Por María Cristina Réquiz*
Venezuela ha vivido, los últimos años, situaciones devastadoras que han obligado a los venezolanos a desarrollar potencialidades que se manifiestan en habilidades para sobrevivir y generar caminos creativos.
Debo referirme en primer lugar a un “insilio” (la otra cara del exilio) marcado por un encierro psicológico: la familia o parte de ella ha migrado, los amigos se han ido, los referentes se han perdido. La sensación de no pertenecer a este mundo insólito, sentirse extranjero en la propia tierra con duelos y separaciones. No obstante, esta experiencia ha generado el desarrollo de una fuerte resiliencia, con habilidades de afrontamiento en tiempos extraños de adversidad.
La aparición del COVID-19, con sus conocidas medidas de cuarentena y aislamiento social, viene a sumarse al gran reto de mantenerse saludable, en esperanza, construyendo una forma de vida diferente.
¿Cómo mantenerse sano mentalmente ante tanta incertidumbre, sobrellevar la cuarentena y mantener un sistema inmunológico fortalecido?
Conocer y confiar en que poseemos mecanismos de sanación internos que pueden ser potenciados voluntariamente. La Psiconeuroinmunología, ciencia que ha demostrado la relación entre el sistema nervioso (pensamientos, percepciones, emociones), el sistema endocrino y el sistema inmunológico, nos demuestra cómo lo que sentimos y pensamos afectan esos sistemas en una comunicación permanente entre ellos. La buena noticia es que las personas podemos activar ese sistema de defensa a voluntad cambiando la forma como interpretamos la realidad. Por otra parte, el estrés sostenido, percepción de las personas al sentir que las circunstancias rebasan su capacidad de enfrentarlas, va generando en el organismo la inmunosupresión. El organismo necesita restablecer su estado de equilibrio, bien sea porque cesa la situación estresante o porque se cambia la actitud, la percepción, la forma como miramos y sentimos la situación.
Identificar los pensamientos que generan emociones perturbadoras. Detenerlos, sustituirlos por otros saludables, pero no radicalmente positivos. Las creencias son detonadoras de las emociones. La clave está en preguntarse en ¿qué estoy pensando que me siento ansioso, triste, rabioso? Se trata de desarrollar el auto observador, desmontar los pensamientos y reformularlos para convertirlos en un aliado.
Entender y gerenciar las emociones. Es natural y esperable sentir miedo ante una situación amenazante. El no sentirlo puede llevar a desplegar conductas que ponen en riesgo la vida. En ocasiones se pueden experimentar dudas, desesperanza, rabia, tristeza, todas son normales y surgen ante una situación excepcional… ¿Qué hacer? Otorgarse permiso para expresarlas. Hacer respiraciones profundas y lentas. Identificar si son producto de pensamientos anticipadores. Ubicarse en el presente (¿hoy eso está sucediendo?). Mantener la convicción de que se trata de una situación transitoria. Usar recursos del pasado, experiencias que ayudaron a salir de momentos de crisis.
Formular un sencillo y flexible plan de actividades cotidianas:
- Mantener rutinas de levantarse, comer, dormir. Cuidar de no excederse en la ingesta de alimentos y siestas prolongadas.
- Incluir actividades creativas, juegos, bailes, manualidades, lecturas. Siempre pasan cosas buenas, por pequeñas que sean.
- Disponer tiempo para comunicarse con otros miembros de la familia y en especial con aquellos que se encuentran solos.
- Cultivar la imaginación guiada. Hacer relajación y visualizaciones diarias que generen paz, armonía, esperanza, aceptación sana de la realidad. Son poderosas para fortalecer el sistema inmune.
- Hacer algo de ejercicio físico acorde con el espacio disponible.
Reflexionar sobre sí mismo: mi sentido y propósito en la vida. Todos los seres humanos poseemos un camino, único, es el modo como nos comprometemos con la vida y que otorga significado a la existencia. Son numerosos los trabajos (Masow, Jung, Viktor Frankl, entre otros) que afirman con certeza que todo individuo necesita dotar de sentido a su vida. “La lucha por encontrar un significado en la propia vida constituiría la primera fuerza de motivación del hombre y sería posible encontrar dicho sentido a la vida, a pesar de las dificultades que pudieran aparecer.” (Frank, V.). Así, toda acción por sencilla que sea, que resulte significativa y relevante y que le otorgue sentido a cada instante de la vida, activará el sistema inmunológico.
En este sentido, hay tres pilares o claves propuestas por el psiquiatra V. Frankl, que pueden ayudar a encontrar ese sentido y propósito:
- Creacional: ¿Qué deseo crear, dar, transformar?
- Experiencial: el valor que le doy a cada instante. Amar. Agradecer. Recibir. Cultivar el coraje.
- Actitudinal: Ejercer la libertad interior. Decidir la actitud que asumo ante la adversidad. “Lo importante no es lo que me sucede, sino lo que hago con aquello que me sucede”.
Cultivar la espiritualidad. Reinventarnos en la espiritualidad. Se demuestra ampliamente en numerosas investigaciones que, al promover el bienestar existencial del individuo, ya sea a través de sus creencias religiosas o sus prácticas espirituales, se favorece una mejor función del sistema inmunológico. Vivir el sentido es una profunda experiencia espiritual. Conectarse con lo sagrado y lo divino en cada experiencia de vida. Vivir desde la esfera del amor. Cultivar la relación con Dios. Orar y mantener ese diálogo. Compartir las creencias y actividades religiosas con otros a pesar de la distancia. Acceder a nuestra divinidad interior es descubrir y asumir nuestro sanador sagrado.
En conclusión, no podemos vivir como antes. Por el contrario, la invitación es a vivir como nunca antes.
*Psicóloga. Psicoterapeuta clínico. Atención con Psiconeuroinmunología.