La presencia de más ciudadanos en la plaza de discusión, con igual capacidad de participar en el debate, acumular masa crítica, generar opinión pública y movilización organizada de calle le da un poder inédito que las instituciones aún no saben atender. Internet nos hace más cercana una democracia deliberativa, aunque falta que esa capa de discusión se amplíe a cada vez más ciudadanos y además sea vinculante con aquellos que nos representan en las instituciones.
Lo que tenemos por los momentos es la cimarronería digital: audiencia que se escapó de los canales tradicionales de comunicación y ahora andan por la libre retejiendo vínculos con nuevos medios. De allí a reconstruir los centros de toma de decisión y ampliarlos, hay un trecho enorme que se labra en conjunto.
Por eso el poder que se le brinda a los ciudadanos en la actualidad es un poder secuestrado, un poder a medias, un cheque que se entrega si usted es aprobado por la oficina presidencial a cambio de su militancia política y el agradecimiento perpetuo de la dádiva. Es un poder que se quiere etiquetar de “popular” a costa de matar su naturaleza orgánica con cuartillos de la renta petrolera. Sincerar el conflicto pasa por despertar de la alucinación de que la repartición de la renta lo es todo.
Luis Carlos Díaz: Tecnologías para la paz. 3 ideas que sinceran el conflicto