Elisabetta Piqué | La Nación
El viaje fue agotador para los periodistas. Pero para Francisco, el gran protagonista, no. Media hora después de que el vuelo de El Al que lo llevó de regreso a Roma despegara de Tel Aviv, tal como había anunciado en el viaje de ida, Jorge Bergoglio apareció en la “fosa de los leones”, la parte trasera del Boeing 777, para responder, sin filtro, preguntas de todo tipo durante 45 minutos.
Francisco no defraudó con sus respuestas: anunció, entre otras cosas, que a principios de junio se reunirá con víctimas de abusos por parte del clero, delito que comparó con las “misas negras”, ritos satánicos.
También dijo que “el celibato no es un dogma de fe” y que el tema podría discutirse; admitió que podría renunciar, siguiendo el ejemplo de su predecesor, Benedicto XVI; anunció que en enero viajará a Sri Lanka y a Filipinas; habló de la reforma de la curia y de la polémica sobre los divorciados vueltos a casar, un tema que lamentó que se haya vuelto el único del próximo sínodo de obispos sobre la familia. Ante una pregunta sobre los escándalos que sacudieron recientemente el Vaticano, donde hay algunos que parecen no entender su mensaje de austeridad y de “Iglesia pobre para los pobres”, no defendió al cardenal Tarcisio Bertone.
Muy hábil, Francisco respondió con humor, inteligencia y claridad a todas las preguntas. Y pareció divertirse, pese al cansancio de su cargada gira. Es más: si no hubiera sido porque se trataba de un vuelo corto, hasta se hubiera quedado más tiempo con los “leones”, como ocurrió cuando dio su primera conferencia de prensa a 10.000 metros de altura, al regresar de Río de Janeiro en julio pasado.
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