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Elecciones y democracia hueca

Antonio Pérez Esclarín

Si bien las elecciones constituyen un elemento central de la democracia, no necesariamente garantizan su permanencia y fortalecimiento, como se viene repitiendo. Incluso la multiplicación de elecciones puede ser un medio perverso para acabar con la democracia. La historia nos comprueba que dictadores y tiranos como Hitler llegaron al poder y se mantuvieron en él mediante elecciones, y los regímenes de corte autoritario o totalitario suelen organizar elecciones para revestirse del halo de legitimidad democrática. Por supuesto, son pseudoelecciones pues utilizan todo el aparato del Estado para imponer sus deseos e incluso llegan a demonizar y perseguir a los que intentan oponerse a su voluntad soberana.

Es lo que hoy está tratando de hacer el Gobierno en Venezuela. El vivir en un permanente ambiente electoral no está fortaleciendo la democracia, sino que la está pervirtiendo e incluso se pretende aniquilarla. Resulta de un cinismo impresionante llamar fascistas y golpistas a los que son agredidos y golpeados cuando manifiestan democráticamente, y considerar héroes, revolucionarios y patriotas a los violentos que reparten los golpes o interrumpen por la fuerza cualquier foro o reunión donde se discuten libremente las ideas. ¿Qué democracia es esta que persigue la disidencia y trata de aplastarla como sea? ¿Cómo es posible que un Presidente demócrata ordene reprimir con “gas del bueno” a los estudiantes y amenace con “rasparse” a los jefes militares o policiales que no obedezcan sus órdenes anticonstitucionales? ¿No es este un lenguaje y una conducta radicalmente opuestos a los principios fundamentales de la democracia y una incitación a la violencia? Cuando el Presidente asegura que habrá guerra si gana el no, ¿acaso está amenazando con que no va a respetar los resultados y anuncia veladamente que se alzará violentamente contra la voluntad popular? ¿Quién, si no, puede iniciar la guerra? ¿Los vencedores?

La democracia se sustenta y robustece con elecciones siempre que se realicen en un ambiente de igualdad y libertad, sin ningún tipo de coacción o amenaza, donde todos tienen las mismas oportunidades de debatir libremente y exponer su pensamiento, y luego se respetan los resultados. Es verdaderamente vergonzoso cómo el Estado está utilizando su inmenso poder, las instituciones y los recursos que son de todos para imponer su voluntad y violentar la libre determinación de las personas. La genuina democracia implica debate público y libre de las ideas, igual acceso a los bienes públicos, y que el diálogo y la negociación sean los instrumentos para dirimir las diferencias en lugar de la fuerza, las amenazas, el chantaje, el abuso de poder o la violencia. ¿Cómo es posible que en nombre de una supuesta revolución de la participación e igualdad de oportunidades se aplaste sin miramiento alguno a los que disienten de las propuestas del Gobierno? No basta con decir que es el pueblo el que tiene la última palabra, pues la continuación o no en los cargos públicos será mediante elecciones, cuando estamos comprobando que dichas elecciones se realizan en una situación de total desigualdad e inmoralidad. Si para esta enmienda el Gobierno no tiene escrúpulos en utilizar todos los medios para que triunfe su propuesta, ¿qué no hará cuando se trate de perpetuarse en el poder mediante elecciones? ¿Qué democracia es esta donde se ha perdido por completo la autonomía de los poderes, y el debate de ideas se limitar a levantar el grito de “Uh, Ah”? Nuestra democracia suena mucho como el tambor porque está hueca por dentro.

¿Cuántos de los que votaremos el próximo día quince seríamos capaces de leer sin equivocarnos la pregunta del referendo? ¿Cuántos podríamos expresar su contenido con nuestras propias palabras? ¿Cuántos conocemos el texto de los artículos que se pretende modificar? ¿Qué referendo es este donde no sabemos lo que vamos a votar? Si lo único que importa es el sí o el no, ¿por qué no suprimen de una vez esa pregunta tan complicada e ininteligible? ¡Estaríamos así alcanzando el ideal de una democracia sin contenido, mero cascarón sin nada adentro! Una democracia primitiva reducida a monosílabos: “Uh, Ah”, “Sí, No”.

¡Todos a votar NO el día 15 en defensa de la verdadera democracia! ¡Si no la defendemos ahora, costará mucho recuperarla!

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