Por Rafael Uzcátegui*
El agotamiento del conflicto hace muy difícil que se repita el escenario de enero de 2019, donde una gran cantidad de venezolanos aceptaron un liderazgo y siguieron una estrategia, el mantra de tres pasos. Si la dispersión hoy es inevitable, tenemos que pensar cómo lidiar con ella para continuar con la ofensiva democrática durante 2021, donde a todos los problemas que ya teníamos hay que sumar los del impacto del Coronavirus. Para pensar sobre este desafío proponemos la idea del “enjambre”.
En el momento en que este artículo se escribe, el campo democrático venezolano se encuentra en su peor momento de división y confrontación interna. Como hemos insistido en otros textos, es precisamente esta la estrategia del autoritarismo para mantenerse en el poder: Fortalecerse en tanto sus oponentes se fragmentan y debilitan.
El debate actual se resume entre participar o no hacerlo en las próximas elecciones parlamentarias. Sin embargo, un número creciente de venezolanos preguntan cuál será la estrategia a partir del 7 de diciembre, la mirada a largo plazo para la restitución de la democracia. El mayor peligro para la rearticulación de la masa crítica en función del nuevo escenario sociopolítico no es la propia dictadura, sino que la carrera parlamentaria actual, debido al aumento de las tensiones sectoriales, dinamite los puentes entre las diferentes facciones, a un punto que haga imposible la acción colectiva durante el año 2021.
Este escollo amerita otras maneras de entender lo político. Ahora pareciera que prima la disputa sobre el liderazgo opositor, ejercido en los últimos meses por Juan Guaidó, y que más que promover acciones que erosionen al régimen, lo que hay es el tacticismo cortoplacista para intentar sustituir lo que ha sido hasta ahora la vocería principal de la ofensiva democrática.
Para conseguir un método que permita salir lo menos fracturados posible de la carrera parlamentaria parto de dos premisas. La primera de ellas es que todas las propuestas que están sobre la mesa en este momento, que resumiremos en un arco que va desde la máxima confrontación hasta la mínima confrontación, son racionales desde el punto de vista político. Otra cosa es que estemos de acuerdo o no con ellas, o los supuestos sobre las que cada una se sostiene. Si entendemos que esto es así, estaríamos obligados a plantear una discusión argumentada y de nivel, no sólo en las debilidades de los otros planteamientos, sino especialmente en las fortalezas del nuestro. Ahora se parte de razones morales para descalificar a los otros, en un debate superficial y cargado de adjetivos y emocionalidad, que nos llevará al lugar a donde nos quiere tener el actual status quo: Aislados y enfrentados entre nosotros.
La segunda premisa es que, hasta ahora, ninguno de los sectores ha promovido una estrategia realmente efectiva para lograr la transición. Por diferentes razones, ninguno ha podido cumplir con su promesa: Ni quienes desde un gobierno interino ofrecieron el cese de la usurpación, o quienes anunciaron como inminente un hecho de fuerza o quienes han trabajado por una “salida por la izquierda”. Al reconocer esta imposibilidad por el conjunto, excluiremos de la conversación los reproches que desde cada grupo le hacen a los demás. Lo honesto sería que cada quien realizara los balances de por qué el autoritarismo continúa donde está, y hacer los correctivos necesarios.
Si creemos que todas las propuestas son posibles y ninguna, hasta ahora, ha demostrado su fiabilidad, y reconociendo que la suma de la mayor cantidad de voluntades es un requisito indispensable para lograr los objetivos democráticos, es importante asumir una lógica que lo permita. La que se nos ocurre en este momento es la del “enjambre”, o “swarming” en inglés.
Si estamos de acuerdo que el objetivo es la dictadura, cada sector lo debilita desde un punto diferente, todos al mismo tiempo, sin pretender que será una estrategia específica la que lo haga, si no la suma de todas las presiones realizadas consecutivamente por las diferentes estrategias. En un tipo de estrategia así hay un motivo, una estrategia colectiva -que en nuestro caso sería regresar a la democracia- que provoca el comportamiento de enjambre. No existe planificación centralizada, sino que cada estrategia intenta ganar la mayor cantidad de apoyos posibles para presionar al mismo tiempo que lo hacen los otros. Hay bastante literatura disponible en internet sobre el “swarming” aplicado a los movimientos sociales. Lo importante es que no se establece de antemano cuál estrategia es la correcta y cuáles no, sino que las incorpora a todas para el mantenimiento y aumento de la presión.
En enjambre los diferentes grupos son autónomos, pero con un nivel de coordinación y comunicación entre sí para compartir información que sirva para la acción de todos. Un aspecto positivo es que se incluyen tanto a quienes están más comprometidos, que ya han definido su mecanismo de presión, como aquellos que tienen un activismo ocasional y no se identifican con ninguno de los grupos anteriores. Conocidos como “enlaces débiles” dentro del enjambre, nos permiten conectar con grupos a los que usualmente no llegamos, generan nuevas oportunidades, y permiten vincularse con ciudadanos alejados de la política.
Para tener la capacidad de “enjambrar” la literatura recomienda ser creíbles y coherentes, cuidando tanto la actuación del propio enjambre como la presión del grupo del que formamos parte. La recuperación de la confianza es vital. Como la comunicación desempeña un papel de suma importancia, hay que reforzar la red de contactos sensibles a nuestros objetivos, así como enriquecer nuestro perfil y la calidad de los contenidos que se divulgan. Personalizar al máximo los mensajes políticos para tener un alto nivel de afinidad y cuidar y alimentar nuestros “enlaces débiles”.
El enjambre implica tanto autonomía como autorresponsabilidad. Hay que conocer la estrategia general, haciendo las adaptaciones necesarias en nuestra acción. Sin el conocimiento de esta estrategia, que conoce las debilidades del adversario y visualiza oportunidades, habrá comportamiento aleatorio y hasta caótico, pero no enjambre.
*Sociólogo y Coordinador General de Provea