¿A mí me corresponde estar en primera línea? ¿Y a ti que me lees, te corresponde?
María Gabriela Cuevas García
Mi testimonio del día de hoy 20 de abril de 2017.
El día de hoy, como todos los anteriores desde que inició abril, salí a la calle atendiendo a la convocatoria de la Mesa de la Unidad Democrática, hecha a través de los Diputados de la Asamblea Nacional, a manifestar en los mismos 26 puntos de la ciudad de Caracas, en que se hizo presencia en la contundente manifestación del día de ayer, 19 de abril.
Yo decidí dirigirme a Chacaíto, desde Las Mercedes, y logré llegar hasta el final de la Ave Río de Janeiro, debajo del elevado que conduce a Bello Monte. A partir de allí, a la 1:40 p.m. era imposible el paso pues, funcionarios de la Policía Nacional lo impedían, repeliendo a los manifestantes con bombas lacrimógenas, frente a las que retrocedíamos. Pretendíamos resistir, pero la verdad es que retrocedíamos cada vez más, primero hasta estar situados frente al CVA y luego frente a la estación de gasolina en la Ave. Principal. Al cabo de un rato, la acción de esos jóvenes posicionados en primera línea, de repeler con piedras y devolver bombas lacrimógenas, permitió ir avanzando, poco a poco, hasta estar frente al puente (de reciente instalación) que permite el acceso a la autopista. Precisamente en la autopista se encontraba un contingente de la Guardia Nacional, que había llegado en un momento determinado, y era desde allí desde donde nos lanzaban las bombas lacrimógenas.
Hoy, en esas circunstancias, definí mi grito de lucha:
Somos madres.
Nuestros hijos.
tienen hambre.
Pude comprobar que es un grito poderoso:
- Me da fuerza para hablar por mí, pero también por millones de madres en Venezuela, cuyos hijos están sufriendo hambre y desnutrición.
- Me da fuerza para acercarme a los jóvenes que están en primera línea, recibiendo y respondiendo los ataques de los guardias, y junto a ellos, aprovechar una especie de tregua, y avanzar hacia los guardias hasta un punto que hacia minutos parecía inalcanzable: cruzar el puente y llegar a la autopista. Me da fuerza incluso para ordenar a los jóvenes “piedras no” como un modo de exigir ese espacio para la no violencia activa.
- Me da fuerza para plantarme frente funcionarios de seguridad del Estado, tan cerca como para hacerles saber que le temo más al horror que implanta su régimen, que al arma lanza lacrimógenas de uno de ellos apuntando hacia mi cuerpo. Y mi grito de lucha, repetido con fuerza, serenamente, tan pausadamente como para que cada palabra penetre, es tan fuerte que, por algún motivo, re direcciona su arma. Y lo sigo gritando, caminando en reversa, sin dejar de mirarles, acompañando cada frase con gestos elocuentes de brazos y manos, para que lo sigan percibiendo, aunque ya no me puedan escuchar.
- Me da fuerza para enseñarlo a todo el que me encuentro a mi paso, invitándole a convertirlo también en su grito de lucha, me abre el camino para hablar del asunto y recibir testimonio de quienes lo sufren de manera más intensa, y me permite hacerles saber que no están solos en su dolor.
En mi ruta de salida de la autopista me abordaron dos hombres, uno de ellos con cámara e identificación de El Nacional, y filmó mi grito de lucha. Le pedí que me entrevistara diciéndole, además: “soy profesora universitaria, y estoy aquí manifestando, porque nos han quitado de manera fraudulenta todas las vías institucionales para expresar nuestra voluntad y para exigir justicia”. Pero no lo hizo. Me quedé dudando de si realmente sería foto periodista o un funcionario del régimen, de esos que se dedican a fichar ciudadanos (el régimen que nos ha enseñado a desconfiar de sus funcionarios).
A uno de esos jóvenes que están en primera línea me lo topé nuevamente un buen rato después, a bastantes cuadras de nuestro lugar de encuentro con los guardias, me dijo “gracias”, y yo le di un abrazo fuerte y le dije que sabía que debíamos ayudarlos más, con acciones sin piedras, para lograr juntos lo que queremos.
No debemos dejarles a ellos solos toda esa responsabilidad de la primera fila. Debemos lograr cambiar ese escenario, introduciendo cada vez más actores con expresiones diversas de no violencia activa, de modo tal que cada funcionario se vea cuestionado en su moral, y cada vez quede más al desnudo la brutalidad del represor.