Darío Ghilarducci
portafolio.- Los flujos migratorios entre América Latina y el Viejo continente están cambiando. Las condiciones económicas europeas son hostiles con sus ciudadanos, y en nuestros países su mano de obra ha sido bienvenida. La eliminación de la visa Schengen para colombianos es una muestra de reciprocidad.
Los flujos migratorios han marcado y determinado la historia de la humanidad desde la antigüedad en un movimiento ininterrumpido de gentes e ideas, con todas sus cargas de necesidades, deseos, culturas, visiones y sueños.
Las migraciones han sido el motor económico y político que ha permitido redibujar el mundo, imaginar y borrar fronteras culturales, levantar imperios, construir y destruir naciones.
Toda identidad nacional, territorial, étnica y religiosa es el producto del encuentro, el enfrentamiento y los choques entre comunidades humanas, que acercándose a la “otredad” han definido y reafirmado lo propio fortaleciendo viejos lazos y pertenencias y construyendo relaciones nuevas, híbridas y multifacéticas.
Los efectos – sean ellos deseados o no – de estos encuentros y desencuentros a lo largo de las eras, constituyen los pilares del desarrollo económico, político y social humano.
Estos han dibujado las etapas concretas de la evolución de nuestra especie, con todas sus contradicciones y consecuencias. Las migraciones han sido a la vez producto y resultado de grandes cambios históricos, por las interacciones entre seres humanos y entre nuestras comunidades y el medio ambiente.
Por primera vez en la época contemporánea, la tendencia de los flujos migratorios entre Europa y América Latina se ha invertido, registrando desde el año 2010 un mayor número de europeos que migran hacia el “Nuevo Mundo”, respecto a sus homólogos latinos migrados hacia Europa. La crisis económica que sigue sacudiendo el “Viejo Mundo”, no ha provocado solo la repatriación de una cantidad creciente de latinoamericanos de vuelta a sus tierras natales, sino también una fuerte migración de ciudadanos europeos, que abandonan sus hogares de origen en búsqueda de un futuro posible, más allá de la decadencia y falta de oportunidades de la “Fortaleza Europa”.
Un número consistente y cada vez creciente de los actuales migrantes europeos hacia América Latina está conformado por jóvenes profesionales.
Ellos hacen parte de la generación más preparada y formada de la historia europea, que ya no encuentra oportunidades en su tierra natal.
El imaginario y los sueños de los jóvenes europeos, de la mano de las condiciones generadas en la crisis económica, están liberando energías inesperadas que exceden fronteras nacionales y continentales, provocando una nueva ola de esperanzas y proyectos en dirección de América Latina.
Mientras la Unión Europea es cada vez más incapaz de responder con políticas claras y compartidas de sus países miembros a los movimientos migratorios que mueven miles y miles de seres humanos desde el Mundo Árabe, los países musulmanes y todo el continente africano hacia Europa, la actitud de los países latinoamericanos va, una vez más, en contra tendencia respecto a los migrantes Europeos hacia América Latina.
Los gobernantes latinoamericanos parecen haber entendido mucho mejor que sus contrapartes europeas las potencialidades de las comunidades migrantes. Mientras en Europa resurgen y se fortalecen movimientos, partidos y corrientes xenófobas y racistas, en América Latina los europeos, con todo su bagaje y experiencias, son siempre bienvenidos.
Desde esta óptica, la eliminación de la visa Schengen para ciudadanas y ciudadanos colombianos y peruanos, tiene que ser considerada como algo debido, como un primer reconocimiento político de la capacidad latinoamericana de reinterpretar antiguas categorías a la luz de la contemporaneidad.
En esta parte del mundo, que cuenta desde hace siglos con la más impresionante mezcla de etnias y culturas del planeta, el antiguo miedo europeo a las diversidades se está transformando en el motor de la esperanza en un futuro realmente próspero para todos y todas, a partir de las diferencias reciprocas y de la hibridación en la complementariedad.
No queda nada más que esperar que los gobernantes europeos sean capaces de aprender del ejemplo latino para responder a las dificultades del presente, apostándole a las potencialidades de los inmensos flujos humanos que huyen de sus tierras en búsqueda de dignidad y futuro.
Los antiguos miedos europeos hacia las diversidades son infundados. De hecho hoy, la violencia organizada con sus proyectos de muerte y terror vuela en primera clase; ya no se acerca a las costas europeas en barcos llenos de pobrezas y miedos, esperanzas y sueños.
Quizás, escondidos en algún rincón de uno de esos barcos, se encuentren en cambio potenciales ideas y soluciones para el futuro de Europa, América Latina y de toda la humanidad en su conjunto.