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Entre paradojas y trampas

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Por Félix Arellano

La escalada de la invasión militar de Rusia en Ucrania se incrementa, también la contundente reacción de sanciones económicas de Occidente y, no obstante las significativas diferencias de los actores en conflicto –que recuerda al relato bíblico de David contra Goliat–, el panorama se presenta complejo, cargado de incertidumbre. Adicionalmente, afloran algunas paradojas en detrimento del invasor; empero, debemos reconocer que el presidente de Rusia, Vladimir Putin, se está anotando el éxito de arrastrar las democracias occidentales en las trampas del autoritarismo.

Las contradicciones que van aflorando para desdicha del presidente Putin son diversas en número e intensidad. Podríamos destacar en primer lugar la extensión de la invasión. Varios elementos hacen pensar que el presidente Putin, considerando que la asimetría de las fuerzas juega a su favor, asumía la ingenua tesis de la “invasión quirúrgica”; según la cual, el uso de la fuerza armada se concentra en puntos muy específicos, por un tiempo bien limitado, sin mayores costos humanos y económicos para el invasor; lo que permitiría alcanzar rápidamente el objetivo. Visión que, por lo general, poco se corresponde con la realidad.

No esperaban las tropas invasoras el esfuerzo heroico que está desarrollando el ejército de Ucrania y el contundente respaldo de la población civil, que está experimentado las graves consecuencias de la invasión.

Algunos, con marcado optimismo, traen a colación el caso de Afganistán, donde los talibanes lograron expulsar la invasión rusa luego de unos catorce años de enfrentamientos y con algunos factores que no se presentan en Ucrania, como la geografía de las cuevas refugios, que confundía al invasor, y la estrategia de guerra de guerrillas.

Otra de las contradicciones que debe preocupar al presidente Putin tiene que ver con la reactivación que se está apreciando de varias instituciones que han sido objeto de sus ataques en los últimos años, en particular la OTAN, que se ha presentado como un enemigo frontal de Rusia, pero también la Unión Europea (UE), el orden liberal internacional y los valores liberales en su conjunto, que privilegian la democracia, las libertades y los derechos humanos.

Al cuestionar el papel de la OTAN, el presidente Putin está presentando sus objeciones al sistema de seguridad que se ha conformado en Europa desde la extinción de la vieja URSS, y constituye un reclamo legítimo que debería ser abordado en profundidad para lograr acuerdos que permitan establecer límites concretos y supervisados en la carrera armamentista, la distribución de los armamentos y, particularmente, el tema de las armas nucleares.

Ahora bien, con la invasión de Ucrania se están logrando resultados contradictorios. En estos momentos observamos que se está reanimando la OTAN, institución que en los últimos años parecía desorientada y debilitada, que además enfrentó un duro cuestionamiento por parte del presidente Donald Trump.

Limitar y debilitar a la OTAN forma parte de los objetivos fundamentales para los actores de la geopolítica del autoritarismo, en particular China y Rusia. Ahora, con la presión e invasión de Ucrania y sus amenazas expansionistas, la OTAN se proyecta como un actor fundamental.

Varias de las exrepúblicas soviéticas, que lograron su independencia con la desaparición de la URSS, y decidieron incorporarse en la OTAN, al ver los tanques rusos entrando en Ucrania y recordando las viejas invasiones soviéticas en Polonia (1939), Hungría (1956), Checoslovaquia (1968), Georgia (2008), Crimea (2014) y Kazajistán (2022), deben estar considerando la conveniencia de utilizar el artículo 4 del Tratado para garantizar el apoyo militar de la organización, si Rusia decide seguir avanzando en su tendencia expansionista.

Debilitar la integración europea es otro de los objetivos de la guerra hibrida del Kremlin. Una Europa fragmentada y débil facilita los avances del autoritarismo. En ese sentido, desde sus primeros años en el Gobierno, el presidente Putin ha apoyado los movimientos populistas, radicales, nacionalistas y xenofóbicos, indiferente de su orientación ideológica, pues dentro de la UE ellos convergen en el euroescepticismo.

Para decepción del presidente Putin, la invasión a Ucrania está reactivando la UE. En estos momentos pareciera que tanto los Gobiernos de los países miembros, como las instituciones comunitarias, están conscientes del importante papel que le corresponde desempeñar a la UE en el escenario global, en particular, en materia de seguridad.

El dialogo transatlántico, otro de los objetivos en la guerra hibrida del autoritarismo contra Occidente, también está logrando nuevos aires con la invasión de Ucrania. El contundente paquete de sanciones económicas contra el invasor, puede resultar más efectivo en la medida que se logre la mayor coordinación y coherencia transatlántica en su adopción y aplicación.

