Antonio Pérez Esclarín
En las democracias genuinas, gobiernan las mayorías y se respetan los derechos de las minorías. En Venezuela, gobierna una minoría cada vez más escuálida y se irrespetan los derechos de las mayorías. El pasado domingo, 16 de julio, fue una verdadera fiesta democrática donde el pueblo masivamente y sin miedo, expresó su rechazo a una constituyente anticonstitucional e inoportuna, y optó por la libertad, la verdadera democracia y la independencia. A pesar de todos los obstáculos, del reducido número de mesas, de la utilización de los claps, de las amenazas, la censura, la prohibición a los medios de promover la Consulta Popular, e incluso a pesar de las balas y la siembra de terror como sucedió en Catia y Boconó, el pueblo soberano, en una extraordinaria muestra de civismo, dio un multitudinario grito en favor de la libertad. ¿Será capaz de escucharlo el Gobierno? ¿Lo escucharán los militares a los que se les ordenó que deben permanecer fieles a esa constitución que juraron defender? ¿Lo escucharán los poderes públicos cuyo poder viene de ese pueblo que levantó su voz el 16? ¿Serán capaces los dirigentes de la oposición de interpretar acertadamente ese grito multitudinario de un pueblo que anhela cambios profundos por medios democráticos y electorales y rechaza la violencia?
Son tiempos para Políticos con mayúscula, capaces de anteponer los intereses de Venezuela sobre sus aspiraciones. No son tiempos para ganar tiempo, aparecer en la foto, para imponer su visión sin importar las consecuencias, ni para destruir al oponente, Son tiempos para enfocarse en resolver los problemas de la escasez, la inseguridad, la inflación, el hambre y la falta de medicinas, y evitar que entremos en un desbarrancamiento todavía peor. Son tiempos para buscar, sin ingenuidad pero sin titubeos y sin complejos, caminos para el entendimiento y la negociación. . Porque, ¿cuál es la alternativa al diálogo y la negociación? ¿La guerra? ¿Habrá alguien en su sano juicio que opte por esta salida que sólo agigantaría nuestros problemas?
Una vez más, el Presidente invita al diálogo y hasta repite cansonamente que la constituyente es una oportunidad (¿la única?) para conseguir la paz, pero es hora de que acompañe sus palabras con verdaderos gestos que demuestren que en verdad desea la paz. Sería terrible si no escucha el clamor de más de siete millones y medio de venezolanos que le hemos pedido pacíficamente pero con firmeza que retire su Constituyente, y emprenda importantes cambios de rumbo. Sería irresponsable y muy peligroso seguir utilizando la estrategia de deslegitimar y minimizar ese triunfo extraordinario. ¿Cómo va a ser posible dialogar si no se escucha siquiera ese grito masivo de tres SI contundentes que fueron también tres NO rotundos a sus políticas?
Si al Gobierno le importa el país y el presente y futuro de sus ciudadanos, debe dar una muestra de conducta democrática y escuchar al pueblo que masivamente le hemos pedido que abandone el camino emprendido y regrese a la senda de la Constitución. Para escuchar, debe comenzar por escuchar su conciencia y analizar si en verdad está convencido de que lo que está haciendo es lo que debe hacer y si quiere para ellos, sus hijos y nietos la situación que vivimos las mayorías.