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Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.

El reto de los jóvenes venezolanos

Copia de 3.2.1_Myrian B_shutterstock.com

La Venezuela de hoy plantea numerosos desafíos para la población más joven del país, no solo en el ámbito económico sino también en lo social. Por un lado, además de la distorsión de precios por la que atraviesa el mercado local desde 2017 y su impacto sobre el costo de la vida de los venezolanos, aspectos como la contracción económica prolongada, la ausencia de financiamiento y la falta de políticas públicas en pro de una mayor estabilidad doméstica juegan un rol clave en la toma de decisiones entre los jóvenes y de sus expectativas sobre el futuro de nuestra economía

Luis Arturo Bárcenas R.*

Con una economía más pequeña y aquejada de múltiples desequilibrios, la sociedad venezolana ha cambiado de manera radical la forma en cómo genera ingresos y realiza gastos, siendo particularmente notorio entre los jóvenes quienes, con un incipiente recorrido profesional (en su mayoría), intentan adquirir madurez laboral o percibir mayores ingresos bajo unas condiciones iniciales claramente en desventaja, si son comparadas con aquellas enfrentadas por las generaciones pasadas. En tal sentido, analizar dichas condiciones pasa por revisar algunos de los hechos emblemáticos de la crisis de nuestro país en los últimos años, siendo la crecida en la diáspora venezolana una de las máximas expresiones del deterioro en la calidad de vida de los jóvenes en Venezuela.

¿La migración como solución?

En medio de las duras condiciones socioeconómicas que han enfrentado los jóvenes en Venezuela desde 2014, no es casual que, dentro del fenómeno migratorio, la base de la pirámide poblacional doméstica sea la que haya alimentado gran parte del éxodo venezolano de los últimos años. Algunos datos de la Encuesta de condiciones de vida (Encovi) elaborada por la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) sugieren que, desde 2018, al menos dos de cada diez personas que emigran desde Venezuela tienen entre 15 y 29 años (gráfico 1), y su principal motivación para hacerlo era hallar un mejor empleo (en el 86 % de los casos para 2021). En tal sentido, la migración ha sido una de las formas más asequible de este estrato para enfrentar la falta de ingresos, considerando que casi la mitad de los jóvenes del país pertenecen a los quintiles más bajos de la población (con base a ingresos) y en donde más de un tercio no estudia ni trabaja1.

Gráfico 1
Fuente: ENCOVI

No obstante, la migración también supone mayores dificultades para los jóvenes locales en el futuro, si se consideran sus implicaciones para el aparato productivo nacional a mediano plazo. En efecto, no solo la crisis económica ha provocado que el éxodo en ese sector se haya acelerado, sino que este proviene precisamente de aquella población donde podría apalancarse gran parte de la reconstrucción del país: los médicos, maestros, gerentes, y obreros del futuro. Existen numerosos estudios que identifican un impacto adverso de las migraciones sobre el crecimiento económico de naciones en desarrollo, a medida que afectan la acumulación de capital humano (ver por ejemplo Beine, Docquier y Rapoport, 2008)2, por lo que un mayor éxodo de la población joven (con mayor valor dentro de ese capital) pudiese acarrear a la larga un costo elevado para la economía venezolana. Ello termina por añadir mayor pesimismo en la percepción de los propios jóvenes sobre la recuperación del país, incentivando mayores migraciones y reforzando el círculo vicioso migración-menor crecimiento-migración.

Por otro lado, si bien la migración de este estrato ha significado una fuente alternativa de ingresos para sus familiares en el país a través de las remesas, el beneficiarse de estas nuevas entradas puede suponer menores incentivos a los jóvenes que no emigraron para buscar empleo estable o formal en el país. Un joven en Venezuela recién graduado, o con pocos estudios, o pocas alternativas de trabajo, tendría menos interés de enrolarse en un puesto formal, mientras su familia recibe un ingreso recurrente de algún familiar del exterior (el cual no depende, en estricto, de cuántas horas este trabaje). Así, si la crisis local persiste, el envío de remesas también lo hará, al igual que la informalidad a medida que ese tipo de empleo siga siendo, para el joven venezolano desempleado o de bajos recursos, una vía más expedita de generar ingresos “adicionales” a dichas remesas3.

Más desiguales (en capacidades)

Para la población más joven la situación actual del país impone mayores desigualdades no solo desde la perspectiva del ingreso, sino bajo una visión más amplia. Considerando la definición de pobreza en base a las capacidades (Sen, 2000)4, las oportunidades que tienen los jóvenes de prosperar en el país o de tener mayor calidad de vida bajo el marco socioeconómico actual son mucho menores si se comparan con la de sus padres. Así, los cambios que ha sufrido el país en todos sus ámbitos han provocado que dicha población no solo no disponga de una fuente estable de ingreso, sino que tampoco pueda acceder, en la mayoría de los casos, a servicios públicos de calidad, además de enfrentar un sistema de salud pública precario, un sistema educativo escaso de inversión y falto de educadores, y un entorno de poca seguridad ciudadana. Frente a ello, los jóvenes venezolanos tendrían menos opciones que antes para desarrollar su potencial y habilidades profesionales, formar familia, satisfacer sus necesidades básicas o, en muchos casos, abandonar la pobreza.

