Arnaldo Esté
La crisis general avanza como un tercer actor que puede terminar por imponer sus condiciones de violencia o atajos.
Con el referendo, ahora o después, negociando, se podría llegar a un gobierno de transición tal como una coalición, con una combinación de estos con aquellos para iniciar la reconstrucción de un país deshilachado, que nunca alcanzó valores fuertes y establecidos que le dieran referencias a decisiones y proyectos de vida republicana. Desde el cacao y el café hasta el petróleo, hubo renta y gobiernos para comprar conciencias y retardar la formación de una eticidad necesaria.
La estopa de caudillos y civilizadores, con fuerte presencia militar, que aun permanece, usaron esos recursos para envilecer e impedir que nuestra maceración de país se lograra en un sistema de valores – dignidad, participación, solidaridad, diversidad, continuidad con la naturaleza… – vinculada al propio compromiso, individual y social, en esa en esa construcción de nación.
Ahora eso es, paradójicamente, posible. La confesión del gobierno del fracaso de su rentismo petrolero y el tácito acuerdo de los opositores de que ese rentismo, también practicado por la cuarta y tercera república, hay que dejarlo atrás, implica un acuerdo que habría que evidenciarse en acciones políticas inmediatas: el referendo y un gobierno de coalición y/o transición integrado por gente capaz llamados de todas las vertientes, incluyendo, por supuesto, a los del actual gobierno.
Puede ser una salida de esas que llaman elegantes. El gobierno puede explicar que, ante la emergencia, ya muchas veces declarada, no se pone en juego ni la fidelidad ni la ideología.
Que sería una opción que escondería la evidente ineptitud administrativa que ahora tanto mortifica a los cuadros medios, y no tan medios, del gobierno, que piensan que esa ineptitud no favorece al proyecto revolucionario y que más bien lo enloda. Que permitiría una suerte de “justicia transicional” que evitaría retaliaciones y permitiría a matraqueros, comisionistas y petrovivos buscar refugios o edenes tolerantes.
Un tal gobierno que emprendiera inmediatamente lo necesario para abordar lo más urgente, lo más operativo e iniciar lo más profundo.
Lo más urgente: el hambre, la salud, la seguridad y los recursos para ello, los derechos humanos.
Lo más operativo: restauración de la Constitución para un curso aceptado por todos de vigencia de las instituciones y poderes apoyada en procesos electorales legales y legítimos.
Lo más profundo: la ética de la construcción, el trabajo y la creación y el cultivo de esos valores que deben acompañar a una profundización de la democracia.