Por Francisco Javier Velasco Páez | Observatorio de Ecología Política de Venezuela.
El grueso de las “soluciones” al cambio climático que oficialmente y globalmente se promueven, se concentran en la idea de una falsa economía del carbono y en las promesas fundamentalistas de tecnologías eficaces y baratas que permiten evitar el cuestionamiento de los sistemas económicos, políticos y sociales hegemónicos. Son soluciones cuyo discurso implica una negación de lo local y refiere a algo que está allá afuera y que no necesariamente se conecta con nuestras vidas cotidianas.
Sin negar las posibilidades de contribución de la tecnología y la reforestación, consideradas en otros marcos de referencia y en diferentes escalas, conviene destacar el potencial que ofrecen los contextos culturales para la elaboración de estrategias más amplias y democráticas de la agenda climática. Las poblaciones humanas, en la medida en que construyen culturas estableciendo su institucionalidad y territorialidad, transforman los ecosistemas y se transforman a sí mismas en un proceso complejo y dinámico de coevolución, construyen como resultado una nueva realidad biofísica y cultural. Esta construcción permite entender los procesos inherentes a la evolución, configuración, adaptación y supervivencia de los humanos en sus articulaciones ambientales.
El discurso sobre el cambio climático de las élites mundiales se focaliza en lo global y apela al uso de formas dominantes de conocimiento científico y económico. Pero hay otros que apuestan por la articulación de perspectivas más diversas y sensibles a sus propias preocupaciones. En el marco de una creciente crisis planetaria, pugnan por emerger alternativas participativas y horizontales. En este sentido, el combate al cambio climático tiene mucho que aprovechar y recrear de los contextos culturales con agendas alternas a los planes y programas convencionales de la institucionalidad dominante. Ello no debe implicar el abandono del enfrentamiento al cambio climático en sus causas estructurales como esfuerzo mayor y central, lo que supone una transformación radical del modo de vida dominante.
Las personas y los grupos se encuentran en posiciones muy diversas ante los riesgos y las oportunidades generadas por el cambio climático. En caso de cambios ambientales importantes, algunos están mejor posicionados que otros para aplicar soluciones bien adaptadas, lo que implica que son más resilientes. Las diferencias entre los grupos según su resiliencia podrían ser descritas por modelos culturales, ilustrados por los hábitos y las prácticas manifestadas cada día. Esas diferencias parecen estar fundamentalmente ligadas a la conceptualización, los valores y las prácticas de la gente con respecto a la naturaleza y a la sociedad.
Las perspectivas culturales de ciertos pueblos originarios y comunidades locales, que han cultivado durante mucho tiempo un tipo de respeto que preserva el espacio y el tiempo para la expresión de los seres y los procesos naturales, y que han desarrollado un sentido de responsabilidad correspondiente a sus acciones con relación a las fuerzas naturales, pueden ser de gran interés para las estrategias de enfrentamiento al cambio climático. Pensamos que pueden proveer modelos útiles para reflexionar críticamente acerca de nuestras propias convicciones, valores y prácticas. Trascendiendo el ecocolonialismo, pueden conducir al desarrollo de abordajes de mayor refinamiento a la hora de confrontarnos con el cambio climático y los sucesos naturales de fuertes impactos.
Aquí puedes acceder y descargar el documento:
El potencial de las alternativas culturales en la lucha contra el cambio climático
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