En este punto, el acceso a la educación parece ser crucial. Algunas mediciones recientes5, señalan una reducción en la fracción de jóvenes venezolanos que logran culminar algún estudio técnico o universitario, siendo además la falta de educación de calidad (junto con la falta de empleo) el problema de mayor importancia para dicho estrato (gráfico 2). Tales carencias en el sistema educativo nacional también impiden que los jóvenes que no emigran adquieran mayores habilidades técnicas, rompiendo con el mecanismo conocido como “ganancia de cerebros” en el que la migración (en general) puede incentivar a que los jóvenes que quedan en el país eleven su nivel educativo y que puedan emigrar en el futuro con una mejor preparación6.

Gráfico 2
Fuente: ENJUVE II, 2021

El papel de la acción oficial

Paradójicamente, la reciente postura de los reguladores en materia antiinflacionaria también ha influido en el deterioro de las condiciones de los jóvenes en Venezuela. Un aspecto crítico es la falta de crédito bancario, producto de las marcadas restricciones impuestas por el Ejecutivo sobre dicho financiamiento para frenar la hiperinflación, lo cual ha desprovisto a los hogares y empresas del país de recursos alternativos a sus ingresos para sortear la crisis (gráfico 3). En el caso de los jóvenes, el acceso a tales préstamos es aún más restringido, pues estos tienden a tener (por definición) un rating crediticio (capacidad de repagar un préstamo) bajo, al contar con poca experiencia laboral o con un nivel de ingresos aún en maduración. En otras palabras, dicho grupo figura prácticamente en el último lugar de potenciales beneficiarios del poco financiamiento que se esté otorgando en la actualidad.

Esta dinámica en el crédito, además de la persistencia en el alza de los precios locales también han impuesto cambios en el rol de los jóvenes en el hogar típico venezolano. Así, en aquellos estratos donde predominan jefes de hogares en situación de retiro y sin acceso a préstamos bancarios, o jubilados, pensionados o empleados del Sector Público con una estructura salarial profundamente desactualizada (producto, precisamente, de las restricciones fiscales para contener la hiperinflación), son más las personas por debajo de los 29 años las que deben proveer la mayor fracción de los ingresos familiares. Ello limita aún más sus patrones de gasto, debiendo dedicar más de sus rentas al hogar y menos a capacitarse o a adquirir una habilidad y, por ende, a mejorar su calidad de vida.

Gráfico 3
(*) Porcentaje de depósitos cedidos como préstamos. PRE Plan de Recuperación y Prosperidad Económica. Fuente: Sudeban

¿Un futuro más prometedor?

Si pensamos que, en términos económicos, nuestro país se enrumba en los próximos meses a un entorno menos adverso, la situación de la población joven en Venezuela tendería a mejorar. Ya desde inicios de la pandemia de la COVID-19, mucho de este estrato halló un aliciente en sus ingresos al incorporarse a las nuevas actividades surgidas con el nuevo contexto, como la prestación de servicios de manera remota, o la comercialización informal de bienes esenciales. Asimismo, el paso previsto de la hiperinflación a un contexto de inflación elevada para 2022, a la par de una dolarización informal que tiende a beneficiar a cada vez más venezolanos, impondrá un contexto de precios donde los jóvenes verán un menor deterioro de sus ingresos, pudiendo acceder a servicios de mejor calidad (incluyendo los educativos) que les ayuden a solapar sus carencias.

Sin embargo, la visión de largo plazo es otra historia, en especial si la recuperación de nuestra economía no es lo suficientemente sostenida como para hacer crecer el empleo y disminuir la informalidad como principal fuente de ingreso de los jóvenes locales. De igual forma, las debilidades institucionales y el conflicto político –que aún persiste– parecen descartar un cambio en la dirección de las acciones oficiales para contribuir a dicha recuperación. A pesar de ello, los jóvenes del país siguen pensando en su futuro donde, sin importar el nivel de ingresos, al menos uno de cada tres ven con buenos ojos alcanzar un título universitario para mejorar su situación7.

El futuro no luce tan malo, después de todo.


Notas:

  1. Datos de la Encuesta nacional sobre la juventud, elaborada por el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la UCAB, en octubre de 2021.
  2. BEINE, M.; DOCQUIER, F. y RAPOPORT (2008): “Brain drain and human capital formation in developing countries: winners and losers. En: The economic journal, volumen 118, número 528. Pp. 631-652.
  3. Algunos hallazgos que verifican el nexo entre remesas, migración e informalidad pueden hallarse en DRINKWATER, S.; LEVINE, P. y LOTTI, E. (2006): Labour market and investment effects of remittances. School of Economics Discussion Papers 1906. University of Surrey; o en IVLEVS, A. (2016): Remittances and informal work. IZA Discussion Paper No. 10196.
  4. SEN, A (2000): Desarrollo y libertad. ed., Bogotá: Planeta.
  5. Ver nota 1.
  6. Ver OECD (2016): “The development impact of migration in origin countries”. En: Perspectives on global development 2017: international migration in a shifting world. Capítulo 7.
  7. Ver nota 1.

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