La vida de todo ser humano necesita de un norte, un itinerario, un ideal. No puede ser una simple sucesión de días sin dirección ni sentido. Cada ser humano ha de esforzarse por enfrentar el misterio de su propia existencia, conocerse, aceptarse, quererse, perdonarse y buscar sentido a su vida, proponiéndose proyectos y metas a los que se siente llamado que llenen de sentido su existencia. Necesitamos salir del agite, la prisa, el ruido, el exceso de información que nos desinforma y nos dispersa, y encontrar tiempo para encontrarnos con nosotros mismos y tener el valor para hacernos y respondernos las preguntas esenciales: ¿quién soy yo?, ¿cuál es mi misión en la vida?, ¿estoy satisfecho con lo que soy y hago?, ¿cómo concibo la felicidad?, ¿cuáles son mis valores esenciales?, ¿a qué dedico mi tiempo y mis energías?, ¿en qué debo mejorar y cambiar? .
Sócrates decía que no merecía la pena una vida sin preguntas, pero hoy la mayoría vive sin preguntas, sin conciencia, sin metas y por ello terminan siendo vividos por los demás, siguiendo las metas y los caminos que decidieron otros. Son cada vez más numerosos los hombres y mujeres que andan por la vida distraídos, fuera de sí mismos, dispersos, sin norte, sin atreverse a tomar en sus manos las riendas de su existencia. Se la pasan haciendo planes, pero olvidan la planificación más importante: la de sí mismos. Se trata de pensarse, creer en sí mismo, dedicarse tiempo para identificar el recorrido y el norte de la vida, y cambiarlo si no convence.
El proyecto de vida es una construcción permanente, un irse haciendo consciente y responsable, un soñarse, un proyectarse, pues somos lo que somos y también lo que podemos llegar a ser. Cada uno somos responsables de nuestra vida y de lo que hacemos con ella. Nos dieron la vida, pero no nos la dieron hecha. Nos toca a cada uno de nosotros decidir lo que vamos a hacer con ella, pues podemos hacer de la vida una verdadera obra de arte o una mala copia, sin valor. Podemos convertirla en un jardín de flores, o en un estercolero lleno de inmundicias y venenos. Podemos gastarla en la superficialidad y la trivialidad o hacer de ella una siembra de vida y un extraordinario regalo para los demás. Podemos herir nuestra vida y las vidas de los demás, o sanar nuestras heridas y las heridas de los otros. Uno, mientras vive, está en posibilidad de enriquecerse como persona, de crecer en conocimientos, en bondad, en generosidad, en sabiduría. Como decía Roger Garaudy , “lo peor que le puede suceder a una persona es sentirse acabado”. Por ello, a mí me gusta repetir que si bien uno tiene derecho a jubilarse del trabajo, nunca debe jubilarse de la vida.
Para construir nuestro proyecto de vida, debemos primero silenciarnos, escuchar los sonidos de la conciencia y del corazón, procurar la paz interior a pesar de nuestro pasado y de los problemas del presente, y tomar conciencia de los valores, antivalores, cualidades, defectos, temores, angustias. El conocimiento debe llevarnos a valorarnos y amarnos. Si no somos capaces de amarnos, no podremos amar a los demás. Ámate para poder amar, apréciate para que te aprecien los demás. Acéptate como eres, con tus cualidades y tus fallas, con tus alegrías y dolores, con tus triunfos y derrotas, con tu historia personal. Eres único e irrepetible, un misterio entre misterios, un ser con una dignidad absoluta e irrenunciable y amado infinitamente por Dios. En el mundo estamos unos nueve mil millones de personas, pero nadie como tú. Nadie mirará el mundo con tus ojos, nadie besará o rezará con tus labios, nadie amará con tu corazón. El egoísmo y el amor a sí mismo son cosas muy distintas y hasta opuestas. El egoísta no se ama, se odia, vive vacío y frustrado, es incapaz de salir de sí mismo, incapaz de darse. Amar es buscar la plenitud y la felicidad para uno mismo y para los demás.
No olvidemos que el proyecto de vida debe llevarnos a vivirlo todo con intensidad, a hacer de lo ordinario algo extraordinario, a disfrutar de las cosas pequeñas y decidir ser felices con lo que somos y tenemos y a pesar de los problemas y dificultades. Es mucho más importante ser que tener o aparentar, pensar en positivo que envenenar la mente con prejuicios o visiones negativas, vivir para defender la vida, la vida de todos y todas las formas de vida, que vivir para perder la vida, aplastarla o impedirla. Tampoco podemos olvidar que encarar la vida con intensidad y con libertad, realizar el propio proyecto de vida, exige coraje, esfuerzo, voluntad, pasión. Por ello, para evitar el sinsentido, la angustia y la depresión, es fundamental vivir motivados. Una motivación sana mantiene viva a la persona, la hace crecer, alimenta su creatividad y su coraje. Sin un motivo por el que vivir, trabajar y luchar se pierde la ilusión, se cae en la tristeza, el aburrimiento y la oscuridad.
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