación privada elitesca, de pago, algunas personas no pudieron creer que esa escuela iba a ser para los niños y jóvenes del barrio, y la incendiaron y destruyeron. Entonces, Fe y Alegría se fue al otro extremo de la ciudad y empezó sus labores educativas en las orillas del basurero de Santa Rosa, en su Escuela de Altos de Jalisco. La presencia en El Manzanillo de las hermanas lauritas, que fueron visitando casa por casa a las familias, convenció a los habitantes del barrio que era cierto que Fe y Alegría se dedicaba a los más pobres. Y así, unos meses después de haber sido incendiada, estaba de nuevo en pie la escuela del Manzanillo, lista para brindar educación de calidad a los niños y jóvenes del barrio.
De allí, Fe y Alegría se fue mucho más al sur y levantó sus escuelas en los nacientes barrios de El Silencio y el 24 de Julio. Aquí funcionó por varios años la Normal Nueva América, semillero de cientos de maestros creativos y comprometidos con una educación liberadora y con la humanización de las comunidades del entorno. Para que los estudiantes pudieran realizar sus prácticas de un modo innovador, Fe y Alegría fundó la Escuela Nueva América, anexa a la Normal y la Nueva Venezuela, en el Barrio La Polar. Tanto los profesores como los alumnos iniciaron enseguida labores de alfabetización y capacitación laboral con los adultos, cooperativas de consumo y acompañaron a las comunidades en las exigencias de servicios públicos como cloacas, agua, transporte, aceras y brocales.
Fe y Alegría siempre ha crecido a base de esfuerzo, dedicación y con grandes dosis de audacia, austeridad y mística. Por eso, a base de mucho ahorro , colaboración y de estirar al máximo los reales, aquellas tímidas escuelas hoy son pujantes Unidades Educativas (San Ignacio, Nueva América y Nueva Venezuela) que atienden a miles de alumnos y egresan Técnicos Medios en diversas especialidades. La única que no ha podido crecer por limitaciones de espacio hasta el diversificado es la del Manzanillo, en cuyas instalaciones funciona el liceo básico Rafael Urdaneta en la mañana y una escuela primaria en la tarde, ambos con una clara orientación productiva y comunitaria.
Desde hace varios años, Fe y Alegría venía acariciando la posibilidad de seguir brindando nuevas oportunidades educativas a los egresados de sus diversificados y de los liceos del Municipio San Francisco y de otros cercanos. Por eso, emprendió la tarea de crear un Instituto Universitario innovador, diferente a los demás, fuertemente enraizado en la filosofía de la Educación Popular. Así nació el Instituto Universitario San Francisco, hermano de los que Fe y Alegría tiene en pleno funcionamiento en Catia y Petare (Caracas), Barquisimeto y Guanarito (Portuguesa).
Me han llegado rumores de que el alcalde de San Francisco quiere expropiar los terrenos y edificios del Instituto Universitario de Fe y Alegría para montar allí una universidad. Me imagino que dichos rumores serán falsos. Resultaría incomprensible y totalmente contradictorio que, en nombre de la revolución, se le impidiera consolidar su labor educativa a Fe y Alegría, que lleva 54 años tratando de impulsar la revolución educativa en Venezuela. Los logros de Fe y Alegría son bien visibles: sus cientos de centros educativos se levantan en toda Venezuela como banderas de esperanza y amor. Su red de emisoras educativas e informativas brindan educación radiofónica y están abiertas a todas las voces. De hecho, la labor de Fe y Alegría es tan reconocida que se ha extendido a 17 países de América y hoy está también germinando en las comunidades más pobres de África.
Además del Instituto Universitario, el Municipio San Francisco se merece una buena Universidad. Fe y Alegría está muy dispuesta a ofrecer su experiencia y su pasión educativa para hacer posible esta justa aspiración de las comunidades del Municipio.