Betty Amadio*
Son muchos los ejemplos a seguir, que evidentemente no están entre los forajidos que gobiernan, pero si en gente como esta.
De los dueños de la fábrica Amadio que fue saqueada.
Betty Amadio relata:
“Cerca de las dos de la tarde, me llamó el gerente general para pedir permiso y retirar al personal de la planta. En ese momento estaban saqueando camiones en la autopista (Valencia – Campo de Carabobo), justo al frente.
De los doscientos treinta y cinco empleados, se fueron doscientos treinta y uno. Quedaron dos horneros. Uno de mantenimiento, un vigilante interno y un servicio privado de seguridad.
A las dos y media de la tarde el gerente volvió a llamar: ‘Se corre el rumor de que del barrio cercano van a venir a saquear Productos Amadio’.
Mi hermano en la finca, fuera de cobertura. Mi primo en otra finca, fuera de cobertura también. Sin otra opción, sola, tuve que asumir el mando. Hice unas llamadas y logré hablar con la GNB, al mismo tiempo que trataban de controlar saqueos a comercios chinos en Naguanagua. Me dijeron que estarían pendientes, que no me preocupara.
Llamé al vigilante, ‘González, no oponga resistencia, no arriesgue su vida. Si la gente trata de entrar, les dice dónde está la cava de producto terminado, la de las mortadelas, para que vayan directo y las abre’.
En ese momento había ochenta y cinco mil kilos de producto. Producimos veinte mil kilos diarios (seiscientas toneladas mensuales) pero por las protestas de esos días, los distribuidores no habían querido exponerse al saqueo de camiones y se había acumulado la producción.
Pensé sacar todo y ponerlo en unas mesas. Para mí un saqueo es un pueblo con hambre y me pareció que lo prudente era no arriesgar la empresa ni los empleados y que se llevaran la comida. Pero no logré comunicarme con mi primo ni con mi hermano y las decisiones son familiares.
Pensé en mandar un motorizado al barrio y decirles que les estábamos regalando todo para así evitar el mal rato. Solo fue una idea. No lo hice. Lo vi desde lo humanitario. Saciar el hambre y proteger mis instalaciones. Era solo abrir dos santamarías.
‘¡Señora Betty, viene la gente, viene la gente!’
A las nueve de la noche entraron. González les dejó pasar y fueron directo a la planta. De allí se llevaron materia prima de las cavas congeladoras, producto cárnico no terminado, no apto para el consumo todavía. Jamones y mortadelas en moldes que debían entrar al horno, crudos.
Hubo una epidemia de diarrea en la zona después de los saqueos.
Treinta minutos después vino la GNB y la gente por donde entró, salió. Situación controlada.
A las once de la noche, la gente volvió. El de mantenimiento y el vigilante escondidos. ‘Sra. Betty, ayúdeme a salir de aquí’, me escribía el de mantenimiento por mensajes de texto.
Entraron por un boquete que abrieron en el baño de los trabajadores, porque esa pared da al barrio.
Yo me moría por estar allí y no en casa.
Hicieron destrozos. No pudieron abrir la cava de producto terminado. Moldes regados, perniles en el piso, maquinaria rota. A las oficinas solo les rompieron algunos vidrios.
3 de mayo
Toda la mañana estuvimos evaluando los daños, recogiendo y limpiando. Yo pensé que los saqueos eran así, un día y ya.
Mientras tapábamos el boquete del baño, hombres, mujeres y niños se asomaban y decían ‘tranquila, que eso lo volvemos a abrir ahorita, no te esfuerces mucho que te lo vamos a volver a tumbar’.
Mi hermana, suspicaz, decidió sacar algunos CPU de las oficinas por si llegaba a pasar algo más, de manera preventiva.
A las tres de la tarde entraron mil personas. Cabecillas, mujeres, señoras, señores, niños. Chocaban unos con otros al pasar las cortinas plásticas que están en las cavas para evitar que el frío salga. Los niños salían abrazados a un jamón y las madres lo celebraban. Un trofeo, el haberlo sacado de acá.
La GNB mandó dos tanquetas, pero antes de eso se llevaron botas, cuchillos, partes de los molinos, computadoras, todos los productos terminados, pocetas, lavamanos, todo el servicio médico de los trabajadores, las cocinas y sillas del comedor, uniformes, fécula de yuca, harina de trigo, pimienta, sal, repuestos, las tripas rotuladas de las mortadelas, bloques, cemento, teléfonos, guantes, cubiertos, el contenido de los lockers de los trabajadores, los cauchos y baterías de todos los carros, camiones, jaulas ganaderas, camiones cavas, y la ambulancia de la compañía.
No se llevaron la camilla.
La GNB logró sacar a la gente y se retiró. Dijeron tener otras situaciones que atender.
Volvieron a entrar.
Arremetieron contra las oficinas, rompieron todas las ventanas, las puertas, los portarretratos, las fotos de los nietos. Se llevaron el maletín de mi papá, que desde su muerte hace dos años, me acompaña al lado de su escritorio, que era el mío ahora. Eso me hizo llorar.
Dejaron chancletas, chancleticas, chancletotas regadas por todos lados. Se las habían quitado para ponerse las botas y no resbalarse en el desastre que habían hecho.
4 de mayo
Los vigilantes privados se llevaron lo que no se había llevado la gente.
El setenta por ciento de nuestra producción es para zonas populares. Quienes nos saquearon comían nuestra mortadela. Ahora no hay.
Si mi papá hubiera estado acá, me habría dicho ‘esto no es nada comparado con lo que yo viví en la guerra’ (Segunda Guerra Mundial). Me hubiera dado fuerzas.
Mi papá, Tomasso Amadio, llegó de Italia por el Puerto de La Guaira en el año 1950 con 20 años y un pasaporte de campesino, que no lo era. Terminó en Valencia trabajando de albañil hasta que logró un empleo en una carnicería, depostando. Se convirtió en el encargado, luego en el dueño, y finalmente cumplió su sueño: montar una fábrica de embutidos.
Yo creo en los decretos. Cuando me secuestraron (2003) yo dije el día que me iban a liberar y así fue, 40 días exactos.
No hay nada más peligroso que un italiano con un proyecto bajo el brazo y así crecí yo. Mi papá estaba agradecido de estar del lado de los que pueden dar y no de los que tienen que pedir. Su lema era: trabajo, trabajo y más trabajo.
Ahora me toca demostrar si aprendí o no.
Tenemos una póliza de seguro, pero no paga hasta que estemos operativos nuevamente. Así son las letras chiquitas de los seguros.
Decreto que el jueves 13 de julio de 2017, día de los cincuenta aniversarios de Productos Amadio, comenzará la producción de nuevo.”
* Médico Veterinario de la Universidad Central de Venezuela.