Luis Oliveros
Nos han vendido la idea de las bondades de ser un pueblo socialista. Nuestros líderes (al menos los que están en el poder) deberían ser socialistas ejemplares. Somos la cuna mundial de una suerte de neo-socialismo. Hoy Venezuela representa prácticamente la última esperanza de que siga existiendo el socialismo (más nadie habla de socialismo en el mundo).
Desde el 20 de junio de este año, el crudo Brent ha caído más de 30%, nuestra cesta petrolera, que había promediado hasta esa fecha casi $97/b, muestra una tendencia a culminar el año por debajo de $90/b. Esto ha despertado el pánico en el actual gobierno, el cual ha enviado a nuestro canciller a una “gira capitalista” por países OPEP y Rusia para lograr que el precio del petróleo aumente.
Ahora bien, ¿qué pensará un pobre en Etiopía, Zimbabue, Honduras, etc., que en estos últimos meses ha visto una reducción importante en su factura energética (lo cual le ha permitido adquirir otros bienes ó al menos ahorrar algo de dinero), ver como el supuesto gobierno socialista de Venezuela, mediante la práctica más capitalista posible como es recortar producción, quiere apropiarse de esos excedentes que está recibiendo?, ¿Cómo decirle que eso es necesario para “la defensa del país”?.
Nuestro gobierno con su famosa campaña de rescate del precio del petróleo, les manda un mensaje a los países pobres importadores de petróleo: “haremos lo posible para que su situación empeore”.
Por otro lado tenemos que el discurso gubernamental de la guerra económica se ha basado en que los malvados empresarios han disminuido la producción y que la solución que genera bienestar para todos es que la aumenten de inmediato.
Nuevamente la solidez ideológica del supuesto modelo socialista venezolano sufre un revés. Solo para el pueblo hay socialismo (escasez, inflación, racionamiento) mientras los jerarcas del gobierno viven al estilo Luis XVI francés.
La Venezuela de hoy le implora al capitalismo que mantenga los precios del petróleo en niveles elevados, para que la élite gobernante se pueda sostener en el poder. Inconsistencia ha sido el denominador común del socialismo y explica, no solamente porque siempre ha fracasado, sino porque el experimento criollo fue un desastre.