Por: Luz M. Ricaurte M
El propósito de este artículo no es hacer una reflexión histórica ni tampoco filosófica sobre el origen de la crisis que padece Venezuela. Su objetivo es hacer un llamado para salvar a los venezolanos inocentes que están siendo deportados de ésta nación, por el simple hecho de ser venezolanos, cuyo único delito (pecado), fue creer en el “sueño americano”
Que este artículo sirva como un llamado de atención y reflexión sobre la situación crítica que enfrentan los venezolanos, en particular aquellos que se encuentran en los Estados Unidos, quienes están siendo objeto de deportaciones, simplemente por su nacionalidad. Este fenómeno es el resultado de una serie de acontecimientos y circunstancias que pueden ser objeto de análisis para otro artículo. Las mismas han llevado a los venezolanos a buscar nuevas oportunidades en el extranjero, especialmente hacia Estados Unidos, el país que les prometieron que sería su salvación, donde todos los sueños se hacen realidad, donde su gobierno los acogería como hermanos, brindándoles un mundo de libertad y bienestar…Pero que se convirtió en todo lo contrario, en un verdugo sin piedad, donde el poder de supremacía dictatorial los aplastó, destruyendo la esperanza de alcanzar lo que se llamó en su momento el “sueño americano” (1931…).
Nuevo viacrucis
La crisis que atraviesa Venezuela es un fenómeno, producto de una serie de decisiones políticas y económicas, un contexto internacional que ha exacerbado la situación, promesas hechas por sectores, que solicitaron a las grandes potencias: Estados Unidos y Europa a arremeter contra Venezuela, con la intención de afectar exclusivamente al gobierno, que lejos de la realidad, resultó y resulta en un sufrimiento generalizado para toda la población. La retórica que rodeaba estas promesas se fue desvaneciendo, revelando una realidad desoladora, generando un ambiente de desesperanza y angustia.
Este conflicto interno y externo ha tenido un impacto negativo en la vida de todos los venezolanos, quienes han sido víctimas de un enfrentamiento que no parece tener fin.
En el contexto de la Semana Santa, un periodo de reflexión y renovación espiritual, es crucial plantear la necesidad de un acuerdo. Es imperativo hablar, analizar, resolver; aunque para ello tengan que abrazarse, besarse, acurrucarse y todo lo que sea necesario, con el fin de encontrar soluciones efectivas a los problemas que aquejan a la población, tanto dentro como fuera del país.
La búsqueda de una fecha de caducidad para este prolongado desacuerdo es esencial, En este sentido, el llamado es a la colaboración entre todos los que tienen poder de toma de decisiones, tanto de un lado como de otro, independientemente de sus inclinaciones políticas, para lograr beneficios que lleguen a toda la población en su conjunto.
No hay que esperar al asteroide
No esperemos el año 2029-2032 y que sea el asteroide quien decida por nosotros, no nos veamos obligados a abrazarnos, besarnos y perdonarnos en espera del “impacto profundo”, hagámoslo hoy, que el verdadero impacto está en el sufrimiento de miles de venezolanos que se encuentran maniatados y presos en los Estados Unidos de América para ser deportados a Venezuela o a un tercer país, por haber llegado sin la documentación en regla y otros que aun teniéndola, son esquematizados como criminales por el solo hecho de ser venezolanos.
Hay que tener mucho cuidado con esto que parece simple pero no lo es. La mayoría de los países en el mundo se alinean a los mandamientos de Estados Unidos quien se define como dueño y señor del planeta tierra, donde todos los demás países le deben obediencia y respeto por ser inferiores a ellos (esto es lo que hacen creer), y no vemos con sorpresa que esta medida empiece a ser copiada por otros países de la región y del mundo, por el solo hecho de quedar bien con el emperador, con el Todopoderoso, que no es precisamente Jesucristo, cuyas enseñanzas en este momento deberían inspirar la reflexión y son las que debemos replicar, a propósito de la Semana Santa.