Ahora bien, no podemos desconocer que las perspectivas de la relación transatlántica no son tan promisorias, pues la nueva visión aislacionista que predomina en el partido republicano, bajo el liderazgo del presidente Trump, no juega a favor de su estabilidad; empero, en estos momentos cumple un papel estratégico en diversos escenarios, entre otros, las negociaciones con Irán por el programa nuclear, enfrentar la amenaza sistémica de China y la crisis venezolana.

Otra interesante paradoja que está generando la invasión a Ucrania, tiene que ver con el deterioro del liderazgo y popularidad del presidente Putin. Desde que Putin asume por primera vez la presidencia de Rusia en 1999, ha iniciado un proceso de construcción de su liderazgo a escala global y, en los últimos años, fue logrando importantes avances; por ejemplo, en el Medio Oriente se ha posicionado como un factor clave en cualquier negociación, manteniendo buenas relaciones con los diversos actores como: Siria, Irán, las monarquías conservadoras del Golfo e incluso Israel.

Por otra parte, en el mes de enero del presente año, estaba logrando su máximo protagonismo. Al iniciar el hostigamiento militar en las fronteras de Ucrania, se convirtió en el epicentro de la diplomacia mundial. En ese contexto, de haber propiciado la conformación de un paquete de negociación equilibrado para todas las partes, se hubiera transformado en un estadista del mundo global.

Con la invasión de Ucrania, el presidente Putin, de potencial héroe se ha reducido a vil agresor de un país débil, lo que está generando un fuerte rechazo mundial. Entre las evidencias destaca la reciente resolución aprobada en la reunión extraordinaria de las Naciones Unidas, aprobada con 141 votos (de 193 miembros) y con 5 votos negativos.

Adicionalmente, debemos destacar que aliados importantes del mundo del populismo –que el presidente Putin ha cultivado durante varios años y han recibido el apoyo de la guerra hibrida rusa– se han distanciado en estos días, como se ha podido apreciar en las intervenciones y votaciones en el marco del Parlamento Europeo.

En el contexto de los distanciamientos, que pueden ser estratégicas y temporales, llama la atención la abstención de Cuba en la votación de la resolución de las Naciones Unidas, toda vez que ha sido el régimen que ha tenido la relación más estrecha y por muchos años con Moscú; recordemos que durante los tiempos de la vieja URSS representaba su apoyo fundamental.

Por si fuera poco, y no obstante la brutal represión que existe en Rusia, también se registra un importante rechazo del pueblo ruso contra la irracional invasión a Ucrania. En esta oportunidad, el Presidente no ha logrado el eufórico apoyo que recibió con la anexión de Crimea y Sebastopol; todo lo contrario, en consecuencia, la represión se incrementa para silenciar el rechazo popular.

Entendemos que el presidente Putin decide la invasión de Ucrania, entre otros, al contar con un control interno absoluto y ante las debilidades de Occidente. Ahora, seguramente tendrá que incrementar aún más la represión, pues además del rechazo a la invasión, le esperan a Rusia tiempos económicos difíciles.

Pero no todo es negativo para el presidente Putin. La invasión militar avanza, la destrucción de Ucrania, que parece ser su objetivo, también avanza y, para nuestra desdicha, pareciera que está logrando arrastrar a los Gobiernos democráticos en las trampas del autoritarismo, en la medida que la agenda autoritaria –caracterizada por el predominio del nacionalismo, la visión militar de la seguridad, las posiciones terrófagas, la carrera armamentista e incluso el tema nuclear– se posiciona como el epicentro en los debates de los Gobiernos e incluso de las organización internacionales.

El presidente Putin se está anotando como un éxito el retroceso a una visión eminentemente conflictiva, militar y autoritaria de las relaciones internacionales. Al respecto, la UE se siente obligada a centrar su atención en temas de seguridad y defensa: Alemania está abandonado la tradición pacifista que adoptó después de la Segunda Guerra Mundial, aprobando sumas millonarias para la defensa, e incluso Suiza, Suecia y Finlandia revisan su tradicional neutralidad.

El presidente Putin está logrando que el mundo concentre la atención en la tesis: “si quieres la paz, prepárate para la guerra”. Hacemos votos para que esta tendencia, compresible por la brutal carrera expansionista de Rusia, no signifique el abandono de la agenda liberal con su diversidad de temas como la defensa de las libertades, los derechos humanos, el bienestar social, la equidad, el crecimiento económico sustentable, la inclusión, la aceptación de la diversidad en sus múltiples expresiones y el respeto a la dignidad humana.
Está claro que, como individuos y conjunto social, afrontamos desafíos colosales. Por una parte, enfrentar los avances de la geopolítica del autoritarismo y, por otra, defender los valores y principios liberales que la guerra hibrida, para desprestigiar, presenta como simple liberalismo.

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TalCual Digital: https://talcualdigital.com

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